Por Roman Lejtman/El Cronista.-
Cuando la muerte de Alberto Nisman golpeó a la Argentina, Cristina diseñó un camino de salida del gobierno que implicaba su renuncia y forzar la caída de Amado Boudou y Gerardo Zamora, eventuales sucesores por la ley de Acefalía, para entronar en la Casa Rosada a Julián Domínguez, actual presidente de la Cámara de Diputados. Domínguez tenía que asumir después de las PASO y como primer acto institucional debía firmar un decreto de necesidad de urgencia que clausurara la comparecencia judicial de CFK, frente a las diversas causas abiertas que investigan la corrupción de su gobierno.
Cristina ya había ordenado a Carlos Zannini analizar los antecedentes legales y estaba bosquejando su discurso de despedida, cuando comprendió que su fuga del poder no era aprobada por Francisco, preocupado por el caso Nisman y sus consecuencias políticas y judiciales.
El plan de CFK sólo era conocido por su familia y sus funcionarios de extrema confianza y sería comunicado a Boudou, Zamora y Domínguez cuando estuviera cerrado en Olivos y Roma. Pero Francisco considera fundamental para la consolidación del sistema democrático que Cristina entregue la banda presidencial a un sucesor elegido en comicios libres y transparentes, un convicción política e institucional que chocó con la estrategia urdida en la soledad del poder.
La consulta a Roma voló entre la muerte dudosa del fiscal Nisman y la marcha del 18 de febrero, cuando aún estaba vigente la denuncia de encubrimiento contra CFK que pretendió enterrar el juez federal Daniel Rafecas, con una resolución que ahora estudia la Cámara Federal bajo la presión constante de la Casa Rosada.
En esos días, la Presidente dormía poco y aguardaba con premura y tensión que llegara la respuesta desde Europa.
Cristina quería que Francisco intercediera ante los candidatos a Presidente para evitar su rechazo al plan de fuga y que usara su influencia en la justicia federal para obtener piedad en las causas que investigan su presunta participación en hechos de corrupción. Si esto finalmente ocurría, CFK, Boudou y Zamora renunciaban, Domínguez juraba como presidente y Zannini imprimía un decreto de Necesidad de Urgencia que establecía un perdón judicial a la Presidente que anticipaba su salida del poder.
Francisco detonó las aspiraciones políticas de CFK. Rechaza la crisis institucional como artilugio político y apuesta a la democracia como método para dirimir diferencias y resolver encrucijadas históricas. La fuerte negativa del Papa hundió el plan de fuga y evitó un nuevo capítulo traumático en la historia nacional.
Pero Francisco no sólo mira con atención al gobierno. Durante un reportaje concedido a la Cárcova News, un periódico que se edita en Buenos Aires, exhibió sus preocupaciones por la plataforma electoral de la oposición y el origen de sus fondos de financiación.
¿Hay algo que quiera sugerirle a los gobernantes argentinos en un año de elecciones?, preguntaron los jóvenes de la Cárcova News.
Primero, una plataforma electoral clara. Que cada uno diga: nosotros, si somos gobierno, vamos a hacer esto. Bien concreto. La plataforma electoral es muy sana, y ayuda a la gente a ver lo que piensa cada uno. Segundo, honestidad en la presentación de la propia postura. Y tercero es una de las cosas que tenemos que lograr, ojalá la podamos lograr, una campaña electoral de tipo gratuito, no financiada. Porque en las financiaciones de las campañas electorales entran muchos intereses que después te pasan factura. Entonces, hay que ser independientes de cualquiera que me pueda financiar una campaña electoral.
Cuando Francisco aún era Jorge Bergoglio, se probó que empresarios vinculados al tráfico ilegal de efedrina financiaron la campaña electoral de Cristina, y su intención ahora es que jamás se repita esa historia trágica y oscura de la política nacional. Por eso tampoco fue casualidad la visita de la monja Martha Pelloni al Vaticano, quien tras reunirse con el Papa alertó sobre el avance del narcotráfico en la Argentina.
Por unos días, molesta y decepcionada, CFK criticó a Francisco por su oposición al plan de fuga. Pero ya se le pasó: ordenó a Eduardo Valdez, embajador argentino en el Vaticano, que proponga un último encuentro con el Papa antes que concluya su mandato presidencial. Será en Roma y después del ballotage. Francisco reza para que nada interfiera en las elecciones y la transición política. Ni siquiera una foto protocolar, a las puertas de Santa Marta.