HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

lunes, 1 de noviembre de 2010

KIRCHNER: CUANDO LA REALIDAD ES LA ÚNICA VERDAD.

Por Myriam R. Chávez de Balcedo
Directora del diario Hoy

Toda una vida de pertenencia al peronismo me da la licencia para opinar sobre el PJ y los Kichner.

Cualquier persona que haya visto las escenas de congoja y el multitudinario acompañamiento a la Presidenta, tras la muerte de su esposo y padre de sus dos hijos, no puede más que solidarizarse.

También merece destacarse el respaldo que dio un sector importante de jóvenes, que se identifican con el oficialismo. Y debe repudiarse lo hecho por sectores retrógrados que, en algunas ciudades del país, salieron a tocar bocina cuando se enteraron del fallecimiento del ex mandatario.

Pero el árbol no puede tapar el bosque. Y la situación merece un análisis mucho más profundo acerca de lo que realmente fue Néstor Kirchner, quien llegó a la Casa Rosada desde una provincia casi desértica (tiene menos de la mitad de la población de La Plata) y con menos del 23% de los votos, convirtiéndose así en el primer mandatario menos votado de toda la historia.

La tierra natal de Kirchner, la provincia de Santa Cruz, tiene uno de los lugares más hermosos del mundo, como es el glaciar Perito Moreno. Yo tuve oportunidad de visitarlo, allá por el año 2000, cuando el fallecido mandatario era gobernador.

En aquel entonces, primero tuve que ir hacia Río Gallegos, para luego hacer cerca de 400 kilómetros por caminos casi intransitables, hasta llegar a ese lugar paradisíaco. La falta de infraestructura era evidente. Lejos de invertir en su provincia, Kirchner había optado por sacar del país y depositar en Suiza más de 535 millones de dólares. Unos años antes, ese mismo gobernador se mostraba sonriente en actos oficiales junto al entonces presidente Carlos Menem, y contribuía a la entrega infame del patrimonio nacional a manos de las privatizadas, incluidos los recursos hidrocarburíferos de Santa Cruz.

Esas acciones mostraron, a las claras, qué clase de político era Néstor antes de sentarse en el sillón de Rivadavia y, más allá de algunos matices, la realidad es que poco cambió durante los más de siete años en los que manejó, a diestra y siniestra, las riendas del poder presidencial.

En el análisis, obviamente, no pueden estar ausentes algunos hechos puntuales positivos que se dieron durante la gestión de los K, como fue el impulso a la renovación de la Corte Suprema de Justicia, desterrando a la nefasta mayoría automática menemista. Este logro, igualmente, se vio empañado ante algunas decisiones inauditas, como fue la negativa del propio Ejecutivo a cumplir con sentencias que emanaban de la propia Corte, como la orden para restituir al procurador de Santa Cruz, que fue echado de su puesto por orden del propio Kirchner en los años ‘90.

También merecen destacarse los planes que se instrumentaron para que pudieran jubilarse todos los argentinos, hayan o no realizados aportes, que permitieron incluir dentro del sistema previsional a miles de personas. Y a ello se le sumó la estatización de las AFJP, que llevó a que se les pusiera un freno a los buitres que hacían negocios y despilfarraban los aportes de los trabajadores.

Pero, más allá de estos hechos puntuales, el balance final muestra que el debe es mucho más importante que el haber. Kirchner tiró por la borda circunstancias internacionales extremadamente favorables para nuestro país, lo que llevó a un continuo crecimiento económico a tasas chinas, pero que sólo generó ganancias a grupos concentrados, que son amigos o socios del poder político. Los sectores que más ganaron, entre ellos los bancos, fueron los mismos que se beneficiaron con las políticas neoliberales que se instrumentaron en nuestro país desde la dictadura militar, con Martínez de Hoz a la cabeza.


El ex presidente nunca tuvo la decisión política de llevar adelante planes estratégicos de desarrollo para que el crecimiento económico sirviera para cambiar las estructuras subdesarrolladas de nuestro país, que llevan a que uno de cada cuatro compatriotas esté viviendo en situación de pobreza o indigencia.

Kirchner también vació de contenido al Partido Justicialista, al que convirtió en un verdadero sello de goma para rubricar sus estrategias trasnochadas, como la transversalidad, las colectoras y las candidaturas testimoniales. Pese a que en el último tiempo intentó vestirse con ropajes peronistas, el ex presidente, cuando asumió, renegó del justicialismo, y ese resentimiento lo acompañó durante todos estos años; para él la Marcha peronista o el término “compañeros” era como si fuesen malas palabras.


También es necesario desmistificar la creencia de que Kirchner era un suerte de mártir de la libertad de expresión. Todo lo contrario. La monopolización de los medios de comunicación fue una consecuencia directa de los favores que el santacruceño le dio al Grupo Clarín durante su mandato, permitiendo la fusión de las dos principales empresas de cable y renovando automáticamente, por varios años, las licencias de radio y TV que opera ese mismo grupo. Este diario, en absoluta soledad, lo denunció oportunamente; como así también denunció los turbios manejos de Papel Prensa (que opera Clarín junto al diario La Nación y el Estado nacional), mucho antes de que el Gobierno “se enterara” de que algo no funcionaba bien dentro de la única empresa que fabrica el principal insumo para la edición de periódicos.


La pelea con Clarín es una disputa de ex socios, motivada por intereses absolutamente sectoriales, y nada impide que, en el nuevo escenario, fumen nuevamente la pipa de la paz. Eso no es todo: el Gobierno discrima permanentemente al periodismo independiente, utilizando la publicidad oficial como mecanismo de apriete. Así es como destina millones y millones para sostener medios prácticamente inexistentes, de escasa tirada, como son Página 12 y las publicaciones del Grupo Szpolski. Y deja totalmente relegados a aquellos medios que tienen una línea editorial que no se condice con la realidad que se intenta imponer desde la Casa Rosada.

También resulta inadmisible que desde algunos sectores se esté hablando de Kirchner como si fuese un líder equiparable a lo que fue Hipólito Yrigoyen o Juan Domingo Perón. El primero hizo que gran parte de la población lograra participar de la vida democrática del país, desterrando el fraude mediante el cual los conservadores buscaban eternizarse en el poder, y defendió a rajatabla la soberanía nacional y los recursos naturales como patrimonio de todos los argentinos: la creación de YPF, durante su mandato, fue una clara muestra de ello.


A su vez, Perón -junto a Evita- logró que los derechos se universalizaran, incorporando a los sectores excluidos dentro del sistema productivo, y sentando las bases para el desarrollo económico y social de nuestro país, con una participación de los trabajadores en la distribución del ingreso inédita en la historia argentina.

Ahora, toda la atención está centrada en lo que pueda hacer Cristina Kirchner. Al igual que su esposo, ella tiene una oportunidad histórica para cambiar el rumbo de nuestro país, con un contexto internacional que sigue siendo por demás favorable. Pero, para que ello ocurra, deberá rodearse de técnicos y especialistas capaces de llevar adelante planes estratégicos de desarrollo en todas las áreas, desde la siderurgia hasta la ganadería.

No es necesario inventar nada, ni improvisar. Lula Da Silva muestra un camino a seguir. El presidente brasileño deja el poder con una imagen positiva superior al 80%, habiendo transformado radicalmente su país, que ya es la octava economía del mundo.


Lula tiene origen en la izquierda, una larga militancia junto a los trabajadores, y carece de estudios universitarios. Pero cuenta con una inteligencia natural que es por demás elogiable y con una capacidad de rodearse de intelectuales y técnicos capacitados, y de hacer alianzas estratégicas con la poderosa burguesía industrial de su país, para la defensa irrestricta de los intereses nacionales.

Quizás, algún día, la clase política de nuestro país decida seguir ese ejemplo. La responsabilidad no es sólo del Gobierno: llegó la hora de que la oposición también se ponga los pantalones largos.

Que así sea.

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