Por Christian Sanz/Tribuna de Periodistas.- Fernández se siente solo, librado a su suerte. No sabe en quién confiar y en quién no. Los embates de su principal socia política, Cristina Kirchner, lo han descolocado por completo.
Es toda una paradoja de la política, porque ni la oposición se atreve a tanto. La vicepresidenta llega a lugares destructivos, que erosionan al propio jefe de Estado.
Es algo que inquieta a Alberto, porque ¿qué es lo que busca finalmente Cristina? ¿Es solo una crítica al pasar o algo más? Por caso, ¿son ciertos los rumores que le llegan, que hablan de un “golpe” institucional que busca entronizar en el poder a Máximo Kirchner?
Los que le llevan esas versiones no aportan evidencia, siquiera mínima. Solo rumores y comentarios que habrían escuchado en tal o cual lugar.
No obstante ello, Alberto está preocupado. Porque confluyen de pronto muchos factores inquietantes, que difícilmente sean producto de una coincidencia. No al menos en la política argentina, donde no existen las casualidades.
Por un lado, las referidas críticas de Cristina; por el otro, puntuales gremios que le muestran los dientes; ello, sazonado con la llegada de diciembre, mes afecto a las operaciones políticas de toda laya.
Con la frutilla del postre más indigesto: la disruptiva aparición de Eduardo Duhalde. El mismo que gestó el golpe contra Fernando de la Rúa en 2001, junto a Hugo Moyano y un grupo de intendentes bonaerenses.
El presidente no lo dice, pero está muy molesto por las continuas críticas del otrora presidente previsional. Y sospecha de las intenciones de Duhalde. Porque, ¿es casual que lo compare con De la Rúa? ¿En pleno diciembre? ¿Acaso busca instalar la idea de que Alberto puede terminar igual?
Una digresión al respecto: quien abrigue alguna duda respecto que lo de diciembre de 2001 se trató de un “golpe”, solo debe saber que este cronista lo denunció meses antes de que ocurriera.
Fue en dos oportunidades: la primera, en Casa de Gobierno, a fines de 2000; la segunda, ante el juez Norberto Oyarbide, en abril de 2001. Luego, el "zarpazo" ocurrió tal cual detalló quien escribe estas líneas.
Más allá del eventual golpe contra Alberto —que sería inédito, porque sería el primero contra un gobierno peronista—, volvió a recrudecer la movida que busca que este rompa con Cristina. Encabezan la movida, dos referentes de los cuales Cristina desconfía al extremo: el intendente de Hurlingham, Juan Horacio “Juanchi” Zabaleta; y el gobernador de Tucumán, Juan Manzur.
Este último conserva viejos rencores contra la vicepresidenta, luego de que fuera objetado por ella para ser el jefe de Gabinete de Alberto. Por si fuera poco, Cristina le endilgó un segundo revés al derribar políticamente a quien iba a ser el ministro de Salud de la Nación, el tucumano Pablo Yedlin.
No es todo: la vicepresidenta también dinamitó el millonario negocio que Alberto y Manzur estaban por “abrochar” de la mano de Hugo Sigman. Relacionado con la vacuna de Oxford, que ahora ha pasado a segundo plano merced el avance de las negociaciones para adquirir la versión rusa. Es otro negociado, sí, pero que deja afuera “de cuajo” al albertismo.
Es todo un mensaje del cristinismo más acérrimo hacia Alberto: “Si pensabas armar tu propia caja para despegarte de Cristina, no te vamos a dejar”. Así se podría sintetizar.
“El dinero no es todo, pero como ayuda”, dice una canción de los Auténticos Decadentes. Y no se equivoca, sobre todo cuando se está tan cerca de las elecciones legislativas de 2021. Con la pretensión del kirchnerismo de plantar bandera en la provincia de Buenos Aires.
Ello solo se logra controlando la caja, el único “lenguaje” que aglutina a todos los referentes de la política bonaerense. Los demás distritos no interesan, solo ese vasto e incontrolable territorio. Siempre estratégico.
Allí se librará la batalla que viene entre Cristina y Alberto. Y tiene nombre y apellido: PASO.
El jefe de Estado busca suspenderlas, para no sufrir sus devastadores “efectos secundarios”, al exponer antes de las elecciones generales las eventuales debilidades políticas de quien gobierna. Es lo que le pasó a Mauricio Macri en 2019.
Sin embargo, las huestes de La Cámpora, que responden a Cristina, no están de acuerdo con que ello ocurra. Saben que las primarias son una especie de gran encuesta nacional, que les permitiría saber dónde están parados antes de que arriben los comicios generales.
No se trata solo del armado de las listas para el año que viene, sino también —sobre todo— cómo se irá configurando el mapa político de cara a 2023. La idea es lograr que puntuales camporistas arriben como intendentes en el marco de esas elecciones.
Como sea, la cuestión de las PASO es una discusión que, en gran parte, se dará en el Congreso Nacional, ya que allí se han presentado sendos proyectos de ley que buscan suspenderlas. Habrá que prestar atención a esa disputa, porque allí se verán reflejadas las diferencias entre Alberto y Cristina. Que van más allá de las primarias.
Uno de los proyectos presentados ha sido redactado por el ya mencionado Yedlin, mano derecha del tucumano Manzur. La pregunta que subyace al respecto es obvia: ¿Fue a pedido de Alberto? Es probable porque, como se dijo, en política no existen las coincidencias.
Y hablando de casualidades: Manzur y Yedlin son viejos amigos de otro personaje de la trama, Hugo Sigman. El mismo que Cristina dejó afuera del millonario negocio de las vacunas contra el Covid.
Está claro que, en el contexto de este culebrón, “el que no corre vuela”, como dice aquella frase del saber popular.