HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

sábado, 16 de abril de 2016

PARA MACRI, EL GOBIERNO EMPIEZA AHORA.

Foto: LA NACION

     Por Francisco Olivera/La Nación.- Idan Ofer, unos de los cinco multimillonarios más poderosos de Israel, estuvo hace dos semanas reunido con Mauricio Macri. Ofer ocupó el año pasado el puesto 330 en el ranking de fortunas de la revista Forbes, es dueño de compañías navieras y perforadoras petroleras en aguas profundas y últimamente está interesado en invertir en América latina en energías alternativas. Su visita al país fue breve. Habló unos 30 minutos con el Presidente, a quien le dedicó después varios elogios, y se llevó a su casa de Londres una foto con él que no fue difundida en la Argentina. Cosas de Pro: lo que con el kirchnerismo habría provocado una parva de comunicados enviados a las redacciones de los diarios no pareció motivar del mismo modo al nuevo gobierno. La reunión casi no trascendió. Tanta discreción tiene una explicación política. Los asesores han convencido a Macri de que su imagen debería quedar más emparentada con el público que con las corporaciones. Es la misma lógica, admiten, que aplican desde hace tiempo para desaconsejarle recibir a la Unión Industrial Argentina (UIA), pese a los pedidos que le ha hecho la central fabril. No parece el mejor momento: la inflación, los aumentos de tarifas y los despidos son costos que el Gobierno juzga inherentes al ordenamiento del descalabro heredado, pero también incompatibles con cualquier insinuación de complicidad con el capital. El argentino es prejuicioso. "No tengo más que malas noticias para dar", se sinceró Macri semanas atrás entre confidentes. Pero la salida del default puede ser un punto de inflexión para esta estrategia. Por lo pronto, el equipo económico consideraba el arreglo del litigio como ineludible para el despegue que se propone. Se entiende, desde esa óptica, la foto de Alfonso Prat-Gay con el puño en alto el día en que la Corte de Apelaciones avaló al juez Thomas Griesa y facilitó el pago. Logros hacia adentro y afuera del Gobierno: en un momento de la negociación, el Presidente llegó a estar dispuesto a pagar bastante más del porcentaje con que el ministro de Hacienda conformará finalmente a los holdouts.
La certeza de haber acordado lleva ahora al Palacio de Hacienda a transmitirles a inversores y operadores ese primer gran entusiasmo del año. "El Gobierno empieza ahora", repiten. Habrá que trabajar para convencer, incluso entre familias: mientras Nicolás Caputo, íntimo amigo presidencial, prefiere ser prudente y descartar todavía "una lluvia de dólares", su primo Luis, secretario de Finanzas, calificó su road show por Nueva York como "espectacular". Todos esperan un aluvión de bonos para cumplir, en principio, el viernes con el compromiso. Será seguramente el mismo argumento que Macri usará pasado mañana en una gran convocatoria a hombres de negocios, la primera desde que asumió. La Casa Rosada confecciona desde anteayer la lista de invitados: entre 80 y 100 ejecutivos de primera línea a quienes el Presidente les explicará en persona, ahora sí, los trazos de su programa. La reunión, prevista para las 18 en Olivos, cae justo en momentos en que la relación con el establishment empezaba a complicarse. No sólo por las dificultades propias de una actividad económica que está lejos de repuntar, sino también porque el propio Presidente ha elegido últimamente señalar a los empresarios como responsables parciales de la inflación. Fue un cambio de postura que empezó el lunes, durante la comida del Cippec, donde les pidió inversiones y les reprochó que hubieran remarcado precios no bien el Gobierno les había dado algo de libertad. El argumento es por lo menos llamativo, porque Macri tampoco cree excesivamente, como Axel Kicillof, en la acusación a los "formadores de precios". Es cierto que se exasperó semanas atrás, al ver que, a los primeros impulsos provocados por el relajamiento de los controles en noviembre y la devaluación de diciembre, se agregaba en marzo una tercera ola de aumentos. "Son una manga de hijos de puta", lo oyeron decir. 


Esa actitud de reproche cundió rápidamente en el gabinete. No hay, por lo menos en América latina, nada más redituable en adhesiones que cuestionar a las empresas. El martes, horas después del reto de Presidente en el Cippec, Guillermo Dietrich, ministro de Transporte, visitó la UIA con una exhortación de doble filo: les dijo a los anfitriones que la interacción con el sector privado sería en adelante transparente, incluso con un 30% menos en los costos, pero agregó que admitía que ese mensaje podría molestar a muchos referentes de la obra pública habituados a otra cosa. "Esto lo vengo escuchando desde Alfonsín", desconfió después uno de los presentes. La insinuación de Dietrich, que incluyó referencias a Lázaro Báez, tuvo que ser digerida en silencio por dirigentes que venían molestos por cuestiones más profanas, como las tarifas y el costo de la materia prima. Acabó siendo un día de emociones. Al ver que el ministro se retiraba y que algunos miembros de la junta directiva fabril amagaban con seguirlo, José Luis Coll, líder de la Unión Industrial de Misiones, se quedó sentado. 

"¿Me gasté 10.000 pesos en el pasaje hasta acá y no vamos a hablar de nuestros problemas?", se exasperó. Ya el almuerzo que el Grupo Industriales, una de las corrientes internas de la UIA, había tenido momentos antes en un hotel que queda a la vuelta les había servido a varios de ellos como catarsis. El entrerriano Héctor Motta, productor avícola, dijo por ejemplo que no sólo venía sufriendo alzas en el costo del maíz, su principal insumo, sino que también había detectado el ingreso de pollos importados, y los santafecinos Guillermo Moretti y Juan Carlos Garrera insistieron con los aumentos en la electricidad. Será difícil que, más allá de alguna medida inminente para atenuar algo los costos de algunos, el Gobierno remueva del todo esa piedra del camino. Si lo que se propone es normalizar los desajustes, el desastre energético es uno de los principales. Esa prioridad molesta en el sector manufacturero. "Soy un técnico", se definió a sí mismo Juan José Aranguren en una conversación con el gobernador Miguel Lifschitz, que le había transmitido la preocupación de los empresarios de Santa Fe, y varios industriales lo tomaron como blasfemia económica. La obsesión por la energía forma parte del plan medular: el equipo económico pretende que la reactivación no llegue a través del consumo, esquema que el gobierno anterior financió principalmente con emisión monetaria y manoteando los stocks, sino mediante inversiones en infraestructura para generar empleo. Es un camino más lento y, por lo tanto, incierto en un país altamente politizado, corporativo y poco abocado al fondo de las cosas y el largo plazo. Son costumbres demasiado arraigadas para desandar. El kirchnerismo no surgió por generación espontánea.

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