Por Pablo Mendelevich/La Nación.-
En el comienzo, buitre quería decir especulador financiero internacional inescrupuloso. Luego, el nombre del ave rapaz incorporó como sinonimia la antipatria. Carroña y antipatria maridan bien, pensaron los creativos de los equipos profesionales del departamento ornitológico de propaganda del Estado, o sea Cristina, y advirtieron que a nadie -fuera de un sagaz intelectual como Alejandro Katz-, se le iba a ocurrir preguntarse por qué la aerolínea de bandera tiene como máximo símbolo un inmenso buitre, el simpático cóndor (llamado por los científicos vultur gryphus; vultur en latín es buitre).
¡Patria o buitres! Hacía falta renovar el arsenal binario, donde habían servido otros valientes slogans nacionalistas -desde Patria o muerte hasta Braden o Perón-, porque el enemigo externo, que ya desde Rosas nos quiere arruinar, siguió al acecho, tenaz, implacable, ahora enfocado, como explicó la Presidenta hace tres semanas, en impedir que nuestro país sea un ejemplo mundial. "Buitre" pasó así a la categoría de insulto mayor, de proyectil más letal del paintball político de entrecasa.
¿Ahora los buitres van a dejar de ser Satán? Como es sabido, el Gobierno se apresta a negociar con los buitres propiamente dichos, los perversos y antidemocráticos fondos de inversión cuyas ridículas pretensiones destituyentes nunca iban a ser consideradas. Si bien con la llegada de 2015 caerá la cláusula Rufo, no hay que esperar un arreglo para el 1° de enero, advirtió Alejandro Vanoli, presidente del Banco Central, uno de los altos funcionarios que habían soltado indicios de que se buscará acordar. Razonable desmentido: acá y en Estados Unidos el 1° de enero es feriado. En cuanto a la aclaración de que el Gobierno no irá de rodillas, incluida en el mismo párrafo, el lenguaje ya es una pista.
Acaso prepare al auditorio para cuando se informe que quienes terminaron arrodillados fueron los hediondos buitres. Como esas series de Netflix que producen adicción, la enésima temporada de El Relato, en la que se rumorea que la heroína arregla con los buitres, intriga a multitudes. La pregunta no es tanto cómo lo hará, cuánto futuro empeñará, sino cómo lo contará. Quizás con el multimediático Estado kirchnerista y su guión intercalado a diario en nuestros platos hayamos desarrollado una especie de síndrome de Estocolmo.
Algunos parroquianos suburbanos todavía creen que el kirchnerismo, celoso guardián de ideologías revolucionarias, garante de principios inamovibles, se sonroja si para seguir amaestrando a la realidad tiene que pegar un violento golpe de timón. Se olvidan de Jorge Bergoglio, aquel arzobispo que era cómplice de la dictadura, entregador, en fin, un genocida, nada que ver con el santo y sabio Francisco del que nuestra Presidenta es hoy tan pero tan amiga que hasta su vida -la de ella- corre peligro debido a la amistad pontificia por la que se sacrifica.
Nota al pie para el lector esporádico: éstas no son ironías, es una recopilación de manifestaciones verdaderas, oficiales u oficiosas. Para entender los próximos capítulos es recomendable seguir la serie completa. De lo contrario, el momento en que la antipatria cobra -coming soon- podrá parecer inverosímil.
