Por Carlos Tórtora/El Informador.-
Incorregible, ayer la presidente utilizó el trágico final del fiscal Alberto Nisman para poner en marcha un nuevo operativo de acumulación de poder de su gobierno, esto con vistas, obviamente, a garantizar su impunidad y la de los suyos luego de abandonar el poder.
Durante la campaña electoral del 2003, Néstor Kirchner prometió que, en caso de ser presidente, suprimiría los fondos reservados, supuestamente el principal instrumento utilizado por el gobierno de Carlos Menem para comprar voluntades. Pero nada de esto ocurrió; los fondos reservados se multiplicaron durante la década K y fueron generosamente utilizados para financiar campañas electorales, cooptar intendentes, gobernadores y legisladores, etc. Es decir que el kirchnerismo, desde el primer momento, utilizó a la SIDE como una caja política, mientras denostaba retóricamente a los servicios de inteligencia. Este proceso culminó con el discurso presidencial de ayer que esboza una tesis absurda: detrás de la denuncia y la muerte de Nisman hubo una conspiración interna de la SI (ex SIDE) que apuntó a desestabilizar al gobierno.
Cualquier conocedor del tema sabe que la parte de la SI que realmente funciona y cuenta con medios, estaba hasta hace poco concentrada en el Director de Reunión Interior, Fernando Pocino; el de Operaciones, Jaime Stiusso, y la oficina de escuchas judiciales (OJOTA), a cargo de Santiago Vila. Los tres nombrados entraban y salían de Olivos como si fuera su casa y si conspiraban era porque el gobierno así lo permitía.
El rimbombante anuncio de CFK de que enviará al Congreso un proyecto de ley para disolver la SI y crear la Agencia Nacional de Inteligencia es poco más que una cortina de humo. Para empezar, semejante transformación orgánica implicaría un largo período de transición.
O sea que Cristina está proponiendo una ley que prácticamente deberá aplicar el próximo gobierno, por lo cual es bastante probable que esta espectacular reforma ni siquiera llegue a ejecutarse. Con su estilo frívolo, a la presidente no le importa anunciar la disolución del servicio de inteligencia de Estado servirá para aumentar la desconfianza y el desconcierto entre la comunidad internacional de inteligencia, que ya considera a la Argentina como un país poco confiable en materia de seguridad e inteligencia.
No es casual que, luego de haber manejado la SIDE con mano de hierro, el kirchnerismo, cuando está a punto de abandonar el poder, impulse un sistema de inteligencia menos jerárquico y más controlado por el Congreso. O sea, una forma de decir “ahora que nos vamos que haya una SIDE transparente y con menos poder propio”.
El super poder
Pero el broche de oro de la serie de desatinos que ayer desarrolló la presidente fue es el traspaso de las escuchas judiciales de la SI a la Procuración General de la Nación, una transferencia de poder a Alejandra Gils Carbó de consecuencias imprevisibles. A partir de que esto se aplique, cualquier juez federal, para poder investigar, quedará subordinado a la discrecionalidad de la jefa de los fiscales, que ya demostró su condición de abanderada del cristinismo. Esta reforma complementa perfectamente el traspaso de poder de los jueces a la Procuración dispuesto por la reciente reforma procesal penal. Se trata de un golpe muy fuerte a los jueces de Comodoro Py, o tal vez también un castigo por las recientes rebeldías de Claudio Bonadío y otros magistrados.
Así las cosas, la Procuración General de la Nación apunta a convertirse en un Estado dentro del Estado. No era casual que las escuchas judiciales dependieran de un organismo distinto (la SIDE) de los funcionarios que dirigen la investigación -jueces y fiscales. De este modo se preservaba cierto equilibrio y control entre la investigación y sus medios técnicos. Con la reforma de Cristina, Gils Carbó podrá investigar y a la vez manipular las escuchas de la misma investigación. O sea, un paso más hacia un Estado semitotalitario.
Sobre el cadáver de Nisman, Cristina encontró la forma de seguir acumulando poder en perjuicio del sistema democrático.