EL PAPA CON LOS PERIODISTAS DURANTE EL VUELO HACIA CUBA |
Por Andrea Tornielli, vuelo Roma-La Habana/Vatican Insider.-
La periodista de la cadena Univisión le regaló a Francisco una caja de empanadas preparadas por un restaurante de Miami. El Papa las mandó descongelar, dividir en pequeños pedacitos y distribuirlos a todos los periodistas del séquito
Como ya es tradicional, Papa Francisco pasó a saludar, uno por uno, a los periodistas que lo acompañan durante el vuelo hacia Cuba (y que también viajarán a Estados Unidos). Después de haber pronunciado algunas palabras, narrando principalmente la emoción que sintió poco antes de despegar, cuando al salir del Vaticano se encontró con una de las dos familias de prófugos sirios hospedadas después de su llamado, el Papa atravesó el corredor del avión. En la sección de la cola del avión, en donde viajan 74 periodistas, se entretuvo más de media hora y se retiró, como siempre, lleno de libros, regalos, trofeos, cartas, recados, homenaje, y después de haber concedido varios «selfies».
Andrés Beltramo Alvarez, de la agencia mexicana Notimex y de di Vatican Insider, le hizo escuchar un mensaje de una de sus hijas grabado con su celular. Jean-Louis de la Vassiere, de la agencia France Press, le regaló a Francisco su último libro, dedicado justamente a él. La enviada italiana de Tv2000, Cristina Caricato, le enseñó los emociones de su celular en los que aparece con caras simpáticas; el Papa le respondió: «Estoy mejor ahí que en la realidad». El periodista de Telemundo le entregó, en nombre de la emisora, una copia del Premio Emmy concedido por la cobertura televisiva del Cónclave. La periodista argentina Elisabeta Piqué le regaló una caja de dulces de leche.
Además de decenas de cartas, el Papa recibió una caja grande atada con una cinta azul. Estaba llena de empanadas. Se la regaló María Antonieta Collins, periodista de la cadena televisiva Univisión que viajó de Miami a Roma para volver a embarcarse en el vuelo papal hacia Cuba. Mandó preparar las empanadas, plato que le gusta mucho a Bergoglio en uno de los mejores restaurantes de Miami. Las empanadas estuvieron dos días en un congelador de Roma.
El Papa se las pasó inmediatamente al personal del vuelo Alitalia, para que las descongelaran y las ofrecieran antes del almuerzo a todos los que viajaban en el avión. Fueron divididas en pequeños pedazos para ser servidas.
En el libro «Francisco. El Papa de la gente. De la infancia a la elección papal, una vida al servicio de los demás», la periodista Evangelina Himitian contó un episodio sobre Bergoglio y las empanadas. «Puedo decir que una vez -escribió la autora- lo vi multiplicar la comida, como hizo Jesús con los panes y los peces». Era octubre de 2012 y la periodista colaboraba con la Sala de prensa de los encuentros ecuménicos de católicos y evangélicos de los que el cardenal Bergoglio era uno de los organizadores. «En el estadio en el que se desarrollaba el encuentro -explica Evangelina Himitan- la administración no permitía que se introdujera comida, por lo que durante las pausas todos los presentes tenían que comprar de comer ahí mismo. La oferta no era muy variada: había solo empanadas, y además eran pocas. Era un día de fiesta nacional y no había en programa otros eventos. Alguno le dijo a Bergoglio si quería ir a comer en el exclusivo barrio de Puerto Madero, a pocos pasos del estadio, en el que había restaurantes elegantes, pero él respondió que se habría quedado a comer con todos los demás».
«Cuando nosotros los periodistas nos tomamos una pausa para el almuerzo -continúa Evangelina en el epílogo del libro- ya era demasiado tarde y no había quedado casi nada. Mientras recorríamos la sala en donde servían la comida, Bergoglio se acercó, nos saludó uno por uno y nos agradeció por nuestro trabajo. Nos sentamos en la última mesa. La mesera trajo un plato con cinco empanadas, pero nosotros éramos ocho. Alguno tomó la iniciativa y comenzó a cortarlas a la mitad. Compartir: este era el espíritu del encuentro. Y, como fuera, no teníamos de otra».
«Desde su mesa, al otro lado de la sala, Bergoglio vio nuestros movimientos y comprendió. Se levantó y comenzó a preguntarles a los demás presentes si ya habían acabado de comer. Recuperó de las manos de pastores y sacerdotes las últimas empanadas, las reunió en un plato y nos las llevó. Conmovidos por su gesto tan premuroso, nos sentimos halagados y muy sorprendidos. Había multiplicado la comida… El hombre que hoy ocupa la Cátedra de Pedro había visto una necesidad y la había colmado, mientras que nadie más se había dado cuenta».