Por Carlos Pagni/La Nación.-
Cristina Kirchner lucha contra la sombra terrible de su esposo. Néstor Kirchner reaparece con otro nombre: Jaime. El arrepentido Ricardo Jaime fue uno de sus funcionarios predilectos. Cuando estalló el escándalo Southern Winds, que inauguró la asociación entre kirchnerismo y narcotráfico, la entonces senadora entró en el despacho presidencial a los gritos: "Por Jaime vas a terminar preso". Jaime fue, antes que nada, el recaudador de los aportes del transporte. A los funcionarios que disentían de él -Ricardo Cirielli, por ejemplo-, Néstor los echaba.
El espía "Jaime" Stiuso fue otro compinche de Kirchner, que se fascinó con él al descubrir su habilidad para coaccionar. Lo utilizó para presionar a jueces, funcionarios, empresarios, opositores, periodistas. Ella, en un espectáculo nunca visto, pidió en la ONU que le devuelvan al espía porque se le había escapado.
Los dos Jaimes son parte de la herencia de Néstor. Simbolizan dos dimensiones del poder que lo obsesionaban. La caja y el apriete. Los materiales con los que "reinventó la política".
