HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

domingo, 7 de noviembre de 2010

7 DE NOVIEMBRE: CEFEREINO NAMUNCURÁ, UN SERVICIO AL PUEBLO

CARLOS CEBALLOS

La catolicidad de la Iglesia de Cristo se manifestó una vez más aquel día de septiembre de 1904 cuando el Papa Pío X recibió, atendió y obsequió a un joven mestizo de la Patagonia Argentina que pocos meses después moriría de tuberculosis en un hospital romano con 19 años de edad. El Vicario de Cristo, remató en aquella reunión una etapa de un proceso que, tras recorrer un largo camino de ascenso en la integración de los pueblos, forma parte de nuestra historia y de su destino de reunión, ejecutado como en tantos otros casos a través del dolor de guerras y combates diversos y que el Amor suele sellar -como en éste-de manera impensada.


El nombre del protagonista principal, aquel que lo dio todo -hasta su vida-por su pueblo, es Ceferino Namuncurá declarado recientemente Beato (bendito), quien se convirtió en el fruto dulce de relaciones muchas veces amargas y siempre duras entre los “pueblos” pampas, vorogas, tehuelches, araucanos (todos mapuches en la reducción actual) y los criollos mestizos que más al Norte y al Este residían en la Patria, todos resueltos a ocupar una tierra vacía y a la espera de la cultura que los integrara y elevara.
El fruto Ceferino (“viento suave”) se “deslizó” misteriosamente por la historia llevado por una Mano invisible que le permitió sobre volar viejos y agudos conflictos y prepararse para un futuro desconocido por él que, sin embargo, supo expresar en un deseo formulado a su padre: «. ¿Por qué no me llevas a Buenos Aires a estudiar?.. Y yo podré estudiar y ser un día útil a mi raza»

Probablemente lo haya dicho observando la mísera situación en que vivía su gente en esos momentos de una historia que, en su etapa previa a él, comienza con Juan Calfucurá, (abuelo de Ceferino) araucano llegado de Chile en 1835, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, que negoció con éste y luego de la batalla de Caseros con Urquiza, y al par de no dejar cacique con cabeza fundó y condujo la Confederación Araucana o Confederación de las Salinas Grandes, con sede en ese lugar (cerca de Macachín, La Pampa) dominando territorios de Neuquén, Río Negro, La Pampa, el interior de Buenos Aires, San Luis y parte del sur de Mendoza y por ello llamado el “Señor del Desierto”. Se enfrentó y derrotó a Mitre en Sierra Chica, y al mando de 6000 hombres venció al Gral. Hornos en Tapalqué para finalmente declarar de manera formal la guerra a Sarmiento, Presidente de la Nación, y ser vencido en 1872 por el Gral. Rivas en la batalla de San Carlos (Bolívar, Buenos Aires.)

Su hijo Manuel Namuncurá, (padre de Ceferino) elegido sucesor de Calfucurá por 224 jefes indios reunidos en asamblea, bautizado cristiano en ocasión de la negociación con Urquiza _quien fue su padrino_ donde representó a su padre, se movió en retirada resistiendo durante varios años, para terminar refugiándose con un pequeño resto de aquel numeroso ejército en la cordillera neuquina (sin aceptar ayuda material de Chile ni cruzar hacia allá; porque: «Yo sentirme contento. Quiero vivir como cristiano y también toda mi familia. Yo buen argentino y mi gente quiere ser toda cristiana» según confesara después al Obispo Cagliero, y se rindió al Padre Domingo Milanesio que lo persuadió de negociar con el Gobierno argentino, quien lo nombró Coronel del Ejército y le cedió, de manera precaria, una pocas tierras en Chimpay, provincia de Río Negro, lugar donde el 26 de Agosto de 1886 nació Ceferino, cuya madre fue Rosario Burgos, mestiza chilena raptada en un malón cuando tenía 18 años.
En esos tiempos, además de indios, soldados, lanzas y pólvora, habitaron el escenario argentino en esta región patagónica los sacerdotes de Don Bosco. No por su número, estos misioneros que respondían a los sueños del fundador de la Congregación Salesiana, el italiano Juan Melchor Bosco, se convirtieron en el instrumento decisivo, necesario enlace y elemento primero de una Unidad posterior _que aun está en proceso_ conseguida mediante la prédica de la Fe en Jesucristo, que colocó a las partes en disputa en un plano superior, aplicando aquello que de los laberintos sólo se sale por arriba.

La lucha de los salesianos permitió alcanzar armonía en la convivencia durante las décadas siguientes y sin duda ellos obedecieron a la misma Mano invisible que llevó a Ceferino. La relación de los Padres, en especial Milanesio y Juan Cagliero con los Namuncurá, (finalmente establecidos como propietarios en San Ignacio, provincia del Neuquén) es la clave de esta etapa que culminó aquella reunión de 1904 en el Vaticano.
« ¡Quiera Dios que yo también pueda compartir tus sudores a favor de los pobres indios, haciendo por ellos lo tú has hecho por mí, ángel de la Patagonia!» dijo Ceferino refiriéndose a Monseñor Cagliero en un homenaje que se le tributó a éste en Buenos Aires en 1901.
Don Manuel Namuncurá no podía dudar en poner a su hijo en manos de estos hombres que les había recomendado el ex presidente Luis Sáenz Peña y que rápidamente comenzaron a instruirlo en su colegio de Viedma; descubriéndole al poco tiempo una tuberculosis que para ser mejor atendida, sin abandonar la preparación del joven como aspirante a sacerdote, los llevó a Italia.

En estos días nuestros en que las contradicciones entre los llamados pueblos originarios y el resto de los argentinos quieren ser reavivadas mediante una confusión promovida sin rubor por políticas fracturistas que pretenden dividir para quedarse con la tierra patagónica aún vacía de población y llena de riquezas, para lo cual se corrompe todo lo que puede ser útil, se falsea la historia, se renuevan y estimulan viejos odios borrando y negando la realidad de una auténtica convivencia entre iguales argentinos, como es posible observar internándose un poco en la intimidad de las personas y comunidades indígenas, cuya realidad contiene toda la injusticia que el presente reserva para cualquier argentino, en especial para los más humildes.
Políticas perversas se desarrollan apoyadas en el legítimo reclamo de tierras y desde ahí intentan colocar semillas de Estados propios, semi independientes (por ahora) del argentino, al par que una avanzada aparentemente ajena a esto toma parte de la cordillera de los Andes con la explotación de las minas y se venden enormes cantidades de hectáreas verdes a apellidos famosos y a empresas ignotas.

Especial significado adquiere hoy Ceferino por la Unidad que simboliza. Unidad reafirmada en su beatificación celebrada el 7 de noviembre de 2007 en el mismo pueblo de Chimpay y ante más de cien mil personas provenientes de toda nuestra Patria confirmando la devoción sostenida por la religiosidad popular desde inmediatamente después de la muerte del “santito”, y que superó todas las fronteras internas de la Argentina, tanto que el milagro que registra su beatificación sucedió en la provincia de Córdoba.
Este pueblo es el destinatario de aquel servicio que quería prestar Ceferino; el pueblo argentino por el que le pidió estudiar a su padre y por el que murió. Un servicio para sostener la fe y confirmar su Victoria.
Una fe que se mantuvo y fortaleció en voz baja, subterránea, auténticamente popular y demostrativa de como un pueblo lucha en Unidad por la Justicia, y como vence al enemigo que propone la separación del hombre con Dios, a sabiendas de que con esa separación no hay Justicia posible.

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