"¿Qué va a pasar con el dólar después de la decisión de devaluar de hoy?", le preguntó LA NACION en medio de la celosa custodia que rodeaba a Cristina Kirchner. "Seguro que me extrañaron", apenas respondió y siguió adelante.
Con la Presidenta a la cabeza, el Gobierno enterró ayer todo escenario de preocupación y vistió de fiesta la vuelta de la jefa del Estado a un acto público. Dos patios colmados de militantes, un Salón de las Mujeres repleto, funcionarios que deambulan de lado a lado en busca de espacio para ubicarse y hasta murgas convirtieron estas horas de tensión económica en una tarde de celebración puertas adentro de Balcarce 50.
Lejos de mostrar nerviosismo, ayer los funcionarios del área económica se mostraban conformes a pesar de la disparada del dólar oficial, que cerró el día con la devaluación más grande que concretara el Gobierno en los últimos años.
"Fue una decisión no intervenir, con lo que cual no estamos preocupados, es lo que buscamos", se defendían en la Casa Rosada sobre el brusco salto que dio ayer la moneda norteamericana.
En el Gobierno defienden la política de "flotación administrada" e incluso fuentes oficiales explicaban que la dinámica que le imprimió el Banco Central en los últimos días al hecho de dejar subir el dólar se cortará a partir de marzo. "Están adelantando la suba para después cortarla en el momento en el que empiecen a liquidar las exportaciones del campo", analizó un funcionario, que dijo que el Gobierno tomó la decisión de generar un dólar competitivo. "Será gradual, cuidando que no dispare los precios", anticipaban.
Pocos en la Casa Rosada se mostraron ayer sorprendidos del ritmo devaluatorio del Gobierno y la mayoría de los integrantes del gabinete celebró el regreso de Cristina.
La Presidenta se mostró relajada y de buen ánimo, sin demasiados cambios en el tono y el fondo del discurso, que como en anteriores apariciones, evita los temas complicados de la gestión.
Llegó puntual, pocos minutos antes de las 19. Llevaba un vestido blanco con dibujos de flores y ramitas negras, la combinación de colores que viene usando desde que dejó el luto por la muerte de Néstor Kirchner.
"Debe ser la abstinencia", bromeó, cuando emprendió el tercer discurso de la tarde. Tuvo algunos párrafos de confesión, como cuando declaró que estaba "totalmente despojada de toda ambición", cerrando así cualquier especulación electoral.
Apenas terminó su discurso por cadena nacional, Cristina se acercó hasta los balcones internos para saludar a la militancia y dedicarles unas palabras.
Acodada sobre el pasamanos de madera, se explayó sobre las especulaciones sobre su salud. Contó que mañana partirá a La Habana para participar el martes y miércoles de la cumbre de la Celac, y se quejó de que algunos medios especularon con la cancelación de ese viaje. "Querían crear una sensación de que yo ya no podía más. Y, la verdad, he tenido algunas dificultades, pero yo quisiera ver cómo estarían algunos si hubieran tenido las mismas dificultades que yo y gobernar un país de 40 millones de argentinos", dijo, con tono más intimista.
Ante la militancia también se dejó ver más despojada, haciendo visible el enojo que algunos ministros contaban que le habían escuchado tras las elecciones de octubre. "Si realmente todos pudieran distinguir las mentiras no hubieran pasado las cosas que pasaron en este país. Pero no es tonta la gente, sino simplemente que por ahí lo creen", relató.
