La Plata (Buenos Aires), 7 Dic. 09 (AICA)
"... para “reducir la amplitud que ha adquirido actualmente”, además de “medidas serias, sostenidas a lo largo del tiempo”, y de “mejores leyes y una recta administración de la justicia”, es necesario revertir “esta espantosa decadencia material y moral que afecta a la sociedad argentina”.
“Uno de los problemas más graves que sufrimos, y que es también una manifestación del desquicio de la Argentina de hoy, es la proliferación del delito. Lo que se llama popularmente ‘la inseguridad’”. Pero “es más claro y concreto decir que nos abruma la proliferación del delito”, dijo monseñor Héctos Aguer, arzobispo de La Plata, en su reflexión televisiva del fin de semana. Ante esta situación, advirtió sobre las “propuestas acerca de lo que habría que hacer para que esto no continúe así”, especialmente en relación con “el lenguaje empleado por parientes de las víctimas”. Y por otro lado, admitió que “el Estado no puede cumplir cabalmente su función de tutelar la vida y los bienes de la población”, que es su función “más elemental”. “En primer lugar -expresó-, es impresionante escuchar algunas reacciones, con propuestas acerca de lo que habría que hacer para que esto no continúe así. Sobre todo me llama la atención cierto lenguaje empleado por parientes de las víctimas. Lenguaje dictado por el dolor, la indignación y la impotencia porque el delito se expresa hoy de manera cruel, salvaje, inhumana. Muchas veces se expresan deseos de justicia como clamores de venganza. Diría que hasta con un odio apenas contenido”. En este punto, indicó que “se filtra también una idea teológica equivocada, cuando se dice, por ejemplo: ‘mi hijo, o mi padre, o mi pariente, no va a descansar en paz hasta que el asesino no se pudra en la cárcel’. Esa idea de que el difunto, víctima injusta de un crimen horrendo, no descansa en paz hasta que el otro no es castigado con severidad, no es correcta. Y no me parece un pensamiento cristiano. No hay relación entre una cosa y la otra. Seguramente descansará en paz si ha vivido bien, si ha muerto en gracia de Dios”. “En estas ideas se manifiesta una consecuencia cultural y espiritual del terrible fenómeno que estamos padeciendo. Un daño que va mucho más allá del daño material irreparable que es la pérdida de vidas inocentes; se produce también un daño espiritual. Mientras no se pueda controlar la creciente proliferación del delito nos vamos a encontrar con estas situaciones de ambigüedad moral y espiritual y es así como se extiende una tremenda inquietud en la sociedad argentina, la percepción de que estamos siempre en peligro”, subrayó. En segundo lugar, sostuvo que “el Estado no puede cumplir cabalmente su función de tutelar la vida y los bienes de la población”, lo que calificó como “una deficiencia gravísima, porque es esa la primera función del Estado, la más elemental”. En ese sentido, consideró que “para prevenir el delito y controlarlo”, para “reducir la amplitud que ha adquirido actualmente”, además de “medidas serias, sostenidas a lo largo del tiempo”, y de “mejores leyes y una recta administración de la justicia”, es necesario revertir “esta espantosa decadencia material y moral que afecta a la sociedad argentina”.
Un comercio de muerte asumido como medio de vidaEl pastor platense hizo referencia a la droga como una de las causas del mal que nos aflige: “Se subraya, cada vez con mayor frecuencia, el influjo de la droga en la crueldad de los delitos que se cometen, en la facilidad con que se desprecia la vida. La difusión imparable de la droga muestra que no se está haciendo lo suficiente por resolver ese problema. Los vecinos, en cualquier barrio, suelen señalar que en tal o cual lugar, a tal hora, se vende droga; se sabe a qué hora pasa el distribuidor. Y quizá lo más terrible sea que los pobres se convierten en traficantes. Un comercio de muerte asumido como medio de vida”. Si bien reconoció que “en la provincia de Buenos Aires últimamente se han hecho procedimientos importantes contra el narcotráfico; sin embargo, parece que el frente latinoamericano de la droga está descendiendo hacia el sur y ya ha penetrado en la Argentina. Por otra parte, las fronteras de nuestro territorio parecen totalmente permeables. Se sabe muy bien que no están custodiadas como se debe, que no se cuenta con los elementos técnicos necesarios para impedir que ese frente latinoamericano de la droga siga avanzando y finalmente nos invada por completo”. “Aquí hay responsabilidades muy serias que están en juego. Se sabe bien que poderosos intereses se mueven detrás y que esa red de complicidades es muy difícil de desmontar. Pero ésta es una prioridad insoslayable y tenemos que insistir, en virtud del derecho que nos compete como ciudadanos, para que el Estado se aplique seriamente a buscar una solución”, concluyó.