Cristina Kirchner atraviesa “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser” |
Del editor al lector, Osvaldo Pepe/Clarín.-
El kirchnerismo está terminando de morir. A sólo tres meses de dejar el poder, y después del ensayo fallido de una paródica “resistencia callejera” en plazas públicas, sólo pudo mostrar actos módicos, poblados por cuadrillas fieles, funcionarios de rango menor y periodistas entrenados desde la impunidad del poder en campañas de difamación de opositores y colegas. Sus medios se ven afectados no sólo por la crisis de la industria, sino por la falta de los dineros públicos que sostenían la propaganda K. Y los trabajadores (no las estrellas del relato) pagan los platos rotos con las pérdida de sus empleos. Abrieron medios para “matar” disidencias y plantar un relato único; ahora, sin plata ni poder, los cierran.
El kirchnerismo ya había tenido otras muertes prematuras. De todas resucitó de la mano de una capacidad de resiliencia política basada en el rotundo control de todos y cada uno de los resortes del Estado. Solitarios voceros se escudan en el 48,6% de los votos que cosechó Scioli, su candidato involuntario. Pero la mayoría no fueron votos K. Ese caudal incluyó la clientela dependiente del Estado (empleados, planes sociales, estructuras políticas), parte del peronismo espantado por la candidatura de Macri, más una porción de kirchnerismo rancio. Hoy, los planes siguen, el cese de los nombramientos por asalto no fue objetado por una queja opositora sostenida y el peronismo institucional (gobernadores, intendentes) necesita sobrevida política y dinero fresco. No come vidrio: está dispuesto a negociar coparticipación y demás acuerdos de gobernabilidad con los elencos de Macri.
El PJ ya dio señales de que el proceso de unidad tras la derrota exlcuye a La Cámpora y al kirchnerismo recalcitrante
Y esta semana volverá para eso a la Rosada. Además, el PJ ya dio señales de que el proceso de unidad tras la derrota tendrá como damnificados a La Cámpora y a los K más recalcitrantes, que decidieron jugar su futuro a todo o nada en la interna del 8 de mayo: podría ser su última muerte. Para colmo, la ex presidenta perdió sus poderes “mágicos”: ya no encuentra botones para tocar, órdenes para dar ni siervos para que la obedezcan. Su palabra mordaz ya no resuena, su Twitter reposa en silencio y el finde apenas se hizo ver en Facebook para homenajear a Hugo Chávez.
Cristina atraviesa “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”. Y el 13 de abril tiene fecha para lo que podría ser un desfile por los tribunales, en este caso por las ventas de dólar a futuro. Pero la agenda podría ampliarse por el presunto encubrimiento con Irán por la AMIA y las irregularidades contables de los hoteles sureños de su propiedad.
Un ocaso con más pena que gloria. Lejos de la grandilocuencia prometida y de los gritos destemplados de su última y férrea celadora, el kirchnerismo resiste su telón final con esta larga agonía de su extraviada aspiración plebiscitaria.