Por Horacio Minotti,Director periodístico/GAZETABA.-
Al candidato del Frente para la Victoria ya no le alcanza con frasecillas amables para mantener su intención de voto. Una mala PASO, inundaciones, fraude, represión, y ahora enriquecimiento ilícito. El peor momento de Scioli.
El votante es muy observador. La imagen, el cuerpo, la postura, la actitud dicen mucho más que las palabras, y el candidato del Frente para la Victoria ya no es el mismo. En todo caso es apenas una sombra que mixtura un visible agotamiento y un rostro desencajado. Es que Daniel Scioli nunca compitió. Y desde que desembarcó en la política, le bastó para cultivar su buena imagen con frasecillas amables sin contenido alguno, al estilo del señor Flanders: “con fe, con esperanza, vamos para adelante”.
Para ser diputado nacional, le alcanzó con llevar a Carlos Menem de copiloto en su lancha, en una categoría donde nunca tuvo competidores. Para ser secretario de deportes de la Nación, fue suficiente con jugar ajedrez con Eduardo Duhalde, y con el mismo juego, el bonaerense lo colocó como vicepresidente de la Nación de Néstor Kirchner. Cuando este último decidió la estrategia de no presentarse a la reelección y mandar a su mujer Cristina Fernández, Scioli pretendía ir por jefatura de gobierno porteña, pero el santacruceño no tenía candidato en Provincia de Buenos Aires, y allí lo mandó.
Colgado de la boleta ganadora de Cristina, tampoco en esa ocasión tuvo rivales, segunda salió Margarita Stolbizer, con el 16% de los votos. Otra vez detrás de Cristina en su mejor momento, reelecta presidenta de la Nación, el gobernador consiguió también reelegir y nuevamente sin rival: Francisco De Narváez obtuvo 15 puntos porcentuales.
Pero además de este nuevo fenómeno que se le ha presentado, que consiste en enfrentar rivales en serio, en campaña la cosas cambian, e inserto de pleno dentro del Frente para la Victoria más aun. Porque en todas las anteriores inundaciones bonaerenses, el gobernador utilizó a los medios para culpar al gobierno nacional por la falta de fondos para obras. Por cierto, le faltó, como es costumbre, coraje para hacerlo él mismo, pero se las ingenió para que los medios lo auxilien en eso. Como en 2013, cuando la crisis con el sector docente hacía que las clases no se iniciasen nunca, y los voceros sciolistas culpaban al gobierno nacional por no enviar fondos. Pero esos fondos eran un subsidio adicional, no la coparticipación provincial que ya había sido enviada, sino un auxilio con el que la Nación no tenía obligación de cumplir. Scioli debió administrar correctamente para poder pagar a sus docentes, pero estaba acostumbrado a vivir de la dádiva, como toda su vida.
El resultado de las PASO no fue bueno para Scioli, por eso tardó tanto en salir a “festejar” esa noche de agosto, porque no tenía que cosa celebrar, y por el mismo motivo su discurso inconexo que pareció una clase de arameo, al que le insertó la palabra “Néstor” para conseguir que alguien aplauda. Había alcanzado a duras penas, el piso justicialista, el mismo que obtuvo Italo Luder en 1983 y Eduardo Duhalde en 1999, el 38,5% de los votos es un número perdedor para el PJ, y todos en ese bunker lo sabían. Es la base mínima que se obtiene sumando el aparato K, más la prebenda y el asistencialismo, más el margen de fraude habitual. Scioli no sacó un solo voto más sobre eso, que hubiese obtenido cualquier candidato del peronismo.
Para peor, y luego de ello, se embarcó en disputas con usuarios de twitter que únicamente resaltaron su paseo vacacional mientras su pueblo de inundaba; y con Carlos Tevez, al que se le ocurrió decir que había pobreza en Formosa, algo harto evidente. Sus estrategas tratan de evitar que en los próximos días entre en debate con “el gigoló” denunciado por la hermana de Flavio Mendoza.
Cuando creyó que llegaba un pequeño resuello, un alivio en su pesada campaña, el domingo pasado en Tucumán festejó alocadamente con el gobernar saliente José Alperovich y su candidato Juan Manzur. Le duró minutos, detrás vinieron las denuncias del evidente fraude, la difusión de la quema de urnas, y para ponerle un moño, la represión descabellada al pueblo.
Entre tanto, Scioli gasta muchas energías en ocultar cosas, que a la larga, salen a la luz. Su ridícula declaración jurada patrimonial, donde los pocos bienes que confiesa como propios aparecen risiblemente subvaluados, y que concluye un patrimonio de algo mas de 13 millones de pesos, es diez veces superior al que declaró cuando abandonó la vicepresidencia de la Nación hace 8 años. Con su sueldo de funcionario público resulta imposible tal incremento.
Por eso no puede ignorar la causa por enriquecimiento ilícito que se le sigue en los juzgados federales de La Plata, aunque recién trascienden al gran público hoy, porque lo publica el diario Clarín. GZT, el 16 de agosto pasado ya había difundido el tema (ver: SCIOLI, EL ENRIQUECIMIENTO ILÍCITO http://tinyurl.com/pbjnn2a). Según explica el diario mencionado en una nota de Nicolas Wiñazki, el candidato presidencial se habría presentado en la causa el miércoles pasado, para adelantar su declaración indagatoria, como un modo de tapar las cosas: si se presenta espontáneamente, no trasciende la citación que era inminente. Y todo ello en una causa en que los tiempos de la investigación jugarán a su favor, pero de la que no tiene salida alguna: el patrimonio de Scioli es legalmente inexplicable.
Por fin, las encuestas propias disparan la depresión del gobernador. Incluso en las pagadas por él mismo, en las que le “dibujan” los números para hacerlo feliz, no consigue perforar ese insuficiente 40% de los votos. Solo en una situación de ballotage, que hoy aparece indefectible, alcanzaría un 43%, que proyectado porque en la cuenta final de la segunda vuelta se extrae el porcentaje de votos en blanco, alcanzaría un 45,5%, perdiendo claramente con Mauricio Macri (54,5%).
Los números lo dirán con más elocuencia en octubre, aun cuando Scioli se imponga en la primera vuelta. Pero la diferencia con Macri jugará un rol clave. No olvidemos que ya hay antecedentes de un candidato que ganando la primera vuelta, se bajó del ballotage, porque sabía que había alcanzado su techo y le era imposible ganar.