Por Carlos Tórtora/El Informador.-
A menos de dos semanas de las elecciones legislativas, la política nacional parece ingresar en una nuevo impasse donde lo que prevalece es la incertidumbre. La causa del desconcierto que va envolviendo a la dirigencia política -y no sólo a ella- es que nadie sabe a qué atenerse sobre el retorno de CFK a la Casa Rosada.
El montaje de misterio y suspenso en torno a este tema parece seguir el ejemplo de lo hecho por el gobierno cubano durante la primera etapa de la enfermedad de Fidel Castro. No se difundieron fotos de la presidente en las últimas semanas, lo que aumenta las dudas sobre su real estado. El compromiso de confidencialidad firmado por sus médicos induce a creer que se quiere esconder algún secreto importante. Los comunicados oficiales sobre la evolución de su salud dicen poco y nada. En cuanto a la fecha de su reasunción, desde las usinas oficiales se hacen correr todo tipo de rumores, que van desde una semana más hasta el 10 de diciembre, o sea un mes más.
La oscuridad de este proceso es tan profunda que hasta en el camino quedaron cuestiones formales pendientes. En el Boletín Oficial, que depende de Carlos Zannini, jamás se publicó el acta de transmisión del poder a Amado Boudou, todo un mensaje. No es de extrañar entonces que este clima, propio de los sistemas dictatoriales, dé lugar a distintas hipótesis que, a su vez, conformarían distintos escenarios políticos. La alternativa más acorde con las versiones oficiales sería una reasunción de CFK en plena condición física. Este retorno triunfal haría renacer la polarización anterior entre Cristina y el conjunto de la oposición. A su vez, Daniel Scioli se vería obligado a bajar el perfil y el cristinismo se reorganizaría para la próxima batalla política con su clásico estilo confrontativo.
Con Cristina en el timón, las expectativas de cambios en la economía serían mínimas y la pulseada con el Grupo Clarín por la aplicación de la ley de medios se volvería más intensa, porque la presidente le exigiría a Sabbatella resultados rápidos.
Una segunda alternativa sería menos previsible. CFK podría reasumir pero en condiciones físicas no óptimas. Esta disminución se traduciría en una agenda acotada y un perfil más bajo. Algo así desataría todo tipo de presunciones sobre sus posibilidades de continuar ejerciendo el poder hasta diciembre del 2015. Una presidente debilitada desataría una feroz lucha interna en el kirchnerismo, por ejemplo, entre los presidenciables Scioli, Sergio Urribarri y Jorge Capitanich. También se acentuarían los choques entre Amado Boudou y Carlos Zannini y las tensiones dentro del equipo económico. En cuanto a la oposición, en este caso se dividiría entre los que probablemente apuesten a sostener a CFK hasta el último día de su gestión y los que se inclinen por una renuncia anticipada. Por su inestabilidad, este escenario podría afectar la gobernabilidad, ya que el funcionamiento del hiperpresidencialismo exige un liderazgo efectivo y de fuerte presencia física permanente.
El crash
Por ultimo, con bajas probabilidades pero de ninguna manera imposible, podría ocurrir que la presidente esté preparando el camino de una renuncia. Las presiones de su grupo familiar, con su hijo Máximo a la cabeza, apuntarían en este sentido. Hasta se menciona un plan político que consistiría en precipitar la aplicación de la ley de acefalía 25.716, a través de las renuncias de CFK y Boudou. La idea sería facilitar que se llegue a la asamblea legislativa y que ésta designe a Scioli para completar el mandato. Según los cálculos del ultracristinismo, Cristina podría seguir conduciendo a los suyos mientras que el gobernador bonaerense correría el riesgo de quedar abrumado por los problemas de la economía y la falta de apoyo político.
Otra versión, también originada en Olivos, consistiría en que ella renunciaría para luego presentarse como candidata a presidente en el 2015, previo exigirle a la justicia que la habilite ya que, según el kirchnerismo, al renunciar antes de cumplirse la mitad de su mandato no se puede considerar a éste como segundo mandato. En definitiva, una renuncia dispararía una lucha por el poder en el peronismo difícil de controlar. Pero también se vería la posibilidad de que, como dijera Miguel Ángel Pichetto días atrás, aparezca un nuevo liderazgo.
Una recomposición del peronismo para el 2015 sería una mala noticia para la UCR, el socialismo y el PRO, cuyas chances de llegar al poder dependen en buena medida de enfrentarse en las urnas con un kirchnerismo debilitado y agónico y no con una nueva versión tonificada del peronismo. Para el Grupo Clarín, una renuncia le abriría la posibilidad de que se frene la aplicación de la ley de medios.