Por Ramiro Sagasti/La Nación.-
En Moreno asesinaron a tres vecinos por quemar un aguantadero. Esas casas están vacías desde el último Viernes Santo: la de los Villalba, la de los Benítez y las de los testigos que vieron la masacre.
A Hugo Villalba, de 25 años, lo mataron de 13 puñaladas y dos tiros en la cara; a Porfirio Benítez, de 45, lo degollaron y le llenaron el torso de tajos; Eugenio, de 28 y hermano de Hugo, recibió cuatro puñaladas y murió días después en el hospital de San Miguel.
Los Villalba y otros vecinos habían incendiado un aguantadero . Era apenas una casilla de madera y estaba vacía cuando la prendieron fuego. Pero los mataron igual, y reforzaron la saña para que quede bien claro quién manda en el barrio Cuartel V, partido de Moreno, en el lejano oeste del conurbano bonaerense, a una hora de la Plaza de Mayo.
Hay cinco detenidos por el triple crimen, pero esas capturas no neutralizaron el miedo que flota en este suburbio, donde viven unas 60.000 personas.
El miedo, allí, ya es parte del aire. "Amenazaron de muerte a todos. Los testigos se fueron del barrio. Yo también me fui. No tengo más ganas de vivir ahí; tengo un nene de un año y cuatro meses. Nadie quiere vivir ahí", contó una de las hermanas de Benítez, que, por temor, no quiso dar su nombre ni ser fotografiada.
La mujer accedió a acompañar a LA NACION a recorrer el barrio, pero nunca se bajaría del auto. Antes de iniciar el viaje, su madre, Robustiana, dijo en guaraní que la gente en el fondo está poseída por el diablo y rezó unas oraciones.
A Cuartel V todavía no llega el plan de emergencia en seguridad que decretó el gobernador bonaerense Daniel Scioli. Ni las ambulancias ni los camiones de residuos. Un carro tirado por un caballo cansado se detiene frente a una casa. Un hombre agrega más desechos a su carga pestilente. Los carreros le cobran 150 pesos por mes a cada familia para llevarse la basura y tirarla en otra parte, en algún descampado no muy lejano.
El negocio del transporte lo manejan unos remises truchos; parecen coches bomba, de tan gastados que están. Cobran unos 60 pesos para trasladar a los lugareños, que suelen viajar de a cuatro para abaratar costos.
Los vecinos consiguieron, recientemente, que entrara la línea 365, luego de las presiones y las amenazas de los remiseros. El colectivo, sin embargo, sólo llega hasta donde termina el asfalto. Pero el barrio sigue quién sabe cuántas manzanas más, donde los caminos son de tierra y están llenos de pozos y piedras. Es difícil avanzar en vehículos, pero se puede, muy lentamente, así que esa parte, la mayor parte, la siguen dominando los remiseros, a quienes también se acusa de participar de otros negocios. Turbios.
SOSPECHAS DE CORRUPCIÓN
Dicen que al comisario anterior, Gustavo Quemehuencho, los remiseros le habrían pagado una cuota de 1000 pesos mensuales para que los dejara trabajar tranquilos.
El diputado provincial del Frente Amplio Progresista (FAP) Ricardo Vago -que es de Moreno, alertó sobre el crimen y participó en la recorrida- contó además que la madre de una niña de 14 años fue a la comisaría a denunciar que su hija había sido prostituida por un carnicero del barrio y que el comisario Quemehuencho no le habría querido tomar la denuncia. El carnicero fue detenido, por pedido del fiscal Federico Luppi, que también investiga el triple crimen.
"A los remiseros se los asocia con la droga y la trata de personas. Una de las paradas está justo enfrente de donde estaba la carnicería donde era prostituida la chiquita", dijo el legislador, que presentó un proyecto de declaración para que la policía refuerce la zona. Al pasar por la carnicería, unos remiseros pusieron sus peores caras de malo para escudriñar a LA NACION y sus acompañantes.
Las acusaciones contra el comisario Quemehuencho no fueron probadas, pero el ministro de Seguridad, Alejandro Granados, lo removió igual, preventivamente. En su lugar, designó al comisario Néstor Fabián Aranda, que el jueves 10 de este mes se hizo cargo de la seccional. A los pocos días, ocurrió la masacre y el violento desalojo en las tierras de la Cerámica Stefani (ver aparte).
Así que en este barrio -como en tantos otros del conurbano donde- rige otro sistema, con otras normas: espontáneas y violentas. Los vecinos ya hablan de sicarios y de un "nido de transas" (vendedores de droga), a unos cuatrocientos metros del lugar donde se cometió el triple crimen.
Un policía de la zona dijo a este redactor: "No, no. No hay tanto delito, la mayor cantidad de homicidios son entre paraguayos. Mucha gente paraguaya. En este caso, también. Las víctimas y los detenidos son todos paraguayos". Curiosa caracterización de la inseguridad, los delincuentes y las víctimas.
"Eso es lo que piensan: «Son paraguayos, que se maten entre ellos» -dijo la hermana de Porfirio-. Como si fuéramos delincuentes. Nosotros somos trabajadores. Si se fija bien, nuestras casas son de material. Las que ve de madera, ésas son las de los vagos o los delincuentes, pero la mayoría son casas de material, ¿ve? Buenas casas." Es cierto: la mayoría de las casas son de ladrillos y cemento. Muchas están a medio terminar; durante la recorrida, estaban vacías y silenciosas. La mujer explicó que era porque todos estaban en sus trabajos. "Si viene el fin de semana, va a ver a todos construyendo sus casas."
PODER TERRITORIAL
El jueves 17, Porfirio Benítez había estado trabajando hasta tarde, haciendo una losa en la construcción de unos familiares. Cuando terminó fue a su casa, entró la bicicleta, le colocó el candado a la puerta y cruzó hasta lo de los Villalba.
Días antes, sus amigos y otros vecinos habían quemado una casilla de madera donde funcionaba un aguantadero. No había nadie adentro. Sólo querían destruir ese refugio de los delincuentes. Decían que eran nuevos en el barrio, estos delincuentes, que habían llegado de la villa 31 y de la zona del Bajo Flores, en la ciudad de Buenos Aires.
Ya estaban hartos de los robos, casi permanentes. La noche anterior, la del miércoles, Hugo Villalba había disparado unos tiros al aire para ahuyentar a unos maleantes que querían asaltar el quiosco, contaron a LA NACION fuentes policiales y familiares de las víctimas.
"¡Mañana venimos por vos!", gritó uno de los maleantes. Y volvieron. Eran cinco, armados con cuchillos y armas de fuego. "¡Ahí están! ¡Les vamos a dar!", gritó uno de los cinco antes de usar el cuchillo, según escuchó un vecino.
Un policía del lugar dijo a este redactor que, al parecer, "se trató de una disputa de territorio, para demostrar quién tiene el poder". De hecho, quizá como una señal muy cruel, al cadáver de Hugo Villalba lo arrastraron hasta el aguantadero incendiado y lo dejaron allí. "Mi hermano cayó de arriba, por defender a sus amigos. Lo dejaron en el medio de la calle, donde está esa casita con la lona azul -dijo la mujer, y señaló hacia adelante-. Lo degollaron y le cortaron todo el pecho. ¿Por qué tanto salvajismo?".
Su voz tembló. Se quedó en silencio y buscó un lugar apacible del paisaje para descansar la mirada. Era un día transparente y cálido; a lo lejos, donde había sido el desalojo, había un monte: los liquidámbares habían empezado a ponerse rojos. Siguió: "¿Para qué tanta saña, si ya estaba muerto?".
EL INTENDENTE WEST SE ESCUDÓ EN EL SILENCIO
LA PLATA.-
Durante los días del desalojo y el triple crimen, muchos vecinos reclamaron la presencia del intendente de Moreno, Mariano West. Inclusive se vieron carteles con la leyenda: "Moreno sin intendente. ¿Dónde está Mariano West?" Nunca apareció. LA NACION quiso comunicarse con él para dialogar sobre los conflictos denunciados justamente en Cuartel V, pero prefirió guardar silencio. Se le envió un cuestionario por mail, tal como pidieron en la Secretaría de Prensa de la comuna, pero al cierre de esta nota el intendente no lo había respondido.