Por Guillermo Cherashny/El Informador.-
En la mesa chica de Unidos y Organizados, el chavismo peronista, cuya hegemonía ejerce La Cámpora, le encargó a diversos encuestadores que midieran a Sergio Urribarri, Jorge Capitanich, Julián Domínguez, Juan Manuel Urtubey y últimamente a Florencio Randazzo, que obtuvo algunos logros con la agilización del otorgamiento de documentos personales y ahora con tres nuevos aunque no modernos trenes en la línea General San Martín. Pero la gente no olvida la tragedia de Once ni que todavía viaja colgada del tren. Volviendo a los números estadísticos, los encuestadores fueron terminantes: cualquier candidato bendecido por la presidente tendría como techo un 10/12% en el mejor de los casos y aún podría cosechar menos que eso en las PASO. Por lo tanto, es fácil suponer que en la primera vuelta esos votos desaparecerían entonces por arte de magia y perderán diputados y senadores nacionales en cantidad. De ahí que necesiten colgarse de la cintura de Daniel Scioli para hacer un buen papel en la primera vuelta y entrar al ballotage o por lo menos obtener una treintena de diputados nacionales.
Para esta lista se anota casi toda la conducción de La Cámpora, entre ellos Mariano Recalde y Norberto Berner, ex Inspector General de Justicia y actual Secretario de Comunicaciones, quienes aspiran a contar con fueros para enfrentar los juicios por corrupción que se iniciarán en su contra. En la misma situación se encuentra el poderoso secretario de Justicia Julián Álvarez, que quiere nombrar 300 conjueces como garantía de tener impunidad futura.
Los fueros ante todo
Así las cosas, es muy probable que armen una fórmula presidencial para competir en las PASO con Scioli, que podrían integrar Randazzo y Urtubey. Pero nada evitaría que la lista para diputados nacionales la escriba de puño y letra la presidente, que sería candidata a legisladora para el Parlasur. De este modo, gane quien gane, La Cámpora llegaría a dos decenas de diputados y los fueros necesarios.
La misma posición que La Cámpora tienen los periodistas de los multimedios Szpolski-Garfunkel y Diego Gvrist. Ellos habrían recibido la indicación de la presidente de que el mal menor es Mauricio Macri, ya que su posición supuestamente “neoliberal” sería fácilmente cuestionable por movilizaciones populares, preparándose así un retorno triunfal K para las legislativas del 2017. Además saben que el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires le dará a la presidente el trato de jefa de la oposición, en detrimento de un Scioli perdidoso que desaparecería del escenario político y un Sergio Massa golpeado si es derrotado por Macri.
Él podría ganar sólo con sus colores amarillos o en una coalición con un sector del radicalismo, por ejemplo en una fórmula Macri-Aguad sin sciolistas, ni el GEN ni Libres del Sur. Saben los cristinistas que los radicales son poco afectos a investigar el pasado, salvo la presencia molesta de Lilita Carrió, que no cesaría en sus denuncias de corrupción. Pero piensan que con la fortuna acumulada por los principales capitostes del oficialismo, valuada por cabeza en varios millones de dólares, estarían dispuestos a perder buena parte de lo robado a la administración en manos de abogados y jueces federales, que sería la única manera de salvarse de la prisión. Aunque saben que tendrán que atravesar hasta el 2019 pateando tribunales y metiendo chicanas. Su esperanza se funda en la convicción de que, con plata, todos los juicios se arreglan.
