Por Elisabetta Piqué/La Nación.-
Pasó lo mismo con Juan Pablo II y los polacos a partir de 1978. La gran diferencia es que no existían ni Internet, ni Facebook, ni Twitter. Ahora, personajes con ambiciones políticas pueden subir su foto con el Papa a las redes sociales o hacer Photoshop, como el mismo Francisco contó que ocurrió, sin ocultar cierto fastidio, en la entrevista que concedió en diciembre pasado a LA NACION.
Entonces anunció que, al acercarse un año electoral, iba a "cortar" su política de puertas abiertas a sus compatriotas (la misma que había tenido como arzobispos de Buenos Aires y en el primer año de pontificado).
"Si viene algún político, que vaya donde está el corralito de la audiencia general de los miércoles... Me contaron, no sé si es verdad, que uno que recibí ahí retocó la foto, como que lo hubiera recibido en un lugar cerrado para hacer creer que fue privado", había revelado.
Igual de auténtico y directo, en la entrevista a Televisa difundida ayer -que probablemente decidió conceder después del cortocircuito por la mexicanización del país-, el Papa redondeó el concepto. "A veces me he sentido usado por la política del país", sentenció.
El Pontífice no se refirió a las miles de personas anónimas, a la gente común, los que no acceden al corralito de los VIP, sino a la parte "popular" de la Plaza San Pedro, que se desvive por ofrecerle un mate y que siente un genuino orgullo por el papa argentino.
"Hay gente muy buena que viene, gente sencilla, y siempre están los que tratan de sacar tajada", había dicho, de hecho, en la entrevista a LA NACION de diciembre pasado, distinguiendo claramente a unos y otros: los que lo intentan usarlo políticamente y los que no.
Especular a quién se refería específicamente cuando dijo que se sintió usado por la política del país no es fácil. Desde que fue elegido -cuando Buenos Aires amaneció empapelada por afiches del Papa "peronista", una primera manipulación-, el desfile de políticos, funcionarios, sindicalistas, candidatos, intendentes, jueces, empresarios, deportistas, artistas, de todo tipo y color, fue incesante. Todo dirigente con aspiraciones políticas quiere la foto-audiencia con Francisco, presume ser vocero y amigo de Francisco e intérprete de Francisco.
El primer papa argentino, pero que ahora es el papa de todos -y jefe de un pequeño Estado que no debe inmiscuirse en asuntos internos de otro Estado-, sabe que hay muchos que intentan manipular su figura.
Por ejemplo, aquellos que, para llevar agua a su molino, llaman a conferencias de prensa asegurando haber sido "recibidos" por el Pontífice, cuando en verdad sólo fueron saludados al pasar en el denominado "besamanos" posterior a la audiencia general de los miércoles. O los que abusan de su tiempo y generosidad.
Pero, como dijo ayer claramente en la entrevista a Televisa, recuerda muy bien que a Jorge Bergoglio -un arzobispo en su momento incómodo- algunos no lo querían. "Claro, los argentinos cuando vieron a un papa argentino se olvidaron de todos los que estaban a favor o en contra del papa argentino", dijo. Pareció aludir así a esos silbidos que hubo en Tecnópolis en la histórica tarde del 13 de marzo de 2013, cuando llegó la noticia de su elección durante un acto que encabezaba la Presidenta. Y al rápido giro de su Gobierno, al entender que era mejor realinearse con ese Papa que enseguida conquistó al mundo con un humilde "buonasera".
