HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

jueves, 28 de abril de 2011

LUCES Y SOMBRAS DEL MODELO

TARINGA! publicó:

En Es la EKonomía, estúpido (Planeta), el periodista Maximiliano Montenegro reconstruye la trama secreta de las decisiones más importantes de la era K y desnuda contradicciones y falacias del discurso gubernamental.

Lean este extracto de su libro, cuando el Gobierno se pelea con el Campo, y enterese cual fue el motivo real de dicha pelea...:

Lejos de los encendidos discursos contra la sojización y los piquetes de la abundancia, ideas que surgieron una vez desatado el conflicto con la dirigencia rural, la famosa resolución 125 de retenciones móviles tuvo un origen menos heroico del que narra la historia oficial. La medida nació como consecuencia de una interna de Gabinete, una vez más, entre el ministro de Economía de turno -Martín Lousteau- y el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, en la búsqueda de una receta para preservar el superávit de las cuentas fiscales. Una obsesión que perseguía a Kirchner desde que llegó al poder. En la propia mesa de negociación, la Administración K se percató de que había cometido el mayor error de gestión desde 2003, al no segmentar las retenciones, diferenciando entre pequeños y grandes productores agrícolas. Aunque parezca increíble, ni en el Ministerio de Economía, ni en la Secretaría de Agricultura habían estudiado siquiera el tema, pese a que los dirigentes de Federación Agraria, aliados hasta ese momento del kirchnerismo, habían llevado a los despachos oficiales distintas propuestas para enfocar la presión tributaria en la "oligarquía" rural, los pools de siembra y los grandes holdings del agro.

Hablen con Néstor

En enero de 2008, a sólo un mes de asumir como ministro de Economía de Cristina Fernández, Martín Lousteau hizo sonar las alarmas en el despacho de Alberto Fernández. El joven economista planteó su preocupación sobre lo que podía suceder en la economía mundial a partir de las turbulencias financieras que empezaron a asomar hacia mediados de 2007. Arriesgó un pronóstico que el tiempo mostraría acertado. El flamante ministro creía que hacia fines de 2008 podía estallar la burbuja financiera de Wall Street. Pensaba que si ese vaticinio se cumplía, 2009 sería un año de recesión internacional, lo cual derrumbaría la recaudación tributaria y abriría un agujero fiscal difícil de cubrir. "Si no nos anticipamos a la crisis, con la recesión y la caída de la recaudación, vamos a tener un quilombo bárbaro", resumió ante el jefe de Gabinete. Frente a ese escenario, la propuesta de Lousteau consistía en eliminar subsidios a la energía, que todavía hoy abaratan tarifas de la clase media y media alta. "Los estratos ricos pagan muy poco en electricidad y gas. Es posible aumentar tarifas sin tocar a la población pobre", explicó.
Así, argumentaba, se lograría un ahorro fiscal del orden de $ 4.500 millones y se llegaría al 2009 con un nivel de gasto público que pudiera ser financiado aun con una baja abrupta de la recaudación como se temía.
En aquel entonces los subsidios a la energía y al transporte representaban 4% del Presupuesto, y en lugar de achicarse continuaron creciendo exponencialmente hasta alcanzar más del 12% del gasto público en 2010.
Como ocurría siempre que se trataba de medidas económicas, Cristina derivó la inquietud a Kirchner. En aquellos primeros meses del Gobierno de su esposa, el ex presidente proclamaba que guardaría bajo perfil, sin inmiscuirse en cuestiones de la gestión, para no eclipsar a la Presidenta. Pero, igual que en sus épocas de mandatario, seguía atendiendo todas las consultas de ministros, secretarios y dirigentes políticos. La única diferencia era que en lugar de conceder audiencias en la Casa Rosada, lo hacía en unas modernas oficinas en PuertoMadero. Hasta allí se dirigieron el jefe de Gabinete y el ministro de Economía, como si se tratara de un Gobierno paralelo.
Para decepción de los ministros, Kirchner relativizó, tajante, el pronóstico apocalíptico de Lousteau. Y le bajó el pulgar a la propuesta.
-Si pasa eso que vos decís, (George W.) Bush pone la plata y se terminó el problema. No hay de qué preocuparse- le dijo.
-Si pasa lo que yo digo, no va a haber plata que alcance- le retrucó Lousteau, sin lograr captar su atención.
Sin embargo, al día siguiente, durante una reunión en Olivos, Alberto y Lousteau se percataron de que el tema había sido motivo de conversación de la pareja presidencial, tal vez durante la cena o en esas charlas típicas de todo matrimonio en el dormitorio sobre las novedades de la jornada.
-Néstor dice que ustedes quieren enfriar la economía, porque proponen recortar subsidios, lo cual significa bajar el gasto y con eso se enfría la economía -disparó Cristina.
Lousteau trató de explicarle su teoría de que los subsidios beneficiaban a sectores de clase media acomodada que no los necesitaban. Pero Cristina no se mostró interesada en el asunto, e insistió con que de ese tema se ocuparía su marido.
Desde 2003, tal vez la mayor obsesión de Kirchner había sido cuidar el superávit fiscal, velar por la salud de la Caja, que -solía decir- era la manera de ampliar los grados de libertad de la política.
Unos días después, en una nueva reunión entre el ex presidente y el jefe de Gabinete en Puerto Madero, Kirchner admitió finalmente que había tomado nota del sombrío pronóstico de Lousteau. Pero, como desconfiaba del ministro de Economía, había decidido pedirle una receta a otro "profesional", su hombre de confianza para misiones todoterreno.
-No estoy de acuerdo con bajar el gasto, ustedes quieren enfriar la economía -insistió-. Pero reconozco que hay que estar preparados, así que le dije a Moreno que se fije dónde podemos poner más presión impositiva para aumentar los ingresos.
Desde mediados de 2006, Moreno había ganado un rol protagónico en la administración K: los acuerdos de precios, el desembarco de la patota en el Indec y el freno de las exportaciones de carne engrosaban una larga lista de fracasos de alto costo político para el Gobierno y gran desgaste en su figura personal.
Lousteau, al igual que otros ministros que lo sucedieron, se creía el elegido para relegar al "Loco" a un discreto segundo plano, en línea con las promesas de Cristina de renovación de la gestión y mejora institucional durante la campaña electoral.
"Yo lo manejo, no es problema", decía, seguro de sí mismo, a sus colaboradores. Mantenía un buen diálogo con el secretario de Comercio desde los tiempos en que fue presidente del Banco Provincia durante la gobernación de Felipe Solá. Además, Beatriz Paglieri, mano derecha de Moreno en la intervención del Indec, había sido funcionaria de Lousteau, cuando éste se desempeñó como ministro de Producción, también en la gestión Solá.
El joven ministro no tardó mucho en entender el inmutable orden de las cosas en el mundo K. Con fecha del 31 de enero de 2008, Moreno acercó al despacho presidencial, por escrito, una propuesta de retenciones con un título que pretendía destacar el perfil técnico de la medida. "Precios de exportación y mercado interno. Productos primarios y semielaborados de uso difundido", decía el "documento" de sólo tres carillas: carátula y dos cuadros.
En el primer cuadro describía la alternativa "moderada": un aumento de la retención a la soja del 35% al 47%. Con ese esquema planeaba recaudar 2.772 millones de dólares extra. (A esa cuenta había que restarle unos U$S 1.100 millones en compensaciones adicionales previstas para productores de trigo y maíz.)
Pero Moreno insistía en que la mejor alternativa era, como es su costumbre, la más agresiva, incluida en el segundo cuadro: una retención generalizada para la soja de ¡63,4%!
La recaudación extra proyectada de U$S 6.500 millones anuales, a lo que había que restar las compensaciones al resto de los cultivos.
"La soja soporta cualquier nivel de retenciones", argumentó frente al matrimonio presidencial.
Cuando Lousteau se enteró, en su despacho del quinto piso del Ministerio de Economía, le costó varios minutos asimilar el golpe. Apenas logró reponerse, cruzó, apurando el paso, a Casa de Gobierno. Se dirigió al primer piso, y sin anunciarse, ingresó con el rostro desencajado a la oficina del jefe de Gabinete en busca de respaldo político para frenar a Moreno.
En tándem con Alberto Fernández, argumentaron que las retenciones ya habían subido en noviembre, semanas después de las elecciones, del 28 al 35%. Y que un salto tan brusco, en un lapso de pocos meses, sonaría a provocación a los productores agropecuarios que habían acompañado masivamente a Cristina en las urnas.
En aquel entonces el jefe de Gabinete aún influía sobre las decisiones de Cristina, a tal punto que en la prensa se hablaba del "Pac-Man Fernández", por la cantidad de funcionarios que había logrado colocar en distintas áreas clave del Estado.
Hasta ese momento, para el matrimonio presidencial sólo se discutía una medida técnica para fortalecer la caja sin mayor relevancia política. "Era una medida de gestión menor", confiesa a la distancia el ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Así que la Presidenta escuchó las objeciones y aceptó que Lousteau ofreciera una contrapropuesta.
"Me parece bien, es interesante esto de las retenciones móviles", dijo Moreno, cuando los Kirchner, ante Lousteau y el propio Fernández, consultaron su opinión. El secretario de Comercio era el "profesional" de cabecera del matrimonio. Y prefería reservarse para librar batallas más importantes dentro del Gabinete.
En aquel entonces, los pronósticos oficiales no avizoraban techo a la escalada de la cotización de la soja, y por lo tanto se creía que las retenciones móviles -que incrementaban la alícuota a la par de los precios- serían un instrumento para recaudar cada vez más.
Lejos de hablarse de un plan de diversificación de cultivos o "desojizador", como se justificó después, el objetivo primordial de la nueva suba de retenciones era anticiparse al déficit fiscal que -se esperaba- reaparecería justo en 2009, el año de las elecciones legislativas.
Así nació, sin ninguna épica revolucionaria ni proyecto agrícola detrás, la famosa "resolución 125".
Textuales:

"En todos los presupuestos de la administración K se perpetuaron los regímenes industriales heredados de décadas anteriores, orientados en general a consolidar el poder de mercado de holdings locales y extranjeros"
"En el caso de los acuerdos de precios, la política fue negociar con unos pocos actores por sectores. En lugar de preguntarse si los oligopolios no serían parte del problema inflacionario, se los fortaleció con una avalancha de subsidios"
"Durante la era K no sólo se consolidó el proceso de extranjerización que estalló durante la Convertibilidad. Nunca como en estos años las filiales radicadas en el país giraron tantas ganancias a sus casas matrices"

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