Por Carlos Tórtora/El Informador.-
Esta vez -y como consecuencia de una serie de hechos ocurridos con posterioridad a las mismas- las PASO no marcaron un rumbo definitivo en la carrera presidencial. En el 2011, en cambio, el contundente 51% obtenido por la fórmula Cristina Kirchner-Amado Boudou hizo que la primera vuelta fuera un simple trámite. El arco de factores que se desencadenó sobre la realidad argentina fue lo suficientemente variado e intenso como para reabrir plenamente el interrogante acerca de si habrá o no ballotage. La crisis de China y Brasil, las inundaciones, los reiterados errores de Daniel Scioli y el escándalo de Tucumán, más la trepada del blue, crearon un clima nuevo y altamente volátil.
Pero hay otros factores que inciden y que tienen por ahora escasa difusión. En el seno del cristinismo la lucha interna recrudece en torno a quiénes se posicionarán mejor a partir del 10 de diciembre, en caso de que Scioli sea finalmente presidente. El kirchnerismo tiene ahora dos hombres fuertes: Carlos Zannini y Aníbal Fernández, y ambos tienen visiones y planes absolutamente opuestos. El compañero de fórmula de Scioli, fiel al único esquema que conoce, se propone reconfigurar el poder K alrededor de aquél, asegurándose de que el kirchnerismo mantenga su vigencia a través de sus bloques de ambas cámaras nacionales; Aníbal F. Apunta, en cambio, para otro lado.
Siguiendo los pasos de Eduardo Duhalde, se propone reconstruir el aparato territorial del PJ bonaerense, para lo cual sumaría a su presidente, el intendente de La Matanza Fernando Espinoza. En cierto modo, el actual jefe del gabinete quiere volver al esquema anterior al 2003, cuando Néstor Kirchner empezó a utilizar la chequera presidencial y el látigo para domesticar a los jefes comunales hasta convertirlos en mansos seguidores de la Casa Rosada. El esquema de Aníbal F. se parece más bien a lo que fue el duhaldismo: la primera fuerza política del peronismo nacional. No se sabe si CFK avala esto ultimo o simplemente no puede impedirlo. Sí se sabe que La Cámpora reparte sus fichas entre Zannini y Aníbal F, con un criterio marcadamente oportunista.
La pulseada entre estas dos figuras desciende sobre el campo de batalla electoral. No es un secreto que Aníbal F. desliza que Zannini carece de condiciones para presidir el Senado de la Nación y que sólo funciona bien entre bastidores, como un oscuro monje gris. Justamente, desde este rol en el que se siente fuerte, Zannini estaría moviendo ciertos hilos delicados. Por ejemplo, tender puentes con Felipe Solá para ayudarlo a que le reste votos al quilmeño en su puja por la gobernación. Se trata de un corte de boleta muy difícil, ya que la boleta para gobernador está ubicada en el medio de la sábana. La idea de Zannini sería que Solá haga una excelente elección que lo deje a su rival Aníbal F. lo suficientemente descolocado como para ser un débil ganador y, por lo tanto, un gobernador sin demasiados bríos. Los intereses de Sergio Massa coinciden con los de Zannini, porque aquél teme que, una vez en la gobernación, el quilmeño se empeñe en desguazar el massismo cooptando uno por uno a los intendentes renovadores.
Reposicionamientos
Objetivamente, CAMBIEMOS debería beneficiarse electoralmente de estas grietas que aparecen en el frente oficialista. Mauricio Macri fue revalorizado estos días por los mercados y el establishment, que se asustaron por el bajo nivel político mostrado por Scioli. El acercamiento entre Macri y Massa lleva a suponer que, si al primero le toca llegar al ballotage, podría llegar a contar con el apoyo de los renovadores, con determinadas condiciones pactadas, por supuesto. Pero la realidad es que la capacidad de los candidatos de dirigir a los votantes es reducida. Si el gobierno consigue salir de su pantano y presentar una convocatoria a la unidad del peronismo, no pocos dirigentes massistas se verían tentados de subirse a la ola naranja, siempre y cuando les den participación en el futuro gobierno.
El silencio que en los últimos días manifiesta José Manuel de la Sota es otro síntoma. El cordobés ratificó su continuidad en UNA, es decir, su apoyo a Massa, pero en los hechos se mueve en silencio y esto quiere decir mucho. Por ejemplo, que sus lazos con Scioli están plenamente operativos. ¿Siendo el gobernador peronista de más trayectoria, intenta De La Sota convertirse en el eje de una liga de gobernadores que le garantice a Scioli la gobernabilidad? Hay que mirar en este sentido el eje Córdoba-Santa Fe. En esta última, Omar Perotti, la figura descollante del PJ local, practica un discurso muy semejante al del gobernador cordobés.
En estos círculos se escucha decir que CFK, en su empecinamiento por ponerle su marca al próximo gobierno, puede terminar haciendo que Scioli pierda.
Si el 25 de octubre las urnas dijeran que hay ballotage, el pase de facturas dentro del Frente para la Victoria puede ser de una intensidad nunca antes vista. Es muy probable que esto -si ocurre- agudice el enfrentamiento entre Zannini y Aníbal F. y que la presidente deje en claro que la performance de Scioli fue muy inferior a las expectativas. Siguiendo con este probable escenario, el cristinismo podría decir que Scioli no alcanzó el 45% porque no defendió el modelo K con la suficiente convicción. Desde el sciolismo y otros sectores responderían a su vez sosteniendo exactamente lo contrario; que al no enfatizar en las correcciones que se le deben hacer al modelo, el electorado de clase media terminó masivamente del lado de CAMBIEMOS.