Por Juan Gossen/Diario HOY.-
La presidenta Cristina Fernández decidió concluir su mandato de la peor forma, al crear las condiciones para que la recesión que venimos padeciendo desde hace meses, y de la que hemos dado cuenta detalladamente en las páginas del diario Hoy, se profundice de forma alarmante tras el default.
La puesta en escena que hizo la primera mandataria en la semana que pasó, junto a su ministro “estrella”, Axel Kicillof, para intentar tapar con un relato épico totalmente ficticio lo que en realidad fue un rotundo fracaso del gobierno nacional en Nueva York, debería ser tema de estudio para el psicoanálisis.
Cuesta entender cómo, ante el hecho concreto y evidente del default de la Argentina, siendo la segunda cesación de pagos en poco más de 12 años, alguien intente hacer creer a la ciudadanía que la administración K está librando una suerte de cruzada contra el imperialismo financiero internacional.
La realidad es que el país entró en default producto del cúmulo de errores que se han cometido en la mal llamada “década ganada”, en lo que se refiere a la renegociación de la deuda externa. Además de haber convalidado compromisos ilegales e ilegítimos -hechos que fueron confirmados por la Justicia de nuestro país-, el kirchnerismo dejó numerosos flancos abiertos que supieron ser aprovechados por los fondos buitres. Por ejemplo, en los canjes de deuda de los años 2005 y 2010, se establecieron cláusulas que son absolutamente leoninas para el interés nacional, llevando a que los conflictos con los acreedores se terminen dirimiendo en la Justicia de otro país (en este caso en los tribunales de Nueva York), renunciando voluntariamente a nuestra soberanía.
Asimismo, distintos hechos ocurridos en los últimos años, como el embargo de la Fragata Libertad impulsado por los fondos buitres, alertaron que deberían haberse tomado acciones precautorias para evitar lo que finalmente ocurrió. Nada de eso se hizo. Y ahora estamos pagando las consecuencias. Los K sufrieron una dura derrota en el juego que ellos voluntariamente decidieron disputar, en base a las reglas que rigen en los mercados financieros en los que, como se sabe, siempre termina imponiéndose el más fuerte o el más astuto.
Sin idea claras ni planes estratégicos, el kirchnerismo intentó congraciarse a toda costa con el poder financiero internacional, sin tener un plan de acción coherente ni contactos en los centros de poder mundial. En ese sentido, impulsó un escandaloso pago por adelantado –sin que nadie lo exigiera- de 10 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional. Esto no redituó en ningún beneficio para el país. La supuesta lluvia de inversiones que iba a llegar nunca ocurrió. Y no es para menos: la incertidumbre y la falta de confianza de las medidas económicas impulsadas por un gobierno de improvisados, hicieron que los capitales decidieran esquivar a la Argentina.
Los K también pactaron con las empresas privatizadas que habían planteado demandas ante el CIADI, el tribunal arbitral del Banco Mundial.
Para ese fin se destinaron más de 500 millones de dólares que terminaron favoreciendo a los intereses que durante años explotaron y expoliaron los recursos naturales de todos los argentinos. ¿El resultado? La Argentina es un país que ha perdido la soberanía energética, lo que lleva a que las cajas del Estado se estén desangrando ante la necesidad de importar hidrocarburos.
El gobierno nacional también pactó con Repsol, entregando 6.500 millones de dólares en bonos, que sumarán más de US$ 9.000 millones con el pago de los intereses. Luego de haber compartido una estrecha sociedad en YPF que duró años, los K terminaron por premiar a una compañía que saqueó los recursos naturales de nuestro territorio, dejando un pasivo ambiental cuyo costo cubre con creces lo que terminarán pagando las próximas generaciones de argentinos.
La frutilla del postre es el infame arreglo para el pago de la deuda de 5200 millones de dólares el Club de París, que sumó 4.735 millones de dólares extra entre intereses y "punitorios", con el agravante de que según los propios datos de Economía, se acumularon entre el 2004 y mayo del 2014. Es decir, en apenas 10 años la política de "desendeudamiento" del Gobierno alcanzó “el milagro” de duplicar la deuda con el foro informal de acreedores oficiales y países deudores.
En definitiva, el kirchnerismo ha logrado combinar una importante dosis de ineptitud y corrupción en lo que atañe a la negociación de la deuda externa.
Lamentablemente, las consecuencias no serán pagadas mayormente por este gobierno, al que le quedan solamente 16 meses en el poder. Se está condicionando de sobremanera a la gestión que asumirá en diciembre de 2015, que deberá hacer frente a un panorama extremadamente complejo.
El default también llevará a que muchas empresas que actualmente funcionan en la Argentina busquen su destino fuera de nuestro territorio. En un sistema capitalista, nadie en su sano juicio arriesgará su dinero sabiendo de antemano que terminará perdiendo. Esto se traducirá en un incremento muy importante en la caída de los puestos de trabajo.
Al mismo tiempo, tal como hemos expresado en las páginas de este diario en la semana que pasó, la cesación de pagos también conlleva una aceleración de la fuga de capitales, lo que llevará a que la tendencia alcista del dólar blue se intensifique, impulsando nuevas presiones devaluacionistas.
Todos estos efectos negativos no se verán de un día para el otro. Comenzarán a registrarse con el correr de las semanas, siempre y cuando no se pongan en marcha planes y acciones correctivas. Está claro que este gobierno es incapaz de encontrar soluciones: por eso se necesita que aquellos sectores, que están mirando el conflicto desde la tribuna, empiecen a meter los pies en el barro.
