HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

sábado, 9 de junio de 2012

DÍAS DE SOMBRAS SIN LUCES


El rencor contra Lanata pudo más que la inteligencia, porque borrarlo de una historia que lleva su sello inconfundible afectó más la credibilidad de la Presidenta que la imagen del periodista. El país atraviesa un momento en que la realidad visible proyecta las sombras más oscuras del kirchnerismo religioso y del antikirchnerismo furibundo. En ambos espacios acríticos, lo perceptible deja de ser percibido. La furia antikirchnerista se excita casi de manera obscena con el dólar, dejando de percibir la diferencia entre la información y la campaña. Esa excitación desnuda una intención y una impotencia. La intención de debilitar a un gobierno que, desde 2009, acumula triunfos por paliza sobre sus opositores y sus más viscerales críticos. Y la impotencia de imponerse sobre el gobierno sin que sea un colapso económico el que, finalmente, haga colapsar al kirchnerismo. Esa impotencia es tan grande como la mediocridad del campo hipercrítico, que aún no comprendió el carácter cultural de la confrontación que divide al país y, en consecuencia, del debate que está perdiendo por no presentación. Ante tanta nulidad, sólo queda apostar al dólar, haciendo una campaña de seguimiento no menos patética y oscura que las pesquisas y prohibiciones de Guillermo Moreno. También hay patetismo y oscuridad en los gestos de la Presidenta hacia Jorge Lanata y en el fallido intento de imponer como procurador General de la Nación al elegido de Amado Boudou. VER MÁS

Páginas absurdas. Para la lógica, el absurdo irrumpe cuando una serie de proposiciones derivan, de manera inexorable, en la negación de sí mismas. Cristina Kirchner incursionó en esa dimensión al evocar la fundación de un diario y al proponer a Daniel Reposo como procurador General de la Nación. En ambos casos, la realidad visible ridiculizó la pretensión presidencial. Se puede no estar de acuerdo con Jorge Lanata, pero es sencillamente absurdo borrarlo de la historia de Página/12 . Está a la vista de todos que fue su creador y cofundador, además del director que consolidó el novedoso producto periodístico en su primera década de vida. Entre las razones de aquel éxito, están la capacidad investigativa de Horacio Verbitsky, la entrañable imaginación de Osvaldo Soriano, la impronta directiva de Ernesto Tiffenberg, el brillo humorístico de Daniel Paz, la pluma maestra de Osvaldo Bayer y el talento de periodistas como Gabriela Cerrutti, José María Pasquini Durán y tantos otros. Pero el inventor de la fórmula fue Jorge Lanata. También el que la guió durante 10 años, aportándole además estupendas notas.
Negar algo tan evidente es, sencillamente, ridículo. No se puede hacer la historia de La Opinión sin nombrar a Jacobo Timerman, ni excluir de la de Ámbito Financiero a Julio Ramos. Nombrar a quienes fueron pioneros y directores paradigmáticos no sólo es cuestión de honestidad intelectual sino también de inteligencia elemental.
En Cristina Fernández, el rencor contra Lanata (agigantado por su éxito) pudo más que la inteligencia, porque borrarlo de una historia que lleva ese sello inconfundible afectó más la credibilidad de la Presidenta que la imagen del periodista. Se dio cuenta tarde y, en lugar de enmendarse, lo atacó de nuevo, sin nombrarlo, presentándolo como fundidor de diarios.
En rigor, si el veladamente aludido diario Crítica hubiera recibido la cantidad de dinero en publicidad oficial que desde hace años reciben los medios kirchneristas, no sólo no se hubiese fundido sino que produciría las fortunas que genera el periodismo abastecido desde las arcas públicas, ese aparato mediático que se expande por el país y en el que hay quienes cobran cifras siderales, con la condición de que ataquen la imagen pública de los periodistas que figuran en las listas negras que manejan los comisarios políticos.
En la Argentina, el periodismo, como el grueso de los sectores, tiene una historia plagada de oscuridades. Pero no serán precisamente luminosas estas páginas con periodistas denostando y ridiculizando a otros periodistas.
Reposo. Igual de sombrío parece el capítulo en el que Boudou hizo que la Presidenta dañara su credibilidad y obligara a sus senadores a ridiculizarse, defendiendo la postulación para procurador General de un hombre que ni siquiera podía ser fiscal.
Daniel Reposo parecía un personaje de Peter Sellers en esa sesión que quedará en la historia como una de las más bochornosas del Senado. La oposición, que había votado en forma unánime el nombramiento de Esteban Righi pese a su abierto oficialismo, casi no tuvo que esforzarse para poner en evidencia el carácter burdo de la escena.
Por el caso Ciccone, el vicepresidente ya había obligado a Cristina Fernández a autoinfligirse un enorme daño echando a Righi y separando de la causa al juez Daniel Rafecas y al fiscal Carlos Rívolo.
De haber propuesto a un jurista incuestionable, tanto en lo profesional como en lo político, habría restaurado al menos parte del daño autoinfligido. Pero para protegerse a sí mismo, Boudou obligó al Gobierno a agravar el estropicio, en lugar de repararlo.
La increíble sesión en el Senado no puede más que agigantar las sospechas sobre el vicepresidente. Sólo algo muy turbio puede explicar una escena que evoca los tiempos menemistas que engendraban jueces como Francisco Trovato y Hernán Bernasconi, además de una Corte con figuras impresentables.
La actual Corte Suprema es de excelencia, pero su brillo es neutralizado por estamentos intermedios funcionales al Gobierno.
Por el caso Ciccone, se quiso reforzar ese blindaje judicial, pero el fracaso sobrevino con la sesión parlamentaria que colocó a la Presidenta y a sus senadores en la dimensión del absurdo.

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