HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

lunes, 14 de diciembre de 2015

LA CONCERTACIÓN Y LAS DUDAS DE LOS SINDICALISTAS.


    Por Ricardo Carpena/Clarín.- MUNDO GREMIAL:¿El pacto social será sólo para moderar los reclamos salariales?, plantean los gremios Para un sindicalismo fracturado, carente de proyectos, enemigo de los debates, atado a los personalismos y cortoplacista, el llamado de Mauricio Macri al diálogo social puede convertirse en un problema más que en una oportunidad. ¿Podrán compartir un mismo espacio de diálogo algunos dirigentes que se detestan tan visceralmente? ¿Cómo evitar que la mesa tripartita se desaproveche con gestos para la tribuna y sobreactuaciones para incomodar al rival interno? Aun con sus divisiones, los gremialistas comparten una duda: ¿el acuerdo al que convocará el Gobierno será sólo una forma de pactar aumentos salariales moderados? Ese es el motivo por el cual, ya en la campaña electoral, Daniel Scioli primero habló y luego archivó la propuesta de un pacto social. Quizá no ayude a superar las desconfianzas sindicales que el Presidente hable por primera vez sobre el tema ante un auditorio como el de la conferencia industrial de la UIA. Por eso habrá gestos de Macri hacia el sindicalismo peronista esta misma semana.
Uno de ellos es el posible encuentro del jueves próximo entre el Presidente y las cinco centrales obreras. Otro, obviamente, es la suba del mínimo no imponible a 30.000 pesos. Hay más, anticipadas por Clarín, como la probable designación de un técnico propuesto por los sindicatos en la Superintendencia de Servicios de Salud, que controla los fondos de las obras sociales, y el nombramiento como secretario de Seguridad Social de Juan Carlos Paulucci, un experto en el tema que asesora desde hace muchos años a Gerónimo “Momo” Venegas. ¿Alcanzarán para que los dirigentes amplíen su margen de tolerancia hacia un gobierno que les dará participación (esa palabra inexistente en el diccionario de Cristina Kirchner), pero también algunas medidas económicas “antipáticas”? Las sospechas alrededor del pacto social comenzaron hace tres meses, advertidas por un experimentado abogado como Lucio Garzón Maceda, que pusieron en pie de guerra a la CGT Córdoba y frenaron el entusiasmo inicial de Antonio Caló. El alerta sindical incluye el discurso que brindará hoy a favor del diálogo social el director de la OIT, Guy Ryder, en la conferencia de la UIA: dirigentes de la Alimentación como Héctor Morcillo pidieron a sus pares de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación (UITA) que le transmitieran a Ryder sus temores sobre la iniciativa macrista. El titular de la OIT les habría aclarado que su único objetivo es hablar sobre el diálogo social y que no permitirá que sea utilizado para debilitar la negociación colectiva. 


 Nada será fácil. Guillermo Marconi, líder del gremio de empleados de la enseñanza privada, anticipó hace 48 horas que sólo reclamará un aumento del 10% para el primer cuatrimestre, como una señal de buena voluntad hacia el nuevo gobierno. El macrismo lo celebrará, sobre todo si efectivamente baja la inflación. Si no, ese 10% se proyectaría a un inquietante 30% anual, que es la misma cifra que, ante Clarín, empezó a reclamar un aliado de Macri como Hugo Moyano. El gabinete económico no habla de números ideales para las paritarias. Que serán “libres”, pero con niveles que deberían consensuarse en el diálogo tripartito. El mismo ámbito donde el Gobierno quiere convencer al empresariado de retrotraer los precios al 30 de noviembre. Se buscan gestos de ambas partes. Una misión más imposible que para los films de Tom Cruise. El sindicalismo peronista atraviesa una semana clave, no sólo por el llamado al pacto social. 

El viernes próximo habrá un plenario de secretarios generales en la sede cegetista de Azopardo que simbolizará el avance de las gestiones de unidad entre moyanistas, independientes de la CGT Balcarce, “Gordos” y dirigentes del transporte. La mayoría quiere que de allí surja una suerte de mesa provisoria de conducción que pilotee a los gremios hasta llegar a un congreso, quizá en marzo, donde se unifique la CGT. Los que se resisten son los ultra-K como Caló, Ricardo Pignanelli y Omar Viviani, jefes de una veintena de sindicatos que, al estilo de esos soldados escondidos en la selva durante décadas que ni se enteraron del final de la guerra, están atrincherados en una raída CGT Balcarce como si el balotaje hubiera dado otro resultado. Algunos, por ejemplo, quieren advertirle a Macri que esa central es la única con reconocimiento oficial (de Cristina Kirchner) y que por eso debería ser la única en participar del diálogo social. ¿No deberían salir de la jungla?

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