Por Carlos Tórtora/El Informador.-
Estratégicamente, el gobierno está a punto de quedar seriamente descolocado. Como consecuencia de la derrota electoral del 27 O, el cristinismo optó por reaccionar tirando la casa por la ventana.
Reintrodujo a la presidente con una nueva imagen light y moderada, aceleró la reforma del INDEC, las negociaciones con los holdouts y los acuerdos con el Banco Mundial. También se abrió -formalmente al menos- al diálogo político y hasta designó un sacerdote en la SEDRONAR. Por último y rompiendo sus costumbres ultraconservadoras, la presidente cambió a sus ministros más importantes y les delegó a Jorge Capitanich y Axel Kicillof funciones que nunca los Kirchner le habían entregado a nadie. El objetivo mayor de todo era obviamente comprar tiempo.
Es decir, conseguir que el primer semestre del 2014 fuera gobernable y le permitiera al gobierno rehacerse para replantear la batalla final del 2015. Pero la sociedad -no la dirigencia- está haciendo que la estrategia oficial naufrague. La inflación que la Casa Rosada niega está disparando los reclamos policiales, preludio de todo el sector público, e inclinando a los grupos más desprotegidos a pensar en los saqueos como una salida desesperada. Hugo Moyano ya adelantó que no aceptará techos para la discusión de las próximas paritarias. La tensión social está escalando entonces rápidamente y el resultado es que el gobierno no pudo comprar el tiempo que necesita. Pero, en cambio, gastó en vano casi todos sus recursos políticos. Esto es, cambio de imagen presidencial, cambio de gabinete, nuevo estilo de gestión, etc.
Ahora da la impresión de que la gestión K entra en la etapa del día a día.
Una perspectiva de los gobiernos salientes, pero a éste le falta más de la mitad de su mandato. La crisis de las policías provinciales y la Gendarmería recién empieza, pero ya consiguió lesionar la frágil relación entre la Casa Rosada y los gobernadores. Éstos creyeron que ahora dialogarían directamente con CFK pero ocurrió todo lo contrario. La presidente se escondió detrás de Capitanich y Kicillof en una jugada obvia. Si éstos fracasan ella intentaría no pagar costos.
A todo esto, Carlos Zannini avanzó en el nuevo pacto de gobernabilidad con Mauricio Macri (ver nota aparte). El mismo equilibra el inestable acuerdo que encabezan Daniel Scioli, Sergio Massa, Martín Insaurralde y Francisco de Narváez.
Estas maniobras confusas y defensivas alientan al dirigente opositor con mejor imagen nacional, Hermes Binner, que acaba de reconocer que podría llevarlo a Julio Cobos como compañero de fórmula.
Arrojar lastre
La magnitud de la tempestad social que se avecina ya influiría en el ánimo del entorno presidencial. Zannini -y no por primera vez- estaría opinando que, salvo que la situación económica mejore, lo que no es probable, el gobierno debe prepararse para sacrificios mayores. ¿Cuáles? El más resonante sería dar un giro de 180 grados y dejar que el juez federal Ariel Lijo avance sobre Amado Boudou, cuya situación procesal se va complicando con los indicios que aparecen día a día. Hasta ahora, en Olivos se consideraba que entregar a Boudou sería encumbrar a Héctor Magnetto. Pero ahora surge otra óptica. El kirchnerismo debe llegar al 2015 en condiciones electorales competitivas y el caso Boudou hace que esto sea casi imposible. En cambio, si el vicepresidente, Guillermo Moreno, tal vez César Milani y alguno que otro impresentable más fueran procesados, Cristina podría, como su colega Dilma Rousseff, proclamar ante el mundo que a ella no le tiembla el pulso para limpiar sus propias filas. Claro que no es fácil que los chivos expiatorios acepten caer en desgracia aunque todo es, por supuesto, negociable. Este proyecto estaría lejos de resolverse pero el hecho de que el gobierno lo esté considerando habla de hasta qué punto la realidad se está filtrando en el Olimpo K.
