Durante su viaje a Brasil, Cristina de Kirchner reclamó a su par brasileño, por el pronto ingreso de Hugo Chávez al MERCOSUR, en calidad de miembro pleno. Hizo de embajadora del presidente venezolano ante el brasileño. Es sabido que Lula da Silva pone un poco de distancia de Chávez. No solo por los métodos y estilo, que no sería lo determinante, sino especialmente por la pertenencia a un módulo político distinto. Mientras tanto, Chávez parece que no solo compra bonos argentinos con los cuales ha enriquecido a unos cuantos amigos operadores financieros. Fiscales de EE.UU. insisten en que la valija venezolana de los 800.000 dólares, aparentemente lavados de procedencia efredínica, eran parte de los dineros para el matrimonio presidencial con destino a la campaña. El proceso judicial no aclara todavía si se trata de la campaña electoral o la personal. Si fuera la electoral, podrían zafar un poco por lo relativamente loable de esa motivación. Chávez ha incorporado a su propia campaña, los juegos de guerra, en los cuales ¡vade retro!, pretende involucrarnos. Aunque para determinados intereses no son tan solo juegos. Ejercicios militares con los rusos, la instalación de una fábrica Kalashnikov en territorio venezolano hablan de una historia más grande que a Venezuela, obviamente le queda grande. La presencia de British Petroleum tanto en las estepas siberianas como en los llanos venezolanos y como causa aglutinante, explica gran parte del tablero. Llegado al nivel que han llegado los Kirchner en sus compromisos y negocios, no habiéndose privado de nada, solo les resta ir por más o huir hacia delante. Es una escalada con difícil retorno y muy peligrosa. Pero ¿quién dijo que los Kirchner no están dispuestos a correr los riesgos? Sin considerar además, que otra no les queda, al menos en su lógica.
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