HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

lunes, 9 de mayo de 2011

BERGOGLIO PIDIÓ HUMILDAD PARA RESPONDER A LOS PROBLEMAS SOCIALES.

Rosario (Santa Fe), 8 May. 11 (AICA)

El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, aseguró hoy que “el desencanto, sostenido por encantamientos a medida, tapa y distrae del verdadero drama que es la falta de esperanza”, y reclamó una “buena dosis de humildad” para responder a problemas sociales de la Argentina y de un mundo que “vive y muere en la miseria más espantosa, en algunos rabiosa, en otros resignada”. El purpurado porteño también instó a los argentinos a la caridad y la solidaridad, y consideró que es necesario proteger “cada vez más esa dignidad humana tantas veces pisoteada, explotada, disminuida, esclavizada”. “Podemos decir que la medida de la esperanza está proporcionalmente relacionada con el grado de projimidad que se da entre nosotros. En una Argentina abierta, en la que conviven mejor que en otros sitios hombres de tantas razas y credos, el terreno está bien dispuesto para que crezca esa projimidad en todo su esplendor y calidad”, aseguró en la misa de clausura del I Congreso Nacional de Doctrina Social de la Iglesia que concluyó hoy en la sede rosarina de la Universidad Católica Argentina. Previo a la celebración eucarística, monseñor Jorge Lozano, obispo de Gualeguaychú, leyó el mensaje “Hacia una nueva imaginación de la justicia y la solidaridad” y convocó a los participantes a difundir la Doctrina Social de la Iglesia y a “contribuir a la elaboración de políticas públicas, como una opción preferencial por los pobres”.

Texto completo de la homilía

Entonces, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: "Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido.


Israelitas, escuchen: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él. En efecto, refiriéndose a él dijo David:


Veía sin cesar al Señor delante de mí,
porque él está a mi derecha
para que yo no vacile.
Por eso se alegra mi corazón
y mi lengua canta llena de gozo.
También mi cuerpo descansará
en la esperanza,
porque tú no entregarás mi alma
al Abismo,
ni dejarás que tu servidor sufra
la corrupción.
Tú me has hecho conocer
Los caminos de la vida
y me llenarás de gozo en tu presencia.

Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono. Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen. (Hech. 2:14, 22-33).

Y ya que ustedes llaman Padre a aquel que, sin hacer acepción de personas, juzga a cada uno según sus obras, vivan en el temor mientras estan de paso en este mundo. Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes, Por él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios. ( Pedro 1: 17-21).

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: "¿Que comentaban por el camino?". Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!" "¿Qué cosa?", les preguntó. Ellos respondieron: "Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quién librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron".

Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, como les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?". Y comenzando por Moisés y continuando con todos los Profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.

Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba". El entró y se quedó con ellos.

Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?".

En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!". Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. (Lc. 24: 13-35)

1. Las lecturas que la Iglesia nos propone este domingo, marcadamente pascuales, proclaman la realidad contundente de nuestra fe: Cristo está vivo; él se hizo hombre, dio su vida por nuestra salvación, en sus llagas fuimos curados, murió, fue sepultado y resucitó al tercer día. En este clima pascual concluye el Congreso Nacional de Doctrina Social de la Iglesia, la cual no es un simple código de mandatos y conductas o una postura partidista sino la consecuencia, en la vida social, del anuncio de este hecho de salvación.

Se trata de un diálogo entre Cristo Resucitado y nuestro mundo. Miramos al Señor en el Evangelio y nos preguntamos: ¿Qué esperaba Jesús de cada persona que venía a su encuentro? Ciertamente su fe, esa fe capaz de confiar, de esperarlo todo de Él y de expresarse en gestos de caridad.

Y si miramos a nuestro mundo actual y nos preguntamos ¿en qué actitud espiritual ha venido a desembocar esta civilización? la palabra que se escucha, resonando, detrás de todas las otras, ¿no es acaso "desencanto"?

Diálogo entre Cristo salvador y sus propuestas de justicia y amor, con un mundo desencantado.

2. Los síntomas del desencanto son variados pero quizás el más claro sea el de los "encantamientos a medida": el encantamiento de la técnica que promete siempre cosas mejores, el encantamiento de una economía que ofrece posibilidades casi ilimitadas en todos los aspectos de la vida a los que logran estar incluidos en el sistema, el encantamiento de las propuestas religiosas menores, a medida de cada necesidad. El desencanto tiene una dimensión escatológica. Ataca indirectamente, poniendo entre paréntesis toda actitud definitiva y, en su lugar, propone esos pequeños encantamientos que hacen de "islas" o de "tregua" frente a la falta de esperanza ante la marcha del mundo en general. De ahí que la única actitud humana para romper encantamientos y desencantos es situarnos ante las cosas últimas y preguntarnos: en esperanza ¿vamos de bien en mejor subiendo o de mal en peor bajando? Y surge entonces la duda. ¿Podemos responder? ¿Tenemos, como cristianos, la palabra y los gestos que marquen el rumbo de la esperanza para nuestro mundo? ¿O, como los discípulos de Emaús y los que quedaron en el cenáculo, somos los primeros que necesitamos ayuda?

Necesitamos de una buena dosis de humildad para responder a estos planteos. Y, con esta humildad, volver al Evangelio con la sed de un odre nuevo. El desencanto del mundo moderno –que en esa tercera parte de la humanidad que vive y muere en la miseria más espantosa no es sólo desencanto sino desesperación, en algunos rabiosa, en otros resignada- nos recuerda esos dos pasajes del Evangelio que hablan de la direccionalidad hacia la que se orienta la vida: la de los discípulos que se alejaban (bajaban) de Jerusalén hacia Emaús y la del hombre asaltado por los ladrones que bajaba de Jerusalén a Jericó.

3. Las dos situaciones son similares. Tanto en el dolor del hombre herido que yace semiconsciente sin posibilidad de salvarse dando la impresión de que no se puede hacer nada efectivo por él, como en el desencanto auto-consciente y lleno de razones de Cleofás, late la misma falta de esperanza. Y eso es precisamente lo que conmueve las entrañas misericordiosas de Jesús, que emprende el camino descendente que llevan ellos y se abaja, se hace compañero y se oculta lleno de ternura en esos pequeños gestos, gestos de projimidad, donde toda la palabra está hecha carne: carne que se acerca y abraza, manos que tocan y vendan, que ungen con aceite y restañan con vino las heridas… carne que se acerca y acompaña, que escucha… manos que parten el pan.

La cercanía del Señor resucitado que camina –desconocido- con los pequeños del pueblo, que suscita en tantos corazones la compasión del buen Samaritano, es lo único que puede lograr encender en muchos corazones el fuego de la primera caridad, para volver a la sociedad con el entusiasmo final de los discípulos de Emaús y salir a proclamar la alegría del Evangelio. Se trata del encuentro con Jesucristo vivo; pero tenemos que redescubrir su modo de acercarse para curar al herido, para desbaratar desencantos, para ofrecer la alegría de la dignidad humana salvada. Allí encontraremos respuesta a la pregunta que repetidamente nos hacemos: ¿cómo podemos favorecer que se manifieste y se proteja, cada vez más, esa dignidad humana tantas veces pisoteada, explotada, disminuida, esclavizada?

4. La categoría clave es la de "projimidad". Y la projimidad es de ida y vuelta. El Señor que se nos aproxima cuando estamos mal y nos carga sobre sí hasta la posada es el mismo que, luego en Emaús, hace ademán de seguir de largo. Tantas veces nos ha socorrido y nuestros ojos no lo han reconocido porque no tuvimos tiempo de invitarlo a quedarse con nosotros, a compartir el pan. Y la promesa de volver a pagarnos "lo que hayamos gastado de más" sólo vale para los que hayan recibido y cuidado a sus heridos. A los otros les dirá "no los conozco" y ese temible "aléjense de mí" que es la esclerotización definitiva de la anti-projimidad.

La "projimidad" es el ámbito necesario para que pueda anunciarse la Palabra, la justicia, el amor, de modo tal que encuentre una respuesta de fe. Encuentro, conversión, comunión, y solidaridad son categorías que explicitan la "projimidad" como criterio evangélico concreto que se opone a las pautas de una ética abstracta o meramente espiritual. "La projimidad" es tan perfecta entre el Padre y el Hijo que de ella procede el Espíritu.

Es al Espíritu a quien pedimos despierte en nosotros esa particular sensibilidad que nos hace descubrir a Jesús en la carne de nuestros hermanos más pobres, más necesitados, más injustamente tratados porque, cuando nos aproximamos a la carne sufriente de Cristo, cuando nos hacemos cargo de ella, recién entonces puede brillar en nuestros corazones la esperanza, esa esperanza que nuestro mundo desencantado nos pide a los cristianos.

5. No queremos ser esa Iglesia temerosa que está encerrada en el cenáculo, queremos ser la Iglesia solidaria que se anima a bajar de Jerusalén a Jericó, sin dar rodeos; la Iglesia que se anima a acercarse a los más pobres, a curarlos y a recibirlos. No queremos ser esa Iglesia desilusionada, que abandona la unidad de los apóstoles y se vuelve a su Emaús, queremos ser la Iglesia convertida que, después de recibir y reconocer a Jesús como compañero de camino de cada uno, emprende el retorno al cenáculo, vuelve llena de alegría a la cercanía con Pedro, acepta integrar con los otros la propia experiencia de projimidad y persevera en la comunión.

6. Podemos decir que la medida de la esperanza está proporcionalmente relacionada con el grado de projimidad que se da entre nosotros. En una Argentina abierta, en la que conviven mejor que en otros sitios hombres de tantas razas y credos, el terreno está bien dispuesto para que crezca esa projimidad en todo su esplendor y calidad.

Hoy, 8 de Mayo, día de la Virgen de Luján, conmemoramos su milagro en el que manifestó su voluntad de quedarse junto a nuestro pueblo para siempre; milagro en el que se han encontrado distintas razas para entrar en comunión, personificadas en el Negro Manuel y Doña Ana de Matos, protagonistas de aquel acontecimiento de gracia. A nuestra Madre la Virgen de Luján, le pedimos su intercesión para que aprendamos cada vez más a ser "prójimos" con nuestros hermanos más necesitados.

Texto completo del mensaje
Estamos transitando este camino de Bicentenario del 2010 al 2016. Con el lema: "Unidos para promover el desarrollo integral y erradicar la pobreza", hemos realizado en la Arquidiócesis de Rosario el I Congreso Nacional de Doctrina Social de la Iglesia. Este lema expresa la prioridad nacional que los obispos de la Argentina queremos asumir en este periodo.

En este 2011 como año de la vida, reflexionamos y compartimos anhelos y preocupaciones en el marco de la misión continental que nos une a los países hermanos de América Latina y El Caribe.

Participaron más de 1500 congresistas de todas las regiones del país. Sobre la base del método "VER, JUZGAR, ACTUAR", nos presentaron las principales preocupaciones sociales y experiencias concretas de trabajo. Además nos hemos reunido en 20 mesas temáticas para continuar profundizando el documento del Episcopado Argentino "Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad 2010-2016", para contribuir a la elaboración de políticas públicas como una opción preferencial por los pobres.

Simultáneamente se reunieron 500 jóvenes en un espacio en el cual sumaron su deseo de compromiso con el presente y el futuro de la Patria.

Contamos con la fraterna presencia del cardenal Peter Turkson, presidente del "Pontificio Consejo de Justicia y Paz" y la iluminación de su conferencia "Promover el desarrollo integral para erradicar la pobreza". Agradecemos su participación y por medio de él afianzamos el afectuoso vínculo que nos une con el Santo Padre Benedicto XVI.

Nos hemos alentado mutuamente para fortalecer la fraternidad que fomenta y extiende la responsabilidad por el bien común, y es expresión de una amistad social que favorece el desarrollo integral "de toda la persona y de todas las personas".

Creemos que es la hora de una nueva imaginación de la justicia y la solidaridad. Nos comprometemos a divulgar la riqueza de la doctrina social de la Iglesia como saber teórico-práctico y renovar esfuerzos para su difusión y testimonio creativo en experiencias concretas.

Hemos celebrado la fe; en la oración y el trabajo compartido entre hermanos vivimos una experiencia de encuentro con Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros que nos alienta en la esperanza activa y creativa. Tenemos la certeza que Él camina a nuestro lado y nos fortalece con los dones del Espíritu Santo. Confiamos nuestros trabajos en las manos de la Virgen de Luján, Patrona de Nuestra Patria.+

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