Por Diario HOY.-
El cepo para vender dólares a los bancos y el papelón ocurrido con una falsa carta del Papa que fue colgada en el sitio oficial de la Presidencia de la Nación fueron dos hechos concretos que mostraron ayer, con una claridad meridiana, la profunda crisis del gobierno nacional.
El problema no es sólo económico: se está poniendo en evidencia una preocupante falta de conducción política de una administración que se encuentra en franca retirada.
La medida adoptada por el Banco Central fue de carácter extremo. Bloqueó las divisas que necesitan los bancos para cancelar las operaciones comerciales de los importadores que tienen como clientes. Lo que está en juego, nada más y nada menos, son todos los bienes de capital –herramientas, insumos, etc- que necesita la economía, que ya se encuentra en recesión, para no paralizarse definitivamente.
Semejante manotazo de ahogado tiene muy poco alcance. La Argentina carece de sistema productivo como es la Argentina y entraría en caos en pocos días en caso de que una medida tan extravagante se siga aplicando.
En medio de este conflictivo panorama circularon fuertes rumores de renuncia del presidente del Banco Central, Juan Carlos Fabrega, el único funcionario del gobierno K que hasta ayer despertaba cierto respeto en los principales actores económicos. Fabrega mantiene una feroz interna con el ministro de Economía, Axel “el camporista” Kicillof, un funcionario que pasará a la historia como un gran hacedor de fracasos. Debutó con una devaluación del 20% y todas sus iniciativas terminaron en fracaso, al punto que la inflación se acerca al 40% anual, la más alta desde la crisis de 2002.
Como si fuera poco, cuando fue vox populi la aplicación de esta suerte de cepo o corralito encubierto para la venta de dólares, desde el Banco Central salieron a intentar desmentir lo que había sido evidente. “No hubo nada sorpresivo ni inusual. Puede haber habido alguna reprogramación de una operación puntual, pero nada significativo", dijeron. No se le creyeron ni ellos. Quisieron tapar el sol con un dedo. Sin voz de mando La interna entre Fábrega y Kicillof, muestra a su vez, que la anarquía se está apoderando del gobierno. La presidenta Cristina Kirchner, que suele rodearse de obsecuentes que trabajan de aplaudidores, ya ni siquiera es capaz de garantizar el mínimo orden y cohesión interna en su administración. La presidenta, que hizo de la verticalidad extrema su forma de conducción política, se está quedando sin voz de mando. De lo contrario su gobierno no hubiese pasado el papelón de ayer cuando hizo difundir una carta del Papa dirigida a ella que convocaba a una “convivencia pacífica”, que fue desmentida a las pocas horas desde el Vaticano.
Las excusas no tardaron en hacerse oír. El secretario de Culto y el secretario general de la Presidencia, Guillermo Olivieri y Oscar Parrilli, salieron a querer dar explicaciones, que sembraron más dudas que certezas. Los propios funcionarios reconocieron que no le prestaron atención al hecho de que la misiva fue fechada el 15 de mayo, que tenía errores ortográficos y que no contaba con el membrete que suele utilizar Papa.
“No sabemos por qué dicen que es falsa”, dijeron de manera insólita y hasta pretendieron responsabilizar a la Nunciatura. Fue grotesto y más si se tiene en cuenta que este mismo gobierno atacó de forma permanente y sistemática al cardenal Jorge Bergoglio, antes de que llegar a ser Nuestro Papa gaucho, por el sólo hecho de que el ahora Sumo Pontífice alertaba sobre el crecimiento de la pobreza, del narcotráfico y de la corrupción en nuestro país.
Seguramente, hoy y durante el fin de semana, se escucharán otras excusas oficiales. Habrá kirchneristas que hablarán de operaciones de inteligencia, de supuestos intentos desestabilizadores y otro tipo de fantasmas. La única verdad es la realidad: si un gobierno comete semejante error con este tema, difícilmente pueda encontrarle una salida a la crisis que causa estragos en nuestro país.
Fuegos de artificio
En la misma jornada en que ocurrió el papelón con la falsa carta del Papa y en que temblaron los mercados por el bloqueo de divisas del Banco Central, la presidenta se dedicó a actos menores. Primero estuvo con Florencio Randazzo, presentando los nuevos trenes de la línea Sarmiento, comprados a China, que en lugar de constituir una solución a la crisis ferroviaria que existe en el país, parece un negocio turbio, al punto que la mayoría de los talleres que durante décadas construyeron las formaciones que circulaban en la Argentina continúan cerrados o paralizados. Luego participó de la inauguración de un sanatorio del gremio Smata, uno de los sindicatos más cercanos a la Casa Rosada, en momentos en que sus afiliados están siendo suspendidos en masa por la crisis automotriz.