Por Fernando Gutierrez/iProfesional.- Funcionarios y ejecutivos de firmas eléctricas admiten que ante una ola de calor es casi inevitable la repetición de apagones. Mientras buscan "tercerizar" culpas ante un colapso energético, el Ejecutivo festeja que los argentinos, por el modelo, pueden comprar "cosas que se enchufan"
Para entender el "modelo K", nada mejor que tomar como referencia un aparato de aire acondicionado.
Sintetiza todas las contradicciones y los problemas porque es, al mismo tiempo, motor de la economía consumista y un "conspirador" que hace colapsar al sistema energético.
Ni bien llegaron los primeros calores, las cadenas de retail comenzaron a enfocar sus estrategias de marketing en ofrecer estos equipos con descuentos de hasta 35%, tal como se observó en la "promo Outlet" de Garbarino.
Ni bien llegaron los primeros calores, las cadenas de retail comenzaron a enfocar sus estrategias de marketing en ofrecer estos equipos con descuentos de hasta 35%, tal como se observó en la "promo Outlet" de Garbarino.
Otras casas de electro no sólo los incluyen en el marco del plan oficial "Ahora 12" sino que apuestan a que los ayude a salvar el verano tras un año flojo.
De hecho, la CAME (Confederación de la Mediana Empresa) celebra que luego de meses con caídas de hasta un 12% en ventas, los números hayan mejorado notablemente en octubre, cuando los primeros calores impulsaron la demanda de aires acondicionados.
Luego, en noviembre, se confirmó la esperada recuperación: en un contexto de caída del consumo de casi 5%, el único rubro que "zafó" fue el de electrodomésticos, que subió un 3,2%. Claro que el alza fue producto, en gran medida, de este "equipo estrella".
Lo mismo había ocurrido el año pasado, cuando estos aparatos habían liderado la comercialización de electrodomésticos, con una participación de mercado de algo más del 33% del total.
Esta situación fue ampliamente festejada por la propia Cristina Kirchner quien, en varios de sus discursos, eligió a dos productos -las motos y los aires acondicionados- como símbolos del ingreso masivo de personas al segmento de clase media.
"Mi madre ahora tiene dos aires acondicionados. Y no se los regalé yo porque soy la Presidenta, ni se los regaló nadie. Los pudo comprar porque mejoró la jubilación", afirmó en su último mensaje ante el Congreso.
Pero hay un problema: los motivos para el festejo se terminan cuando se observa que uno solo de estos equipos consume el equivalente a seis heladeras.
Y que la red eléctrica no está preparada para un mercado donde cada año se agrega más de un millón de nuevas unidades.
Todos los años se repite la misma historia. Con la llegada de las primeras olas de calor, empiezan los cortes, el malestar y los reclamos. De hecho, el pasado lunes, cuando la sensación térmica alcanzó los 36 grados, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich tuvo que salir a admitir que más de 35.000 personas se encontraban sin suministro.
Sé lo que dijiste el verano pasado
¿Qué hacer ante esta situación? ¿Festejar el boom de ventas o preocuparse por el consumo de energía? Para el Gobierno, es todo un dilema.
Por un lado, la Presidenta aprovecha en cada acto público para recordarles a los argentinos las bondades de consumir en vez de comprar dólares y guardarlos bajo el colchón. Y celebra cada dato de recuperación en ventas.
Pero hay también otra realidad: la recesión es funcional a un Gobierno que se enfrenta al colapso energético.
De hecho, un bajón en el consumo eléctrico -tanto industrial como residencial- es una especie de "tregua" para un sistema que el verano pasado dejó en evidencia sus serias falencias.
A fin de cuentas, fue el propio Julio De Vido, quien el último verano popularizó la argumentación de los "dolores de crecimiento", según la cual los apagones eran un síntoma de fortaleza económica, casi algo de lo que había que enorgullecerse.
En plena crisis por los cortes masivos de luz, el ministro alegaba que los problemas habían sido consecuencia de un récord en el consumo energético y que ello "muestra a las claras el vigor que tiene la economía, producto de este modelo de crecimiento con inclusión social".
Hizo la clásica comparación con 2004, al inicio de la década K, cuando el pico de consumo era de 14.000 megavatios, mientras que en diciembre pasado se llegó a los 24.000.
Claro que, como siempre, aparecía alguien dispuesto a cuestionar el "relato". Como Alieto Guadagni, uno de los ex secretarios de energía que desde hace años vienen advirtiendo sobre un colapso del sistema.
"El récord no es producto de una economía pujante. De hecho, no conozco ningún país que no aumente año a año su consumo, y es algo que se explica simplemente por el crecimiento de la población", afirmó Guadagni.
La peor fórmula: apagón y sin relato
Lo cierto es que en la actualidad el Gobierno se enfrenta a una situación incómoda: se arriesga a revivir un verano con crisis energética -como quedó en evidencia ante los primeros calores- sin tener, ni siquiera, el "consuelo retórico" de justificar los cortes de luz por el crecimiento de la industria y el consumo.
Por el contrario, los números muestran 14 meses consecutivos de caída en la actividad industrial (un bajón de 2,7% en lo que va del año, según cifras oficiales), mientras que el consumo también se retrae.
Estos no son los únicos argumentos que se le caen al Gobierno: también encuentra dificultades para mostrar eficiencia en los controles.
El año pasado hubo una promesa oficial ante la opinión pública: que se tomarían las medidas necesarias, incluyendo sanciones a Edenor y Edesur, para que la situación no se repitiera.
El compromiso fue particularmente demandado por la propia base militante del kircherismo, que había dejado en claro que no sería políticamente tolerable una nueva crisis. En ese contexto, reclamaba medidas drásticas, como una re-estatización del sistema eléctrico.
De manera que la posibilidad de "tercerizar culpas" hacia las dos empresas distribuidoras de Capital -tal como se hizo el año pasado- ya no parece ser un camino lógico ni para la población en general ni para la militancia K en particular.
Una vez, pasó como argumentación política; pero dos veces, es una admisión tácita de que no se hicieron los deberes.
Así lo dejaron en claro los funcionarios ante los temores de las últimas semanas. Más que demonizar a las empresas, se mostraron como sus socios.
En el caso de Jorge Capitanich, solicitó a los ejecutivos de Edenor y Edesur que contaran públicamente las inversiones realizadas para prevenir apagones.
Por su parte, De Vido puso de manifiesto que el propio Estado había realizado un esfuerzo en obras de mantenimiento, con desembolsos por $2.900 millones en redes y en subestaciones transformadoras móviles.
El clima, al banquillo de acusados
Algo que tanto los funcionarios como los ejecutivos de las empresas dejaron en claro es que la eventualidad de nuevos cortes no está disipada y que, cuando los problemas lleguen, ya tienen un nuevo "villano" a quien culpar: el clima.
En este caso, no resulta tan fácil tercerizar responsabilidades. Porque si bien es cierto que se están verificando temperaturas más altas que las del promedio histórico, esta situación ocurre en muchos países que no sufren cortes.
Sin ir más lejos, el año pasado la Argentina tuvo que realizar de urgencia un pedido de importación energética a Uruguay.
El país vecino, que se ubica en la misma latitud que la mitad norte de la provincia de Buenos Aires, padeció temperaturas similares a las registradas en la zona donde se produjeron los cortes.
Y la cantidad que vendió dejó en evidencia la existencia de un importante "colchón" de reservas energéticas: los 500 megavatios cedidos representan una cuarta parte de los 1.829 que se consumieron en el último récord durante el invierno.
Este año, la "apertura del paraguas" fue realizada por los propios ejecutivos de las empresas eléctricas.
El vocero de Edenor, Eduardo Mirabelli, dijo que no habrá problemas "si las temperaturas se mantienen en niveles razonables".
Debe reconocerse cierta creatividad en su planteo: atribuirle falta de "razonabilidad" al clima y, por lo tanto, "culparlo" de eventuales cortes, es todo un logro retórico.
Su explicación técnica es que lo que hace colapsar las redes no es tanto el calor del mediodía sino la persistencia de las altas temperaturas en la noche.
"Cuando se tienen muchos días de temperaturas mínimas muy altas, los cables no llegan a enfriarse en horario nocturno y es ahí cuando se produce el problema", explicó.
Desgraciadamente para el Gobierno y las empresas, la realidad siempre se encarga de desmentir los discursos. Un chequeo de las temperaturas nocturnas que registraron las grandes ciudades en el verano muestra que el de Buenos Aires lejos está de ser un caso excepcional.
El sitio especializado Accuweather muestra que en julio pasado, Madrid llegó a tener 22 grados durante la noche.
Río de Janeiro llegó a sufrir 27 grados en enero, presuntamente con miles de aparatos de aire encendidos y con los cables "sin la posibilidad de enfriarse".
En ninguno de esos casos hubo cortes de electricidad, algo que sí ocurrió masivamente en Buenos Aires, donde en la noche más calurosa se registraron 24 grados.
Pero no es el único argumento flojo de sustento. También se da con las declaraciones que buscan minimizar la gravedad de los cortes bajo el argumento de que las estadísticas muestran que están dentro del promedio histórico.
Utilizando datos de la propia Edenor, el economista Federico Muñoz sostiene que el agravamiento de los apagones se agudizó en la misma medida en la que el retraso tarifario de los servicios públicos fue afectando la capacidad de inversión.
"El resultado de años de regalar la energía no podía ser otro que la indisimulable crisis energética que actualmente padecemos", apunta Muñoz.
En la misma línea, Alberto Devoto, ex secretario de energía, describió la situación con crudeza: "Es muy poco lo que ha hecho el Gobierno en materia energética. Después de 11 años de desmanejos, el sistema de distribución está muy deteriorado".
Los funcionarios admiten ese retraso tarifario, a tal punto que lo han transformado en una bandera política, porque argumentan que es lo que ha ayudado al incremento del consumo.
Claro que no le adjudican los efectos negativos que señalan los economistas.
El gran argumento que expuso el ministro De Vido es que "en la telefonía celular la tarifa no es baja y el servicio no es mejor que el eléctrico".
Su razonamiento es otra gran síntesis del modelo: el subsidio estatal sólo tiene consecuencias positivas y ninguna negativa, porque estimula la demanda como locomotora de la economía.
Con la llegada del calor, el "relato" está desafiando su propio límite: mientras Cristina Kirchner, en su última reunión con la Unión Industrial, celebró que "la gente demanda más porque tiene más cosas para enchufar", los funcionarios cruzan los dedos para que no suba la temperatura.
En definitiva, mientras el Gobierno estimula y celebra las compras de estos equipos, para que el "modelo K" luzca exitoso se requiere de dos cosas al mismo tiempo: que los argentinos no los enciendan todos a la vez y que se tenga suerte con el clima, para que así "los cables se puedan enfriar".