La senadora que ungió a Alberto Fernández a modo de ariete; pero no lo deja tranquilo porque necesita del permanente conflicto como alimento de su personalidad psiquiátricamente compleja. |
Por Hugo Esteva/La Prensa.-
La “cleptolalia” (con esto quiero definir el intento de adueñarse de un hecho por sólo nombrarlo) es muy frecuente en los ambientes académicos y bien conocida desde mucho atrás. Alexis Carrel, el investigador premiado con el Nobel de Medicina en 1912, luego ensayista profundo en la primera mitad del siglo XX y hoy arrancado de la faz de la tierra por la desculturización ambiente, lo tenía claro respecto de la intelectualidad francesa de entreguerras: “En cuanto hablan creen haber obrado… Un rótulo colocado por ellos sobre una cosa transforma esta cosa en aquello que desean” (Soupault R. “Alexis Carrel, su vida y su obra”. Ed Kraft. Buenos Aires 1953, pág 182). Premonitoria definición de la personalidad de quienes nos gobiernan.
El empleo de la cleptolalia, que es grave en general en Medicina, se torna mucho peor cuando se aplica al manejo oficial de una epidemia como la que venimos sufriendo. Imperdonable es la superficialidad de autoridades que empezaron por minusvalorarla y hoy se encapsulan para no confesar que el virus les viene ganando la partida, a expensas de la salud y la vida de los más débiles. De entrada no fueron capaces de estudiar y aislar a los primeros casos y sus contactos, para poder plantear una cuarentena selectiva. Decir con displicencia que mediante la cuarentena “sine die” se estaba controlando el brote todavía incipiente les pareció transformarse ensuficiente tratamiento.
Ahora, cuando es obvio que la medida no alcanzó y los contagios nos van poniendo en el pelotón de los países más castigados, empiezan con la nueva cleptolalia de una vacuna que todavía se ve brumosa en el lejano horizonte. Y la vacuna empieza con problemas.
No obstante, previo a discutirlos, cabe volver a aclarar dos cosas principales ante a la fantasía que también se planta desde la vereda de enfrente. Por un lado, los enfermos existen, son muchos y, si bien la mayor parte de los decesos agrega factores comórbidos que colaboraron con su mal desenlace, dificilmente hubieran muerto ya sin la superposición del Coronavirus.
Por otro, las tres líneas principales de investigación y producción de una vacuna son científicamente válidas a juicio de los verdaderos especialistas, mientras hasta aquí queda en el terreno de la especulación fantástica la posibilidad de que llegado el momento la vacunación implique un ataque a la población actual o futura.
En cambio, la economía detrás de la producción permite sospechar que vaya a ser el negocio de unos cuantos. Antiguos y oscuros antecedentes de la industria farmacéutica inclinan a la sospecha. Pero, además, los locales preocupan tanto más porque los protagonistas son de catadura dudosa.
Baste una observación para ponerse en alerta. Hay, en el límite entre partidos del Sur del Gran Buenos Aires asolados por el delito, un edificio de varios pisos que rompe la norma reglamentaria del barrio allí residencial. Fue levantado en el primer gobierno de los Kirchner gracias a la decisiva influencia tergiversadora de los políticos locales, aseguran vecinos que llevan generaciones viviendo ahí. Lo ocupa un Laboratorio de Productos Medicinales que, según los mismos moradores, fue fundado por asociación entre poderosos locales y encumbrados sanitaristas en aquel período.
Y son tales colindantes quienes dudan de que esa suerte de polirrubro que -a diferencia de los laboratorios serios especializados en determinadas líneas- ofrece apenas más de una decena de productos varios, haya logrado por las buenas el crecimiento que lo va haciendo ocupar más y más lotes de la manzana a su alrededor. Dicen que, dada su larga amistad con hoy promovidos “filántropos”, lo más probable es que bajo el pretexto de los “genéricos” los socios se hayan dedicado a la reelaboración de la contrabandeada Efedrina, y hasta hablan de Éxtasis.
Esos mismos amigos asoman ahora entre los socios detrás de la vacuna. Sería cuestión de investigar a fondo. ¿Pero quedará Justicia para hacerlo, después de que nos hayan inyectado por la pandemia?
Es cierto que la suspicacia se va volviendo deporte nacional durante la cuarentena y eso no es bueno. Aún así, ¿cómo no dudar de estos políticos, hombres “con dos lenguas” al decir de los norteamericanos?
Marcha al frente un Presidente que llama “agregado casi ocioso que tiene un sentido más casuístico que otra cosa” (¡Pobres estudiantes de Derecho con esta claridad del profesor!) a la cláusula que le mete subrepticiamente y sin respeto en su proyecto judicial un personaje de historieta, grotesco teledirigido de la Vicepresidente. La senadora que ungió a Fernández a modo de ariete; pero no lo deja tranquilo porque necesita del permanente conflicto como alimento de su personalidad psiquiátricamente compleja. ¿Podrá la salud del país sobrellevar el manejo de semejantes manos?
El secreto será no dejarse arrastrar por el disparate. Ni el de los que niegan -cualquiera sea su origen- la realidad de lo que se ha dado en llamar pandemia e incluyen apresuradamente juicios temerarios sobre eventuales vacunas nocivas; ni el de estas autoridades pseudo democráticas, inmersas en permanente contradicción para tratar de ocultar su incapacidad o su malicia. Aprendamos a esperar y consultemos luego, en todos los órdenes, a quienes de verdad saben: esos que no salen por televisión.