El conflicto entre CFK y Daniel Scioli está ingresando en una nueva etapa. La tregua que puso fin a la crisis de los aguinaldos dio inicio inmediatamente a una nueva metodología en el ataque del cristinismo al gobernador bonaerense. Éste firmó un decreto extendiendo por quince años las licencias de los bingos bonaerenses e inmediatamente un diputado provincial cristinista -Mario Caputo- presentó un proyecto de ley para estatizar el juego.
Horas después, Scioli autorizó un aumento del 30% de las tarifas eléctricas y Julio de Vido apareció para dejar en claro que, si se concretan estos aumentos, el gobierno nacional suprimiría el subsidio que ahora otorga al consumo eléctrico en Buenos Aires. La razón invocada por el ministro es que no sería equitativo que reciban subsidios tanto las provincias que no aumentan las tarifas y apoyan así la política de inclusión social del gobierno nacional y las que no lo hacen. Sin embargo, son unos cuantos los gobiernos provinciales que están aumentando progresivamente sus tarifas eléctricas mientras De Vido hace la vista gorda. Sin ir mas lejos, en Santa Fe, Antonio Bonfatti está llevando adelante un calendario que incluyó ya incrementos del 13,4% a partir de diciembre pasado y de un 9,8% desde marzo. Así las cosas, el nuevo conflicto por las tarifas sería la forma que encontraría el gobierno para intentar descolocar a Scioli en su punto fuerte: el apoyo de la opinión pública, siempre reacia a los aumentos tarifarios. Por el momento, aquél viene sacando ventaja en las encuestas y ahora, pensarían en Olivos, si Buenos Aires da marcha atrás con los aumentos por la presión del gobierno nacional, Cristina aparecería como la que salvó a los bonaerenses del ajuste tarifario del gobernador.
El caso es que la nueva escalada de presiones, que puede afianzarse en los próximos días, indica varias cosas. Para empezar, que el cristinismo está eligiendo un camino más pragmático y menos ruidoso que promover la destitución del gobernador. Ahora está en marcha una intervención solapada del gobierno provincial, que podría convertir a Scioli en un gobernador títere. Pero la intervención en cuestión no está a cargo del vicegobernador Gabriel Mariotto, cuyo rol sigue siendo el de verdugo, sino que las grandes decisiones de la política provincial se empiezan a tomar en Olivos. En síntesis, ésta parece ser la respuesta política del cristinismo a la reacción de Scioli ante los últimos ataques. El ex motonauta optó por no confrontar ni renunciar, lo que de algún modo le habría garantizado a la presidente que, de ahora en más, aquél repetirá la misma actitud ante los nuevos avances del poder central. El nuevo panorama abre interrogantes. ¿La intervención a Buenos Aires se limitará a la caja o se irá extendiendo también a las demás áreas de gobierno? ¿Tiene Scioli margen de acción como para cambiar su política de no renunciar ni confrontar? Todo indica que en lo inmediato estará inerme y sin capacidad de negociación con la presidente, pero que confiaría en que, si sigue mejor parado que ella en las encuestas, esta situación lo protegería políticamente. En lo puntual, el veto cristinista al aumento de tarifas tiene también gusto a venganza contra el gobernador, ya que ahora el público podría estar a favor de la Casa Rosada así como se volcó antes en su contra cuando no envió la partida para los aguinaldos.
Torneo de encuestas
Pese a su obvia situación de debilidad, Scioli todavía se las arregla para no doblegarse y aceptar lo que le exigiría la presidente. Esto es, que confronte públicamente con Clarín, que suspenda las reuniones con Hugo Moyano y, según algunos, que cante loas a la posibilidad de la reelección presidencial. Ahora, una vez más, la guerra se trasladaría a las encuestas, que indicarían si Scioli volvió a ganarle o no a Cristina en las preferencias de los bonaerenses.
