HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

jueves, 10 de noviembre de 2016

POR QUÉ GANÓ LA PRESIDENCIA CONTRA TODOS LOS PRONÓSTICOS.


     Por Paula Lugones, Washington/Corresponsal de Clarín.- Análisis. El mensaje de Trump encarnó la protesta de los desempleados, de aquellos hartos del sistema. Sintonizó con el habitante del interior, frustrado y sin futuro. Donald Trump volvió a romper barreras y, contra los pronósticos de casi todas las encuestas, se convertirá en el próximo presidente de los Estados Unidos. Asumirá como el abanderado del cambio en Washington, un legado que le asignó una mayoría estadounidense trabajadora blanca, industrial y rural, que no ve progresos en su vida desde hace años. Pero también logró buena cosecha de votos en sectores impensados como latinos, afroamericanos y mujeres. Como en el Brexit, o en el referendum por el acuerdo de paz en Colombia, las encuestas no supieron registrar el fenómeno del voto oculto o vergonzante, el del ciudadano que decía que iba a elegir la opción “políticamente correcta”, pero finalmente en el cuarto oscuro votaba por un cambio.
Clarín advirtió de ese fenómeno hace algunas semanas e incluso entrevistó a una encuestadora que trabaja para el diario Los Angeles Times, que era la única que tenía un modelo diferente, en el que no preguntaba directamente a sus encuestados a quiénes iban a votar.

Advertían que, si eran interrogadas por teléfono por una persona, tendían a responder que votarían por Hillary o que estaban indecisos, mientras que cuando respondían a una máquina o el sondeo se hacía por internet, las chances de Trump aumentaban. El sondeo vaticinaba días antes de los comicios una ventaja de 3 puntos para el magnate, mientras todas las encuestas la daban ganadora a Hillary Clinton por 3o 4 puntos. Fue la única que acertó. En las grandes ciudades de Estados Unidos y también en todo el mundo se preguntan cómo un personaje intempestivo como Trump, que dijo que los inmigrantes mexicanos son violadores o narcotraficantes, que se burló de discapacitados, que prohibirá el ingreso de musulmanes y que admitió en un video que manosea a las mujeres sin su consentimiento puede ser votado masivamente. Es que Trump logró sintonizar con el malestar de las clases medias industriales, rurales, sin estudios universitarios de ciudades pequeñas de la “América profunda” que está frustrada porque hace años y años que no puede progresar. Es la voz poco conocida del estadounidense que salió del secundario y busca empleo en la fábrica del pueblo porque ir a la Universidad es caro, o directamente no pertenece a su mundo. 


Es el que prefiere la cerveza y las costillas con barbacoa a la comida gourmet y que no sabe distinguir entre un pinot noir y un merlot. Es la que va a misa los domingos y lleva la Biblia en la guantera del auto, donde quizás también lleve un revólver para defenderse. Es ese estadounidense que tan bien describió JD Vance en su best seller “Hillbilly Elegy”, donde cuenta la crisis social y económica de la pequeña ciudad de Ohio donde vivió toda su vida. Es una paradoja que un multimillonario neoyorquino, que vive en un triple penthouse con bronces y mármoles en una torre propia en la Quinta avenida de Manhattan, sea quien se encarame como la voz de la clase media venida abajo. Pero, con un mensaje sencillo y populista del regreso a glorias pasadas, Trump se convirtió en adalid de hombres y mujeres que se quedaron sin trabajo porque las fábricas se van a otros países con menores costos o porque su tarea fue reemplazada por la de una máquina. Esa gente, si consiguió un nuevo empleo, gana la mitad. 

Crecen las deudas, los problemas con las drogas, el malestar. Ven a los inmigrantes como enemigos, como el “otro” que invade su trabajo y su identidad estadounidense. Trump arrasó en el “Rust Belt”, el cinturón industrial, con triunfos impensados en Michigan y un amplio margen en Ohio. Para David Birdsell, decano del Baruch College of Public Affairs de Nueva York, “Trump fue capaz de aprovechar la frustración y la ira de los votantes que se sienten abandonados por las élites y por la economía en general. El supo pintar un cuadro de la nostalgia de cómo era aquella forma de vida de la ‘América blanca’, esa nación que está desapareciendo ante nuestros ojos porque las proyecciones actuales sostienen que los blancos van a perder su mayoría en los EE.UU, entre 2040 ó 2050”, explicó. “Lo que ha asumido el votante de Trump es que las políticas antiinmigrantes que Trump promete pueden realmente retardar la declinación gradual de la población blanca”, señaló. Es que la supuesta recuperación económica no benefició a todos por igual. Mejoró el ingreso de los más ricos y sumergió a la clase media. La desigualdad fue el gran trasfondo del malestar. Además, es evidente que las minorías, que supuestamente se inclinan por los demócratas, no votaron automáticamente por Hillary. 

Ella perdió en Florida, inundada de latinos. Muchos hispanos son conservadores y también votan con el bolsillo. Ellos también quieren un cambio supuestamente para estar mejor. Tampoco salieron en masa los afroamericanos, que no vieron mejoras en sus vidas con el primer presidente negro de la historia. De hecho, a Hillary le fue peor que a Barack Obama en 2012 entre latinos, afroamericanos e incluso las mujeres. En una visita a Macon, Mississippi, la ciudad más pobre de Estados Unidos, con un 80% de afroamericanos, esta corresponsal detectó fácilmente a varios que votaban por Trump. El magnate entró en escena en un momento en el que el mundo vota populismos de derecha y rechaza con miedo a los inmigrantes, la globalización, el multiculturalismo, el libre comercio. El mundo está ante un personaje impredecible, que se atreve a decir y hacer cualquier cosa, pero que es el fruto de la frustración y el malestar engendrado en la América profunda y que también corrió transversalmente, en menor medida, entre latinos, afroamericanos y mujeres. Los estrategas de Hillary, pese a haber tenido la alarma que encendió Bernie Sanders, no supieron detectar el fenómeno a tiempo.

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