HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

martes, 15 de julio de 2014

UN CAOS SOCIAL QUE SE GENERALIZA: Que el árbol no tape el bosque


   Por Diario HOY.- ¿Qué puede llevar a que un festejo multitudinario, por la alegría generada tras la participación de la selección en el Mundial, termine en una batalla campal? La única razón hay que buscarla en la situación económica y social que se registra a lo largo y ancho del país, con miles de compatriotas viviendo en la marginalidad extrema, padeciendo situaciones de violencia cotidiana, intentando sobrevivir –en muchos casos- con las dádivas que discrecionalmente distribuyen los punteros políticos. Por más alegría y sastisfacción que nos genere la destaca participación de nuestra Selección en el Mundial, la crudeza de la realidad de nuestro país se termina imponiendo. Un árbol no puede tapar el bosque.
Cuando en un país como la Argentina, en el que está todo por hacerse, se impone la matriz del saqueo y de la corrupción, y no se generan condiciones para que cada habitante pueda tener un empleo digno, que le garantice aunque sea poder acceder a bienes y servicios básicos en función del sudor de su frente, la marginalidad y la promiscuidad se expande de forma acelerada.

Tener a distintas generaciones de argentinos sin conocer lo que es la cultura del trabajo, termina dañando seriamente el lazo social que es lo que nos permite vivir en comunidad. Y si a ello se le suman los efectos del alcohol y de los estupefacientes, tenemos una bomba explosiva en materia social muy difícil de desactivar. Los incidentes que se registraron el fin de semana en Capital Federal y en las principales ciudades del país (entre ellas La Plata), que llevaron a que ayer los propios integrantes de la Selección decidieran emitir un comunicado para cancelar los festejos en la Nueve de Julio, no fueron hechos aislados y fortuitos. Se sabía con anticipación lo que iba a ocurrir, y las fuerzas de seguridad no hicieron absolutamente nada para impedirlo. En un perverso juego de echarse la culpa, el gobierno nacional y la Jefatura de Gobierno porteño se responsabilizaron mutuamente por no haber intervenido en tiempo y forma. 


Se hizo un debate como si se tratara de definir si fue primero el huevo o la gallina, cuando lo más importante fue la indefensión que vivieron y sintieron los miles de hinchas argentinos que el domingo pasado quisieron ir a expresar el orgullo que sentían por su Selección, y terminaron presenciado en vivo y en directo escenas de violencia extrema como si estuviésemos en una guerra civil. Desde el gobierno kirchnerista, se puso como excusa que los grupos violentos eran barrabravas. Fue el reconocimiento del fracaso: el hecho de que existan estos grupos de violentos en el ambiente del fútbol, mano de obra barata que actúa como fuerza de choque del mejor postor, es la cabal muestra de la situación de caos que se vive el país, donde la ley de la selva le está ganando terreno a la comunidad organizada. Durante la mal llamada década ganada, los barras se han institucionalizado. Además de ser fuerzas de choque, también comenzaron a manejar negocios en sociedad con dirigentes de los clubes y de la política, llevando a que el fútbol pasara a de ser la principal pasión de multitudes de nuestro país a un sangriento negocio. Ahora bien, la violencia en el fútbol se replica, con creces, en otros ámbitos de la sociedad. Cabe recordar que, a finales del año pasado, tuvimos que vivir una situación similar cuando en medio de una rebelión policial, se produjeron saqueos en distintos puntos del país. 

Marginales dispuestos a todo, sin absolutamente nada que perder, se animaron a vaciar comercios, formando parte de hordas descontroladas que arrasaban todo lo que tenían en su camino. Pese a que desde el plano discursivo, kirchnerismo y macrismo se reconocen como espacios antagónicos, tienen muchos puntos en común. Por ejemplo, lejos de querer combatir las causas que llevan a que cada vez haya más pobres e indigentes en nuestra patria, tanto los K como los seguidores de Mauricio Macri hacen un negocio político con los pobres. Y por ello avalan que se expandan sin freno los asentamientos en territorio porteño, como la Villa 31. Eso significa seguir amuchando gente, en condiciones de hacinamiento extremo, para conseguir el voto fácil a cambio de miserables dádivas. Un pueblo con trabajo y educación, posee un espíritu crítico que eleva el nivel de exigencia a la dirigencia a la política. Es por ello que a muchos de los que hoy forman parte de la clase dirigente no les conviene modificar el status quo. Ellos se niegan a poner fin al hecho escandaloso que significa que, en un país repleto de recursos naturales como es la Argentina, tengamos a uno de cada cuatro compatriotas viviendo en la pobreza o en la indigencia.

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