Por Jorge Lanata/Clarín.-
“Dejen de inventar, se sigue denostando a Rosario y Santa Fe”. “Se nos acusa de muchas cosas a los santafesinos, en particular a los rosarinos”.
La reacción del ex gobernador Antonio Bonfatti a la última edición de Periodismo para Todos no fue muy distinta a la del kirchnerismo cuando estaba en el poder: el programa no habló de “Rosario y Santa Fe”, ni de “los rosarinos”, sino de personas y gestiones puntuales.
Los políticos no son el Estado que administran. Bonfatti no es Rosario o Santa Fe, y tampoco es “los rosarinos”. Transformar las denuncias en una discusión nacionalista no es nuevo: ya la dictadura hablaba de la campaña anti Argentina, o Cristina se veía a si misma como representación de la Nación o el Pueblo.
Quien ataca a Rosario y Santa Fe es el narcotráfico o las políticas ineficientes del gobierno local, no el periodismo que lo cuenta.
La instalación del narcotráfico en la provincia de Santa Fe cuenta con un elemento adicional: sucede durante las distintas reelecciones del socialismo y es ahí donde el estereotipo hace corto circuito: ¿cómo los socialistas con los narcos? Es imposible.
Habría que observar que el narcotráfico no ha distinguido nunca entre derecha e izquierda a la hora de hacer negocios (los ejemplos de la FARC en Colombia y el propio gobierno en Cuba sobran) y convenir, a la vez, que es imposible la venta de drogas sin una complicidad vertical de todas las autoridades (las fuerzas de seguridad, los políticos, los organismos de control).
Nadie está planteando esta historia como fruto de una complicidad global: el narcotráfico no se instaló con ayuda del socialismo sino, probablemente, de algunos dirigentes partidarios de mayor y menor entidad, con gran parte de la policía y con la indolencia o complicidad de parte del sistema judicial.
En su descargo Bonfatti afirmó que entrevistamos a su abogado y que luego la nota fue censurada: es mentira. Luciana Geuna mantuvo con Héctor Superti una conversación telefónica en off pedido por él, el domingo pasado a la mañana. Nunca se grabó ninguna entrevista.
Bonfatti miente en este punto, lo que me permite preguntarme si lo hará también en otros.
Lo que queda en esta historia son un montón de preguntas sin respuestas. Habiendo sufrido uno de los atentados más importantes durante la democracia, Bonfatti retiró, un mes antes de dejar la gobernación, la querella contra Pimpi Sandoval, el acusado de disparar contra su casa, nunca fue personalmente a declarar sino que lo hizo por escrito y nunca respondió pregunta alguna. Un mes más tarde Sandoval aceptó su culpabilidad durante un juicio abreviado y quedó libre.
El denominado Caso Medina es, también, un enjambre de preguntas: hace tres años que ni avanza ni cierra una causa en la justicia federal por los vínculos políticos de Medina con el gobierno de Bonfatti. Luis Medina, alias El Gringo, para la PSA “El Hombre Marlboro”, para la policía de Santa Fe “El señor de los anillos”, cayó preso en 1999 a los 28 años como miembro de una banda narco, acusado de tráfico y falsificación de monedas. Cayó luego preso varias veces pero nada evitó que las autoridades locales le habilitaran en Rosario la disco Esperanto. Medina y su novia terminaron acribillados a balazos. El celular de su novia desapareció durante el procedimiento; el suegro de Medina fue asesinado en un carrito de comidas días antes de declarar como testigo, y al cadáver le cortaron una oreja. El policía que estuvo a cargo del operativo la noche de la muerte de Medina fue asesinado en un asalto dudoso; una casa en Pilar donde vivía Medina fue allanada en circunstancias confusas.
La causa estuvo un día y medio sin juez a cargo, ya que la jueza de turno no respondía los llamados y alegó luego tener el celular apagado. Cuando finalmente asumió la jueza Alejandra Rodenas se enteró que los objetos personales de Medina estaban en una división informática del Poder Ejecutivo. A medianoche del asesinato -luego de que la policía allanara la habitación de Medina en el Citycenter, precintara una netbook y la llevara a la Jefatura- aparecieron en el lugar Javier Echaniz y Martin Degrati, Secretario y Sub de Tecnologías para la Gestión de la provincia de Santa Fe y, afirmando tener una orden judicial que nunca fue librada -ellos dirían más tarde que era oral, algo que en Tribunales desmienten- se llevaron la computadora. Echaniz -que en 2015 fue despedido por contar mal los votos del escrutinio de las PASO provinciales- es hoy mano derecha de Bonfatti en la Cámara de Diputados y Degrati fue ascendido a Secretario. Nunca pudo peritarse si la computadora fue comprometida.
-Un día vino mi hijo a mi casa y me dijo: “Mamá vos sabes que si yo pongo plata con tres o cuatro amigos ayudamos a un político que quiere ser gobernador”, declaró la madre de Medina ante la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados provincial.
-La noche de inauguración de Esperanto estaba toda la crema narcosocialista -agregó.
Alcanza para preguntarnos porqué Rosario sangra.