Por Jorge A. Avila/La Prensa.-
La advertencia cuenta ya algún tiempo, y no provino de ningún analista o historiador local, sino de Willam J. Connell, académico de Seton Hall University, South Orange, Nueva Jersey (EE.UU.). Viajero frecuente a nuestra ciudad, a comienzos de la década, el catedrático observó con asombro y alarma, como se estaba removiendo la estatua de Cristóbal Colón que daba nombre a la plaza que en aquel tiempo existía detrás de la Casa Rosada, marcando el rumbo hacia el mar con un brazo erguido. Sin hesitar, el afamado experto publicó sendos artículos recordando los sucesos acaecidos en circunstancias similares. En todas las ocasiones, señaló, tales acontecimientos daban sustento a una antigua tradición marinera que perseguía al primer almirante transocéanico. La leyenda cuenta que la suerte le era esquiva al navegante genovés, y daba como pruebas varios sucesos que rodearon su máxima proeza, como también algunas situaciones desgraciadas vinculadas, en épocas más recientes.
En primer término cabe indicar que Colón, tras lograr el apoyo de la corona española con dudosas teorías y estratagemas que incluyeron dejar parado un huevo de origen incierto, se dio a la mar con una tripulación que en su tiempo, al parecer, no gozaba de la mejor fama.
Teniendo en cuenta el aventurado objetivo, no resultó fácil conseguir la cantidad de hombres suficientes para dotar a la expedición integrada por tres frágiles carabelas. De las penurias e intentos de motines durante la travesía, se han escrito ensayos, novelas y estudios suficientes como para no redundar en ellos. Pero al llegar, lo más extraordinario es que Colón creyó estar en alguna pequeña isla del archipiélago de Japón (Cipango, por entonces), y tardó un tiempo en salir de su desconcierto para comprobar que se encontraba en el Caribe. Proceso que seguramente se aceleró el verse rodeado de esbeltas y bronceadas integrantes de las tribus locales, y no habitantes de ojos rasgados. El maravilloso descubrimiento, celebrado con fastos imperiales en la península ibérica, motivó nuevos y cada vez más intensos viajes ante las riquezas deparadas por las tierras del nuevo continente. Pero si bien Colón, sus hermanos e hijos trataron de consumar nuevas hazañas, en un corto lapso volvieron a España encadenados, y dispuestos a ser juzgados por diversas averías. La magnitud de la proeza, superó al hombre cuyos restos yacen hoy en la catedral de Sevilla, no lejos del Puerto de Palos donde comenzó su derrotero. Ya en esas circunstancias se hablaba del maleficio que perseguía a don Cristóbal. Incluso, hasta hoy, los marinos genoveses que rara vez lo nombran, suelen hacer gestos inequívocos para escapar de la fama de "jetattore" del héroe nacido en aquel puerto.
Teniendo en cuenta el aventurado objetivo, no resultó fácil conseguir la cantidad de hombres suficientes para dotar a la expedición integrada por tres frágiles carabelas. De las penurias e intentos de motines durante la travesía, se han escrito ensayos, novelas y estudios suficientes como para no redundar en ellos. Pero al llegar, lo más extraordinario es que Colón creyó estar en alguna pequeña isla del archipiélago de Japón (Cipango, por entonces), y tardó un tiempo en salir de su desconcierto para comprobar que se encontraba en el Caribe. Proceso que seguramente se aceleró el verse rodeado de esbeltas y bronceadas integrantes de las tribus locales, y no habitantes de ojos rasgados. El maravilloso descubrimiento, celebrado con fastos imperiales en la península ibérica, motivó nuevos y cada vez más intensos viajes ante las riquezas deparadas por las tierras del nuevo continente. Pero si bien Colón, sus hermanos e hijos trataron de consumar nuevas hazañas, en un corto lapso volvieron a España encadenados, y dispuestos a ser juzgados por diversas averías. La magnitud de la proeza, superó al hombre cuyos restos yacen hoy en la catedral de Sevilla, no lejos del Puerto de Palos donde comenzó su derrotero. Ya en esas circunstancias se hablaba del maleficio que perseguía a don Cristóbal. Incluso, hasta hoy, los marinos genoveses que rara vez lo nombran, suelen hacer gestos inequívocos para escapar de la fama de "jetattore" del héroe nacido en aquel puerto.
NO BUENOS PRESAGIOS
Connell, refirió además otros episodios que no auguraban buenos presagios para la iniciativa de la ex presidente que contó con la anuencia de su sucesor, quizá alcanzados por el aura maldita de la profecía. Citó , como ejemplo, despropósitos similares que tuvieron como escenario las ciudades de Nueva York y Boston. Al poco tiempo, los gobernantes de ambas cayeron en desgracia sin lograr la reelección como alcaldes, y afrontando penurias diversas. También relató el caso de una línea de cruceros italiana que en los años 50 bautizó con el nombre de Cristóforo Colombo su nave insignia, contrariando el veredicto de los ingenieros que proponían otra denominación. La nave permaneció casi sin viajes ni pasajeros, e incluso su barco mellizo, el Andrea Doria, naufragó en 1956 frente a las costas de Massachusetts. También el festejo de los 500 años del descubrimiento, en 1992, motivó una ola de fuertes reclamos que dejó a Génova, la sede del homenaje mayor, con escasos turistas, y su alcalde, que había recibido abundantes aportes de Roma para el festejo, fraguó cifras y falsificó documentos para justificar los gastos, hasta ser finalmente destituido. Pero tales hitos no fueron suficientes para nuestra eterna (y frustrada) aspirante a "dama de hierro" vernácula, que nunca más volvió a ganar una elección, ni su orondo magnate sucesor (hoy en retiro afrancesado), que lejos de restituir a su lugar original el magnífico grupo escultórico de Arnaldo Zocchi, que desde 1921 daba la bienvenida a los viajeros, lo abandonaron en una ignota plazoleta de la Costanera, donde pocos pueden apreciarlo. A juzgar por el curso de la historia, y esto no implica ensalzar lo precedente, la maldición del almirante cayó sobre Buenos Aires, con toda su furia. Además de transformar una bonita plaza en un páramo, los sucesivos inquilinos del poder, han debido afrontar maremotos, tifones y tormentas de toda índole (inflación, default, déficits perpetuos). Hasta el tsunami de una pandemia mortífera y al parecer, eterna.
Cabe señalar que también desde sus páginas La Prensa marcó el desacuerdo con ese despropósito chavista, identificando al explorador de valiente empresa, con los rústicos sucesores como Cortés, Pizarro, Vasco da Gama y otros, en el término genérico de "colonialistas", ajeno posiblemente a los deseos del almirante. Quizá por ello, los ataques a las estatuas de Colón en otras latitudes, coincidan con hechos infaustos. Así ocurre en Barcelona, con la impronta del kirchnerismo hispano de "Podemos", y en varias ciudades estadounidenses como Annapolis, Baltimore, y Miami, tras el crimen racista de George Floyd. En todas ellas, arrecia el Covid -19 con recurrentes rebrotes de creciente intensidad. Y ahora, salvo en el espacio interestelar, no hay nuevos mundos para descubrir. Dejen de vandalizar estatuas y comencemos a construir un futuro sin pandemias ideológicas ni cuarentenas mentales.