Por Silvia Stang/La Nación.-
Las encuestas de expectativas hechas en empresas revelan lo que ocurre en uno de los segmentos del complejo mundo del trabajo en la Argentina: el de la economía formal. Las últimas estadísticas permiten establecer que alrededor de la mitad de los trabajadores (cuando se considera tanto a asalariados como a cuentapropistas) están en blanco . Y está claro que si allí hay signos preocupantes, más crítico aun tenderá a ser el escenario para quienes se mueven al margen de las leyes.
Por un lado, porque en la economía informal suelen verse más rápidamente las consecuencias de una crisis en la actividad (por ejemplo, porque no actúan mecanismos de protección contra el despido); por otro lado, porque hay estadísticas que muestran que si le va mal al empleo formal empiezan a bajar efectos a la sociedad.
Algunos expulsados del circuito registrado empiezan a hacer alguna actividad informal, y los que ya se mueven en ese segmento con una alta dependencia de los ingresos de quienes estaban algo mejor son empujados a una economía directamente de subsistencia.
"El empleo precario se vuelve más precario", resume ese efecto Agustín Salvia, investigador del Conicet y coordinador del barómetro de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina.
Según ese relevamiento, junto a una pérdida de dinamismo en las búsquedas de las empresas, se elevó en dos puntos el subempleo inestable (de 9 a 11,3%) entre 2010 y 2012. Si se mira sólo el estrato social más bajo, en ese grupo de quienes trabajan pocas horas están tres de cada 10 trabajadores. El dato es tan sólo una pincelada del cuadro de la realidad social, que muestra una impactante y persistente desigualdad, aun tras años de crecimiento económico.
Es una desigualdad de ingresos y también de acceso a oportunidades por factores educativos.
Existe, de hecho, un problema del lado de la oferta laboral, que en buena medida está concentrado en los más jóvenes, entre quienes más de la mitad tiene algún problema de inserción social. Hasta hace unos años, eso preocupaba a muchas empresas que no lograban cubrir sus vacantes. Distinta es hoy la realidad, en la que si bien el Gobierno muestra un índice de desempleo en baja, en el último período esa evolución se explicó por un factor negativo: menos gente salió a buscar trabajo, por efecto del desaliento.
Partiendo de la realidad de una sociedad disgregada y dados los vaivenes de la actividad, las políticas activas que tiendan a vincular a los sectores más vulnerables con los más dinámicos y fuertes de la economía podrían ser, según advierte Salvia, una de las vías de salida.