Por Fernando Gonzalez, Director Periodístico/El Cronista.-
La vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes". La frase fue inmortalizada por John Lennon, el beatle que murió asesinado en Nueva York a los 40 años, cuando tenía en sus planes vivir mucho más tiempo. En esa frase pensaba el domingo mientras observaba en el teléfono celular la fotografía de dos chicos que miraban el partido de despedida a Diego Milito, el sábado en la cancha de Racing. La foto hubiera sido una más de aquella fiesta pero un detalle la transformó en un episodio conmovedor. A uno de ellos le faltaba la pierna derecha y apoyaba la izquierda sobre una de sus muletas. Lo curioso es que le había prestado la otra muleta al otro chico, el que sí tenía dos piernas sanas. Y así, juntos, indiferentes al acto de solidaridad inmensa que protagonizaban, asomaban sus cabezas por sobre la pared que separaba la tribuna del cilindro de Avellaneda del campo de juego.
Quien no permanecía indiferente a todo aquello fue su madre, parada a unos metros de su hijo y de su amigo. Sabrina tomó su propio teléfono celular y sacó la foto que se viralizó en las redes sociales hasta convertirse en el estallido emocional del fin de semana. Posteé la foto ayer temprano, después de dejar a mis hijos en el colegio. Y mi cuenta de twitter se abarrotó de mensajes que jamás volvieron a parar en toda la mañana. Al escribir este texto anoche ya eran 55.000 las personas que lo habían visto y las expresiones llenas de sentimiento no cesaban.
"Muero de amor", decían las madres. "Soy del Rojo pero no me importa, es una foto hermosa...", aclaraba un hincha del clásico rival de Racing. Los adjetivos volaban: "Hermoso, inolvidable, sublime...". Pero la respuesta tuitera que más me impactó fue la de Ricardo Fruci, a quien no conozco, y que resumió el golpe de modo simple: "No todo está perdido...". Más tarde supe que la foto había tenido tanta repercusión en twitter y en facebook por los posteos de muchas otras personas que los noticieros fueron a buscar al chico de las muletas generosas. Santiago Fretes tiene diez años y vive en Del Viso, partido bonaerense de Pilar. Una deformación congénita lo privó de su pierna derecha desde el nacimiento y los laberintos del Estado ausente demoraron la llegada de un miembro ortopédico que le permita caminar con más comodidad. Su madre, Sabrina Bonomo, fue quien sacó la foto que merece ser premiada.
"Muero de amor", decían las madres. "Soy del Rojo pero no me importa, es una foto hermosa...", aclaraba un hincha del clásico rival de Racing. Los adjetivos volaban: "Hermoso, inolvidable, sublime...". Pero la respuesta tuitera que más me impactó fue la de Ricardo Fruci, a quien no conozco, y que resumió el golpe de modo simple: "No todo está perdido...". Más tarde supe que la foto había tenido tanta repercusión en twitter y en facebook por los posteos de muchas otras personas que los noticieros fueron a buscar al chico de las muletas generosas. Santiago Fretes tiene diez años y vive en Del Viso, partido bonaerense de Pilar. Una deformación congénita lo privó de su pierna derecha desde el nacimiento y los laberintos del Estado ausente demoraron la llegada de un miembro ortopédico que le permita caminar con más comodidad. Su madre, Sabrina Bonomo, fue quien sacó la foto que merece ser premiada.
Un video de youtube grabado hace un año lo muestra jugando al fútbol con otros chicos sin traslucir la verguenza que cualquier adulto podría tener por hallarse en inferioridad de condiciones. La frase con la que Santiago relata lo que sucedió el sábado es tan sencilla que abruma. "Yo estaba viendo a Milito dar la vuelta a la cancha y mi amigo no llegaba; estaba saltando para asomarse. Entonces le presté una de mis muletas para que subiera". Ni siquiera recordaba el nombre del amigo, uno de tantos de los que juegan en el playón de la cancha cuando el partido se detiene o simplemente aburre.
Santiago estuvo ayer en la cancha de Racing una vez que la foto de su madre lo sacó del anonimato. Pudo fotografiarse abrazado con Milito, tirarse de espaldas sobre el césped del campo de juego y seguramente la pierna ortopédica llegará más rápido ahora que su cabellera rubia y sus ojos vivaces fueron captados por el torbellino mediático. Pero lo más importante es el mensaje que el chico de Del Viso pudo hacerle llegar a muchos corazones endurecidos. No hacen falta los grandes escenarios ni las epopeyas cinematográficas para convertirse en héroe. Con ayudar al que está al lado es suficiente. De eso se trata la solidaridad. Esa savia imprescindible del optimismo. La generosidad puede ser un poco de dinero, un plato de comida y también una muleta. Un chico que creíamos discapacitado demostró la mejor abundancia al compartir su muleta. Un pedazo de metal frío y desacreditado que alcanzó más que nunca para asomarse a la felicidad.