HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

martes, 8 de junio de 2010

EL PROFESOR GABRIEL ZANOTTI EXPLICA POR QUÉ LOS ATAQUES AL PAPA.

Buenos Aires, 8 Jun. 10 (AICA)

El Instituto Acton Argentina para el estudio de la Religión, la libertad y la economía, difundió un ensayo del profesor Gabriel J. Zanotti en el que el conocido filósofo trata de explicar las razones por las que se ataca con tanta saña a Benedicto XVI.

Gabriel J. Zanotti es filósofo, profesor e investigador en la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE) y en la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), en la Argentina. Autor de libros y ensayos, entre ellos Economía de mercado y doctrina social de la Iglesia.

Zanotti explica que tanto los enemigos de afuera como los de dentro de la Iglesia, consideraban como “políticamente incorrecto” atacar a Juan Pablo II debido a su universal popularidad, por lo que dirigieron sus ataques contra el cardenal Ratzinger pues sabían que él era el autor de los documentos y declaraciones del Papa Wojtyla. Esos ataques se intensificaron después de su elección a la sede pontificia.
En su ensayo, el profesor Zanotti señala, minuciosamente, cada una de las ocasiones de estos ataques y críticas.

Por qué se ataca al Papa Benedicto XVI

“Se ha hablado y escrito mucho, últimamente, sobre lo que está sucediendo en la Iglesia en general y con Benedicto XVI en particular. En este caso yo querría agregar otra perspectiva al tema.

“Joseph Ratzinger es el arquetipo de un humilde profesor universitario y fiel sacerdote, que simplemente quería dedicarse a su vida universitaria, con sus alumnos y sus libros. Pero Juan Pablo II le pidió el gran sacrificio de su vida al nombrarlo Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe.

“En los tiempos que corren, donde la Fe, precisamente, es ridiculizada, y donde las internas de la Iglesia presentan ‘fes’ diversas que se disputan el catolicismo ‘auténtico’, no podía ser ese sino uno de los puestos más odiados y difíciles.

“Ratzinger lo cumplió con santa obediencia y eficiencia, aunque unas tres veces le pidió a Juan Pablo II renunciar y volver a su extrañada universidad.

“Mientras que Juan Pablo II, con toda su experiencia acumulada en Polonia, manejaba eficazmente la difícil diplomacia de la Iglesia, Ratzinger colaboraba intensamente en escribir los textos más duros, aquellos que tenían la difícil misión de marcar la ortodoxia de la Fe ante las ‘fes’ diversas.

“Juan Pablo II, por supuesto, firmaba todas las encíclicas, no sólo las sociales, que caían mejor ante la opinión pública intra y extra-eclesial, sino también aquellas más antipáticas, más todos los documentos oficiales de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

“La opinión pública extra-eclesial estaba relativamente distraída ante esa peculiar unidad entre Wojtyla y Ratzinger, y ante la acumulación de prestigio político del primero, comenzó a ser políticamente incorrecto atacar a Juan Pablo II.

“Internamente, sin embargo, Ratzinger era el que recibía todas las críticas de los grupos más radicalizados dentro de la Iglesia, como él mismo aclaraba en los aún tempranos años de la década del 80 en el libro ‘Informe sobre la fe’.

“No le perdonaron jamás su influencia en textos como ‘Libertatis nuntius’, contra desviaciones marxistas de ciertas teologías de la liberación; ‘Veritatis Splendor’, donde se afirmaban cuestiones tan extrañas como la distinción entre pecado mortal y venial o mandamientos morales negativos cuya violación es siempre pecado; ‘Evangelium vitae’, donde se condenaba una vez más el aborto, la eutanasia y la conversión del embrión en un producto técnico; y, para terminar apenas una corta lista ilustrativa, ‘Dominus Iesus’, donde la Iglesia se atrevía a afirmar una vez más que la Redención es a través de Cristo.

“Así las cosas, cuando Ratzinger se convierte en Benedicto XVI, lo esperan, entre las sombras, dos opiniones públicas potencialmente explosivas. Una, más externa, que siempre odió a la Iglesia por lo que la Iglesia es, acostumbrada además al show más que a la reflexión, y que se mantenía calladita ante un Juan Pablo II cuyo prestigio personal era políticamente innegable y cuyo compromiso profundo con los textos citados escapaba a lo que esa visión podía comprender del pontificado. Otra, más interna, que ejercería una sutil resistencia y silencio ante este sencillo profesor cuyo compromiso con la verdad era infranqueable y cuyo conocimiento de las maldades e intrigas de este mundo era y es, afortunadamente, casi nulo.

“Así las cosas, comienzan los problemas. El primero frente al famoso discurso de Ratisbona. Si se leyera, cosa que obviamente nadie hace, se vería que es todo el programa del pontificado de Benedicto: un llamado a la reconciliación entre razón y fe rescatando un sentido universal de la razón ante relativismos postmodernos. Pero no, nada de eso tuvo importancia. Lo único importante es si debió haber citado al ahora famoso Manuel II Peleólogo. Ya está. La cultura del escándalo, del video clip, del ‘informe’, del no pensamiento, no pudo captar nada más.

“Luego se le impidió ir a la Universidad La Sapienza. Con Juan Pablo II nadie se hubiera atrevido a hacer tal cosa. Pero con este pobre profesor de teología, que gracias a Dios no entiende de la más baja política, todo vale. La cobardía del mundo ante la sencillez del sabio. ¿Y qué decía ese discurso? Nada más ni nada menos que un re-posicionamiento del católico en la vida pública, manifestando más abiertamente su fe y dialogando con J. Rawls, como antes lo había hecho con Habermas. ¿Y quién se enteró? Nadie. Hace mucho tiempo que un pontífice no hacía replanteos conceptuales tan profundos pero claro, los que no lo entienden no lo ven y los que lo ven, no quieren que se entienda.

“Luego el famoso tema de la re-unión con los partidarios de Lefebvre que aceptaban unirse de nuevo a la Iglesia, siguiendo el camino iniciado claramente por Juan Pablo II con la Fraternidad de San Pedro. Claro, los lefebvrianos no son niños sencillos, y dicen cada tanto curiosos disparates (igual que los aún teólogos de la liberación pero claro, estos últimos pretenden ser ‘doctores de la Iglesia’) pero el tema era estrictamente canónico y pastoral, no doctrinal, una vez aceptadas, precisamente, las condiciones doctrinales que la Santa Sede exige para la vuelta a la comunión eclesial. Pero, claro, todo esto era muy difícil de entender o no se quiso entender.

“Que Benedicto XVI, en medio de todo esto, haya defendido totalmente al Concilio Vaticano II, proponiendo su ‘hermenéutica de la continuidad’, poniéndose al mismo tiempo contra ultraconservadores y ultraprogresistas en la Iglesia, a nadie importó. Que Benedicto XVI haya hablado de las raíces cristianas de los Estados Unidos, dando un nuevo paso importante en la reconciliación de la Iglesia con el mundo moderno, a nadie importó.

“Y, por último ‘por ahora’, el tema de los abusos. Ratzinger fue el primero en llevar adelante la política de tolerancia cero, iniciada por Juan Pablo II, pero ahora, ante episodios ya conocidos por Juan Pablo II, ciertas personas se regodean en su odio intentando llevar a este sencillo profesor ante los mismos tribunales penales internacionales, y muchos católicos llenan sus bocas pidiendo su renuncia. La Santa Sede hizo ya todas las aclaraciones habidas y por haber, pero todo es inútil. El odio extra-eclesial a la Iglesia, y el odio intra-eclesial a Ratzinger, han encontrado aquí su más terrible oportunidad.

“En qué terminará todo esto, humanamente, no lo sabemos, por supuesto. Si Ratzinger, en tanto Ratzinger, soportará esta cruz, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que la Iglesia es indefectible. Lo sabemos por la fe, una fe que en cada persona sí es defectible. Pidamos para que esa fe, en cada uno de nosotros, participe de la firmeza, a veces no política, de los muros de la Iglesia”.+

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