Por Tomás Rivas/La Nación.-
La mayoría de los que exigen viviendas participaron en los incidentes de diciembre de 2010
Oscar espera sentado, tranquilo, que los delegados vuelvan con noticias. Un gendarme vino a buscarlos con la promesa de una reunión con el secretario de Seguridad, Sergio Berni, pero el hombre no tiene demasiada esperanza.
"No creo que pase nada. Es igual que en 2010. Van a venir, nos van a censar, nos van a prometer cosas y después no va a pasar nada...", se lamenta Oscar.
Alba, su esposa, lo mira de reojo, mientras controla que el otro Oscar, el de 3 años, no se vaya demasiado lejos, y que Dylan, de sólo 10 meses, siga durmiendo.
En 2010, durante la toma del Indoamericano, Oscar y Alba tenían 23 y 17 años. Su hijo tenía meses y juntos pasaron varias noches de tensión, disparos y golpes de la Policía.
Anoche todo eso revivió. Cerca de las 2, a metros de donde la familia Martínez delimitó su porción de tierra, un vecino quiso instalarse en un lugar que ya había sido "reservado". Recibió insultos, empujones, y devolvió tres disparos de escopeta. Uno de los vecinos de la Villa 20 terminó muerto. A metros de allí, decenas de familias, muchas con niños, se cubrían como podían.
Una de esas familas es la de Jesica Amanso. Tiene 30 años y cinco hijos. Los dos menores pasaron la noche con ella y se tiraron al suelo en cuanto empezaron los disparos.
"Yo también estuve en la toma del Indoamericano. Me censaron y todavía tengo el papelito ahí. Si hubiese recibido una respuesta, no estaría de otra vez acá, ¿no te parece?", dice Jesica.
Los terrenos ocupados son un predio donde la Policía Federal deposita autos incautados, en Pola y Avenida Fernández De La Cruz. Foto: LA NACION / Ricardo Pristupluk
Los terrenos ocupados son un predio donde la Policía Federal deposita autos incautados, en Pola y Avenida Fernández De La Cruz.
"Con mi marido y los chicos alquilamos una pieza en la Villa 20. Vivimos los siete ahí, en una habitación chiquita. Me cobran $1200 y ahora me quieren aumentar. No sé qué vamos a hacer. Estamos reclamando que nos den un lugar donde construir", cuenta a LA NACION sentada en la tierra, dentro del rectángulo de soga que usó para delimitar lo que pretende que sea su terreno.
"Es el Gobierno el que nos obliga a hacer esto. En 2010 nos prometieron una respuesta y ahora, tres años después, estamos igual. Nos llaman a nosotros delincuentes, porque usurpamos, pero son ellos los ladrones, que se roban y se gastan la plata con la que deberían garantizar viviendas para todos", agrega la cuñada de Jesica, que pasó la noche cerca, cuidando al resto de sus hijos.
Entre diálogos con gendarmes, Manuel Díaz repite una y otra vez que está cansado de las promesas incumplidas. "En el Indoamericano nos prometieron que nos iban a ayudar. Ahí lo tenés. El gobierno porteño hizo un parque a todo trapo y nosotros seguimos sin lugar para vivir. Yo alquilo con mi familia un cuartito, pero como tengo hijos me aumentan todo el tiempo y a veces nos echan. En el último años ya me tuve que mudar cuatro veces", se queja a la pasada.
Por ahora, el rumbo de la toma parece ser el de 2010. Las caras y los reclamos son los mismos. Habrá que esperar a ver cuál es la respuesta de las autoridades y las fuerzas de seguridad.
