"FUGA AL LADRILLO"
El día en que las propiedades reemplazaron al sistema bancario y el metro cuadrado, al dólar
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"Si los precios de las viviendas suben es porque alguien los paga", afirman desde el sector inmobiliario. La cuestión es que, para muchos argentinos, la compra de un departamento se transformó en la forma de asegurarse una renta jubilatoria. ¿Cuántos de los que escrituran son compradores "genuinos"?
Resultaba muy difícil de entender para un argentino el por qué en 2008 -durante la peor crisis económica que tuvo Estados Unidos desde los años '30- su moneda, el dólar, se fortalecía frente al resto de las divisas.
"¿Cómo es posible?", se preguntaba. Su razonamiento lo llevaba a pensar que cuando un país se derrumba, también lo debería hacer su signo monetario.
La respuesta se encuentra en que el estadounidense promedio -y también los inversores del mundo- en momentos de incertidumbre se deshacen de los activos asociados al riesgo privado (acciones, bonos, propiedades y títulos respaldados por hipotecas) y se refugian en una moneda dura y en los bonos del Tesoro norteamericano (riesgo soberano).
Para todos los "John", no hay nada más seguro que un papel emitido por el gobierno estadounidense y, en consecuencia, no le importa recibir una tasa de interés mínima.
En cambio, para los "Juan" que habitan por estas pampas, la reacción ante la sensación de riesgo es exactamente la opuesta.
En efecto, buscan desprenderse de todo lo que tenga "olor" a riesgo soberano y refugiarse en un lugar seguro -a resguardo de devaluaciones, intervencionismo estatal, confiscaciones, pesificaciones y otras "yerbas"- que modifiquen las reglas de juego.
Y en la Argentina, esa virtud sólo la cumple un único candidato: el ladrillo.
De manera que ese particular modo argentino de entender el "flight to quality" (vuelo a la calidad) ha llevado a que el porcentaje de argentinos que compran propiedades -no para habitarlas sino como inversión financiera- haya seguido escalando hasta haber alcanzado uno de los registros más altos de la historia.
Ricardo Theller, investigador de la UADE, estima que un 70% de las escrituras tienen como protagonistas a inversores, contra apenas un 30% de compradores "genuinos".
Y agrega que esa proporción se ha exacerbado en los últimos años, lubricada por el ingreso de divisas que reciben quienes se desempeñan en el sector rural y se benefician con los altos precios de la soja y el de otras materias primas que se venden al mundo.
"Es la peor relación histórica en años", afirma, por su parte, Néstor Kreimer, desarrollador inmobiliario, quien recomienda detenerse a observar "cuántas ventanas en los nuevos edificios de Puerto Madero tienen las luces apagadas en forma permanente".
Y su diagnóstico es contundente: "Hay una fuga estructural de capitales, y la soja está en el podio de la salida de dólares. El país tiene un sojaducto por el que entra esa materia prima y salen ladrillos, utilizados como refugio de valor".
Pero no sólo del campo provienen los compradores.
También del sector empresarial y de gente de la city porteña que logró hacerse de fuertes ganancias a lo largo de estos últimos años.
Los primeros, gracias al boom de consumo que disparó sus ventas.
Los segundos gracias al repunte de acciones y bonos, por el cual han llegado a duplicar y hasta triplicar el dinero inicial invertido. Luego, obtenido ese beneficio, el capital generado encontró otro destino.
"Del país salieron del circuito financiero unos 60.000 millones de dólares en los últimos 4 años. Alguien es el dueño de esa plata. Y no son sólo la gente del campo", razonaba un empresario en diálogo con este medio.
Los ladrillos, el nuevo "sistema bancario"
La situación ha llegado a tal nivel que hay quienes afirman que las propiedades se han convertido en el verdadero sistema bancario argentino, entendiéndose como tal aquél que cumple las veces de canalizar el destino de los ahorros de la sociedad.
"El dólar pasó a ser reemplazado por el metro cuadrado como moneda de reserva. Y los desarrolladores inmobiliarios se han transformado en los nuevos banqueros", es la provocadora definición de Domingo Speranza, socio director de la inmobiliaria Binswanger-Giménez Zapiola.
Para este directivo, "los argentinos ahorran en metros cuadrados; porque le tienen más confianza a esos metros que a la moneda en sí que, además, resulta más riesgosa guardarla".
Agrega que -lejos de lo que podía ocurrir años atrás- no se trata de un tipo de inversión exclusiva de una élite de millonarios, sino que se está expandiendo hacia aquellos segmentos medios que están obteniendo excedentes de capital.