SE INSINÚA UN CAMBIO EN LAS EXPECTATIVAS PARA EL 2013
¿Cuál será el costo político del ajuste?
El 24 de octubre el futuro político de la Argentina parecía escrito.
Con la oposición aplastada en las urnas y un mayor porcentaje de votos que el obtenido por Raúl Alfonsín en el ‘83, CFK se aseguró la recuperación de la mayoría en las dos cámaras del Congreso y un control territorial casi absoluto, arrebatándole a la UCR dos provincias (Catamarca y Río Negro). La consecuencia lógica de esta realidad sería la conformación de un pankirchnerismo que absorba a casi todo el peronismo, más amplias franjas de la centro izquierda y la UCR. Para el 2013, semejante bloque hegemónico volvería a arrasar en las elecciones legislativas, dándole a Cristina los dos tercios necesarios para convocar a una reforma constitucional que le abriera las puertas del poder perpetuo.
Y aunque finalmente no hubiera reelección, otro gran triunfo de la presidente le permitiría ser la gran electora de su sucesor, Amado Boudou, Jorge Capitanich, Daniel Scioli, Alicia Kirchner, o cualquier otro que le significara al cristinismo mantenerse en el timón del poder con pequeñas matices de cambio.A dos semanas de las elecciones, sobre esta perspectiva se cierne una sombra. El kirchnerismo, como versión criolla del fin de la historia de Francis Fukuyama, se basa casi exclusivamente en el éxito económico y el crecimiento descontrolado del gasto público, que le permite al gobierno funcionar como el Papá Noel de una navidad cotidiana, repartiendo subsidios, planes sociales y prebendas varias a cambio de subordinación política.
Ahora, al compás de la crisis internacional y, en particular, del enfriamiento de la economía brasileña, se instala a los tropezones una versión remodelada del kirchnerismo signada por la necesidad del ajuste, que el gobierno negará sistemáticamente a medida que lo vaya ejecutando. La nueva era económica es probable que cambie también, entonces, las perspectivas políticas. No se conoce en la historia argentina ningún ajuste sin costo social y político y el programa de recortes del gasto público que está en preparación inevitablemente reducirá el consumo, el nivel de empleo y la capacidad adquisitiva de los salarios, devolviéndole a la CGT y a Hugo Moyano en particular la capacidad de ponerse a la ofensiva. Si el gobierno sigue los consejos de los economistas serios que fueron consultados, Mario Blejer para empezar, en el 2012 los salarios deberían correr por debajo de la inflación para hacer frente a las necesidades de caja y el objetivo de contener el gasto público.
Y si esto es lo que viene, CFK se enfrenta a dos frentes de conflictividad social. El primero es la clase media, que ve en el nuevo control de cambios, solapadamente impuesto a través de la AFIP, la señal de una nueva confiscación de su activos, justo a 10 años del corralito que puso fin al gobierno de Fernando de la Rúa. El segundo frente lo encabezará sin duda la CGT, como lo viene anticipando Moyano en los últimos días, por la sencilla razón de que el sindicalismo tradicional no estaría dispuesto a permitir que los combativos avancen sobre las estructuras gremiales, como ocurrió a partir de 1967 con el plan de ajuste del gobierno de Juan Carlos Onganía o con la hiperinflación que marcó el final del gobierno de Raúl Alfonsín.
Nuevas perspectivas
Si el costo social y político del ajuste termina siendo alto, el escenario de 2013 puede presentarse distinto. En esa elección de medio término, el cristinismo se enfrentaría al riesgo de tener que pagar con la pérdida de votos el haber mantenido la gobernabilidad a través de una racionalidad económica que antes negara durante ocho años. En materia de elecciones de medio término, el kirchnerismo ostenta récords. En el 2005, Néstor mejoró significativamente en las legislativas su pobre 22 por ciento obtenido en las presidenciales del 2003. El 28-j del 2009, la adversidad golpeó a los Kirchner a través de la derrota electoral en Buenos Aires. Pero una vez más las consecuencias fueron imprevistas. El fallecimiento del ex presidente oxigenó a su viuda y este año el kirchnerismo consiguió un 54% impensado seis meses atrás.
No es posible determinar a priori si el cristinismo puede emerger triunfante de la era del ajuste. Pero cabe la posibilidad de que no lo logre. En ese caso, en el 2013 habría un resurgimiento opositor que todavía no tiene nombres ni apellidos. En otras palabras, que la continuidad del régimen en el 2015 es hoy una hipótesis más débil que el 23 de octubre. Este inicio de cambio en las expectativas ya empieza a formar parte del análisis político. Hermes Binner se llamó a silencio en los últimos días y habría eludido las presiones de la Casa Rosada para manifestarse a favor de la política de reducción de subsidios. En la UCR, liderado por Ramón Mestre y Víctor Fayad, emerge un movimiento de intendentes que apunta a la oxigenación partidaria. Mauricio Macri está en una situación particular. A partir de la jugada de transferencia de los subtes y el Premetro a la Ciudad, la Casa Rosada intenta embretar de algún modo al macrismo como aliado para el programa de ajuste, partiendo de la base de que el PRO debería aplaudir las nuevas medidas antikirchneristas que adoptará el cristinismo para sobrevivir. Uno de los nuevos problemas que enfrenta el gobierno es justamente la consecuencia de su diagnóstico preajuste. La maquinaria oficial trabajó sin descanso para demoler a la oposición y gobernar en soledad y casi sin opiniones distintas. Pero ahora le vendría bien a Cristina encontrar opositores que aplaudan la escalada de recortes que ella deberá firmar mientras se agitan las aguas sindicales.
El cambio de expectativas apenas se insinúa, pero tiene a su favor la enorme variabilidad de los climas políticos que caracteriza a la política local. De hecho, era difícil imaginar esta realidad hace apenas dos semanas.