JODIDO RECULAR EN CHANCLETAS

Los radicales deben estar enojados con los Kirchner. Pongamos las cosas en claro. Deberían estar enojados con ellos mismos. Se sintieron usados interna y externamente, a pesar de acreditar ser parte de un triunfo electoral. Ofuscados porque una vieja correligionaria, Elisa Carrió, les advirtió todo. No hubieran ido a esa parodia de diálogo y menos en chancletas. Hacía tiempo que no se veía una fenomenal manipulación a dirigentes políticos. Débiles, por otro lado. La U.C.R actual, es una burda sombra de un pasado que no vuelve jamás. Salvo honrosas excepciones personales, el cuerpo y el partido es un flan acomodaticio, que a poco de conseguir algún pequeño éxito, lo dilapida en mesas-trampas. Pero, ¿es el estafador el principal o único culpable de la estafa? Desde el oficialismo les susurraron cosas que deseaban escuchar. El oficialismo es el único, mal que le pese a la autodenominada oposición, que tenía planes para esas “mesas” de diálogo. Los radicales y muchos otros, fueron a jugar a las visitas a la casa de Drácula y mostrándole alegremente la yugular. Y ya se predisponían a una componenda. Eso sí, con un programa, como suele pactar también la izquierda y necesita justificaciones ideológicas o programáticas porque considera pecaminosa la negociación. Un viejo general argentino, sabio y pícaro les aconsejaría sobre la necesaria voluntad de pelea y la claridad de objetivos para entrar en batalla, y una vez que se logra la victoria-si es que esto ocurre-, viene quizás la parte más complicada, que es saber ganar la paz. Su triunfo electoral quedó desdibujado, porque su contrincante fue superior en las negociaciones y los sorprendió con astucia. Aunque, ¿por cuánto tiempo? Convengamos que la Argentina no resiste más nada, así que ni hablar de astucias oficiales. Los radicales, el campo, las tarifas, la propia tropa, la malaria, las traiciones y deserciones, la poca recaudación, etc. son algunos de los dolores de cabeza para la sociedad presidencial de Néstor y Cristina, que no cesa de responder a la realidad y sus mensajeros, de la peor forma publicitaria y mediática, y además con promesas cuasi electorales cada día más increíbles e irrealizables.