HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

martes, 16 de agosto de 2016

LA POLÍTICA, ESE LUGAR DONDE HAY TANTA PLATA.


     Por Pablo Mandelevich/La Nación.- Quién sabe si lo pensó o si le salió del alma, lo cierto es que el arrojador de bolsos José López derribó en un minuto la torre sacrosanta de algo llamado por su jefa Cristina Kirchner la política. "La" política, así, con artículo determinado. En el gaseoso dogma K (mala noticia para los historiadores: el kirchnerismo es ágrafo) la política pretendía ser un lugar impoluto, el Olimpo, tal vez una efigie tratada lexicográficamente como si fuera una persona no jurídica, el prístino lago ensoñador en el que nada la militancia o todo eso junto, no ya un derivado de la polis aristotélica ni la mera actividad tenida por arte ayer, por ciencia hoy. Como se sabe, el misterioso señor López declaró la semana pasada ante el juez Daniel Rafecas: "Ese dinero (en referencia a los 8.982.047 dólares; 153.610 euros y 59.114 pesos que él introdujo por vía aérea en el convento cuyas monjas le tomaron el depósito a las tres de la mañana) pertenecía a la política". ¿Quién es la política? ¿Qué relación hay según el deponente -podrían preguntarle la próxima vez- entre el depositante y la mentada? En el idioma del señor López la política sería algo así como la industria, el comercio, la agricultura, actividades que bien manejadas dan una renta atractiva (que se recomienda convertir a dólares para cargar cinco o seis bolsos nomás, no veinticinco). Quizás convenga rechazar esta equiparación de actividades como algo natural. Si en vez de entrar al convento López hubiera sido detenido saliendo de él con igual equipaje, ¿habría dicho que el dinero procede de la religión? Fuera de las millonadas que se mueven en las campañas electorales, por lo demás, las sedes de los partidos políticos apenas tienen para pagar la luz y el sereno, siempre que haya partido, que haya sede y que haya sereno. ¿A qué se refiere entonces con la política, señor López? ¿De dónde sacó ella (la política) estos nueve millones de dólares tan necesitados de retiro espiritual? Es todo por ahora, descansen, dice el deponente. El señor López dosifica sus verdades. Hará entregas según cómo le pinte "la fortaleza física, psicológica y espiritual" (así quedó en el expediente). ¡Justo cuando viene la parte interesante!
No es por desmerecer los detalles que desgranó sobre cómo se concentra su esposa para estudiar abogacía, la tramitación de los celos conyugales, las propias pulsiones suicidas ni por subestimar cuando al otrora poderoso secretario de Obras Públicas le resultó "imposible" conseguir un préstamo hipotecario para adquirir vivienda. Hay que entender que los presos ilustres de nuestra época -López, Fariña, Báez, Pérez Corradi-, influenciados por el soap opera norteamericano, se acostumbraron a hablar por goteo: ofrecen capítulos en serie. Ningún episodio posee unidad argumental en sí mismo, las tramas quedan siempre abiertas y nunca se sabe bien en qué temporada terminará la miniserie. A cargo de la obra pública nacional entre el 28 de mayo de 2003 y el 9 de diciembre de 2015, López, un administrador nato, ahora administra silencios. Está convencido de que debe acompasarlos con estados anímicos de cuyo vaivén lamenta tener menos información que del origen del dinero. El jueves pasado faltó poco para que le dijera al juez "vea su señoría, usted y yo compartimos la curiosidad, deberíamos sentarnos del mismo lado, ambos queremos saber cómo sucedió lo de la maldita corrupción". Textualmente López declaró: "Yo también, como ustedes, quiero entender y comprender lo que pasó el día de mi detención". A lo mejor sospecha de él mismo pero no quiere acusar sin pruebas. En todo caso el tema no son los laberintos mentales y las estrategias defensivas -intríngulis probablemente fundidos en una misma pieza- de este santacruceño por adopción, que antes de aterrizar en Buenos Aires se había preparado en Río Gallegos durante otros (casualmente) 12 años y medio en lo suyo, es decir, los Kirchner y la obra pública (lo que permite inferir que tuvo el privilegio de disfrutar de dos décadas ganadas). 


El tema es el significado de la política, evanescencia puesta en el altar de los más altos valores kirchneristas por la jefa y que según este boquiflojo resulta que es algo, no se sabe muy bien qué, que tiene flujo de caja. Más de una vez Cristina Kirchner recomendó la política para prevenir la drogadicción. De acuerdo con su razonamiento hidráulico los jóvenes que están en política tienen utopías, son luchadores y por eso zafan de la droga. En los últimos seis años, más o menos desde la muerte de Kirchner, al ufanarse del restablecimiento de la política los K, ricos en confusiones, se adueñaron del concepto. Fue una de sus grandes paradojas, ya que la política de verdad está asociada al debate y el kirchnerismo, llamado estalinista por José Manuel de la Sota, profundizó como nadie el verticalismo obediente. Aun hoy en la interacción de Cristina Kirchner con la Cámpora, cuyos militantes se dicen soldados, es fácil advertir el sistema de alineamiento acrítico. Las vueltas de la vida, los que de algún modo se adueñaron de la política como si fuera un manojo de virtudes ahora se preparan para explicar que la política repartía millones. El kirchnerismo tiene de antaño una especie de justificación para el cruce de billetes y utopías. Es aquella enseñanza atribuida a Néstor Kirchner: "Para hacer política hace falta plata", un tema principista que los textos de Montesquieu, Tocqueville, Gramsci y Weber saltean, el pensamiento hegeliano y el marxismo disimulan y que a los griegos también se les pasó. Es principista, entiéndase bien, porque está en el arranque de la carrera del poder, al principio, no por otra cosa. Sepa López decir cuando se sienta bien qué final tuvo aquel principio.

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