“La flor más bella que ha brotado de la Palabra de Dios es la Virgen María. Ella es la primicia de la Iglesia, jardín de Dios en la tierra", dijo Benedicto XVI.
VATICANO, 06 Dic. 09 / 06:49 am (ACI)
Miles de fieles y peregrinos se dieron cita en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien en sus palabras introductorias recordó que el tiempo de Adviento es un tiempo para dejarse guiar por la Palabra de Dios. “La Palabra de Dios es el sujeto que mueve la historia, inspira a los profetas, prepara el camino del Mesías, convoca a la Iglesia. Jesús mismo es la Palabra divina que se ha hecho carne en el vientre virginal de María: en Él Dios se ha revelado plenamente, nos ha dicho y dado todo, abriéndonos los tesoros de su verdad y de su misericordia”, dijo el Pontífice. Reflexionando sobre el Evangelio del día de hoy, el Santo Padre hizo notar dos aspectos: “El primero es la abundancia de las referencias a todas las autoridades políticas y religiosas de Palestina. Evidentemente el Evangelista quiere advertir a quien lee o escucha que el Evangelio no es una leyenda, sino la narración de una historia verdadera, que Jesús de Nazaret es un personaje histórico insertado en aquel preciso contexto”. “El segundo elemento –dijo el Papa- es que el sujeto se convierte en “la Palabra de Dios”, presentada como una fuerza que desciende desde lo alto y se posa sobre Juan el Bautista”. Más adelante el Papa afirmó: “La flor más bella que ha brotado de la Palabra de Dios es la Virgen María. Ella es la primicia de la Iglesia, jardín de Dios en la tierra. Mientras María es la Inmaculada, la Iglesia por su parte necesita purificarse continuamente, porque el pecado insidia a todos sus miembros”. “En la Iglesia –prosiguió- está siempre en acto una lucha entre el desierto y el jardín, entre el pecado que aridece la tierra y la gracia que irriga para que produzca frutos abundantes de santidad. Recemos para que la Madre del Señor nos ayude a enderezar nuestros caminos, dejándonos guiar por la Palabra de Dios”. A continuación el Papa rezó el Ángelus, saludó a los presentes en los distintos idiomas e impartió su Bendición Apostólica.