INQUIETANTE AUMENTO DE NUEVOS POBRES

LaVoz/Opinión

La clase media empobrecida que se suma a los nuevos asentamientos urbanos o villas es una realidad que es preciso admitir, como un primer paso para encontrar soluciones razonables en el mediano y largo plazo. 

El empobrecimiento de la clase media es uno de los fenómenos más inquietantes de la Argentina de las últimas dos décadas, que se verifica ante todo en los grandes centros urbanos, entre ellos la ciudad de Córdoba. Y ya no se trata, solamente, de la llegada de inmigrantes de otras provincias o países vecinos, sino también de cordobeses que, ante la pérdida paulatina de poder adquisitivo se ven obligados a abandonar sus viviendas originarias y a trasladarse a asentamientos precarios que, sin ser estrictamente villas miserias, en mucho se les parecen.

En varios casos se trata de personas que tienen empleo, incluso en blanco, y que también pueden recibir uno o más subsidios del Estado, pero a quienes la constante suba de los precios de los alimentos les impide seguir pagando los alquileres.

Se mudan, entonces, a esos asentamientos en los que no pagan impuestos inmobiliarios ni servicios o lo hacen en sumas mucho menores a la de los barrios comunes. Se trata, en lo que respecta al Gran Córdoba, de un fenómeno relativamente reciente, que se suma a otro de más antigua data: la llegada de contingentes humanos que provienen de las provincias más pobres del norte argentino y países limítrofes como Perú, Bolivia y Paraguay, que vienen buscar oportunidades de trabajo y educación.

Lo más grave es que todo indica que no se trata de una crisis pasajera sino de una realidad persistente y en expansión, como lo advierten los funcionarios gubernamentales y municipales que se desempeñan en las áreas de hábitat urbano.

El director de Hábitat de la Municipalidad de Córdoba dijo recientemente a este diario que en las villas y nuevos asentamientos urbanos ahora viven no sólo los pobres estructurales de siempre sino también nuevos pobres. “Es una clase media que percibe salarios que no alcanzan en los barrios, por el encarecimiento de alquileres, impuestos, servicios y alimentación”, agregó. Dijo también que muchos matrimonios jóvenes se van a las villas y construyen una habitación con baño en la misma casa en que viven sus padres y que “es un rasgo sobresaliente y común que bajo el mismo techo viven hasta tres generaciones diferentes, o sea, abuelos, padres e hijos.

Se trata de una dura realidad, por cierto, y el primer paso en el camino para remediarla es reconocerla, admitir que existe y que no podrá ser modificada de manera fácil ni el corto plazo.

En algunos discursos oficiales se sugiere que la Argentina vive en el mejor de los mundos posibles. Y no es así, ya que se trata de un país que, a pesar de los altos rendimientos macroeconómicos de los últimos años, que han beneficiado a un sector de la población, enfrenta problemas sociales muy severos, agravados por los golpes de ese verdadero fantasma nacional que es la inflación.