HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

lunes, 10 de marzo de 2014

EL PEOR PECADO DEL GOBIERNO


   Por Diario HOY.- El peor pecado que puede hacer un gobierno es empeñarse en no querer ver la realidad o en querer deformarla para hacerla coincidir, por la fuerza, con sus propios intereses. Así lo está haciendo el kirchnerismo, que ni siquiera se atreve a mencionar el principal problema económico que tiene la Argentina: la inflación. Al querer tapar el sol con un dedo, la administración K no tiene un diagnóstico que le sirva como guía para empezar a encontrar soluciones efectivas ante la suba sistemática, y permanente, de los precios.
Y por ello recurre a las mismas recetas como son los llamados “acuerdos de precios”, que siempre terminan fracasando. Lo único que se consigue con estos parches es incrementar la incertidumbre que, precisamente, es uno de los combustibles que alimenta las expectativas inflacionarias. 


 El ajuste 

 Este año el kirchnerismo le añadió, a sus habituales paquetes de medidas, otra receta que es conocida por los argentinos: los ajustes. Un claro ejemplo de esta situación se puso en evidencia la semana pasada cuando, en una reunión con el titular de la Unión Industrial, la presidenta Cristina Kirchner pidió que se moderen los aumentos salariales otorgados en las paritarias. Ella, que tanto se llenó la boca en los últimos años con consignas supuestamente progresistas, hablando de la equidad en la distribución del ingreso y de otras sandeces setentistas, decidió recurrir a los mecanismos de la ortodoxia liberal ante una crisis que no tiene freno. Así como los acuerdos de precios nunca constituyeron una solución efectiva y terminaron derivando en megadevaluaciones en distintos períodos de la historia, los ajustes liberales corrieron igual destino. 

La crisis de 2001, que se llevó puesta la Convertibilidad (la paridad entre el peso y el dólar que se sostenía en base a endeudamientos y a mantener congelados los salarios) lo demostró claramente. Pretender afrontar la crisis mediante ajustes que impliquen otorgar aumentos de haberes muy por debajo de la inflación real es un auténtico absurdo. Los salarios no constituyen la matriz del problema inflacionario. La realidad es que los precios suben debido a que, luego de una década de gobierno kirchnerista, tenemos un aparato productivo desbastado, incapaz de satisfacer con bienes y servicios la demanda local. Por ende, tal como lo indica cualquier manual de economía básica, cuando la oferta es escasa, los precios tienden a subir. Y si para colmo, para sostener el gasto público improductivo (el aparato clientelar que sirve para obtener el voto fácil de los que viven del asistencialismo del Estado), se recurre a la emisión monetaria, es decir a la inyección de pesos que rápidamente pierden su valor por la propia dinámica del incremento del costo de vida, nos encontramos con la situación actual que muestra una economía estancada, en estado de recesión, combinada con la ola inflacionaria más importante de los últimos 20 años. Es decir, el peor de los escenarios. 

 Efecto contrario 

 Cualquier empresario industrial, que tenga dos dedos de frente, sabe que otorgar aumentos salariales muy por debajo de la inflación le terminará resultado contraproducente. Trabajadores con salarios deprimidos significa menor poder adquisitivo, lo que lleva a que caigan las ventas, se contraiga la demanda, se desplome el mercado interno (ya de por sí muy afectado) y se agudice la recesión. Ante esta situación, es indispensable que los representantes de los empresarios, de los industriales y de los trabajadores sean los que tomen la posta. Y definan planes estratégicos que suplan la ineptitud de un gobierno totalmente carente de materia gris. Se requiere de un compromiso multisectorial. Esto implica, principalmente, que el empresariado nacional ponga su cuota de interés, planteando medidas superadoras factibles. A su vez, el movimiento obrero en su conjunto debe sentarse en esa mesa con propuestas que no se reduzcan al hecho de tener que lograr un aumento salarial para sus representados, debe ir mucho más allá. 

Obviamente, la dirigencia política, que se considera como alternativa al kirchnerismo, no puede estar ausente. Y también debe comprometerse a canalizar las propuestas alternativas, y más teniendo en cuenta que, en 2015, tal como lo indica la Constitución, habrá un nuevo gobierno en la Casa Rosada. Es indispensable que, en el corto plazo, se intente desterrar el flagelo inflacionario de raíz, y plantear medidas en esa dirección. Seguir aplicando parches, como subir las tasas de interés para secar el mercado o perseguir a los productores rurales para que liquiden sus cosechas, no sólo no solucionan absolutamente nada, sino que también resulta contraproducente. El desafío pasa por generar más riqueza, ensanchando la torta de recursos a distribuir, con reglas de juego claras que premie al que invierte, produce con valor agregado y genera trabajo genuino, dando posibilidades para que cada trabajador pueda progresar en la escala social en función de su propio esfuerzo y sacrificio. Si seguimos por el mismo camino de los últimos años, donde la torta se achica y el número de comensales es cada vez mayor, estaremos en un callejón sin salida.

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