Por Juan Gossen/Diario HOY.-
En la semana que pasó se puso de manifiesto, una vez más, que a gran parte de la oposición no se le cae una sola idea. Son incapaces de imponer temas en la agenda pública y por ello casi todas las denuncias que hoy por hoy complican al gobierno son producto de las investigaciones que llevan adelante los medios de comunicación independientes. Es decir, periodistas están ocupando el lugar que deberían cubrir aquellos políticos que supuestamente dicen ser la alternativa al kirchnerismo.
Es tal la pasividad opositora, que sus principales referentes ingresan, mansamente, a las trampas que diariamente le tiende el kirchnerismo. La última es la estrategia de plantear “yo, o el caos” que viene instrumentando tanto la presidenta Cristina Fernández como el gobernador Daniel Scioli. ¿En qué consiste? Palabras más, palabras menos, en intentar meterle miedo a la población diciendo que, si en la Casa Rosada se produce un cambio de color político a partir de 2015, se desatará una suerte de apocalipsis, la hecatombe total.
La respuesta de los opositores, ante este tipo de maniobras, es siempre la misma: salir a responder, con frases armadas, pero sin poder plantear otro tipo de debate en el cual el oficialismo esté mucho más incómodo.
Desde la oposición no se ha escuchado una sola propuesta medianamente seria acerca de cómo, por ejemplo, bajarían la inflación en caso de llegar a la Casa Rosada. En la semana que pasó se conoció que la inflación anual ya supera el 41%, licuando casi todos los aumentos salariales acordados en paritarias durante el año. El poder adquisitivo de la mayoría de los argentinos sufrió un duro revés este año y se engrosó, de forma alarmante, la cantidad de familias que pasaron a ser pobres o indigentes. De ahí se desprende la posibilidad de que, a medida que se acerque el fin de año, la situación social se vuelva cada vez más complicada.
El fantasma de lo ocurrido a finales de 2013, cuando se produjeron saqueos y revueltas sociales en distintos puntos del país, aún está muy fresco. Y la situación económica es aún más complicada de lo que ocurría hace 12 meses.
Como tantas veces lo hemos reflejado en estas páginas, la presidenta Cristina Fernández se niega a reconocer esta realidad.
Así es como, mientras incubaba la faringitis que derivó en que se le recomendara reposo, la primera mandataria no se sonrojó al sostener que “en el mundo hablan maravillas de la Argentina”.
Cristina podría tener razón si su frase aludía al dulce de leche, al tango o al desempeño que está teniendo Lionel Messi en la liga española. Pero no: hizo referencia a la situación económica del país. Muy poco serio. Solamente basta con ver cuáles son las naciones del mundo que tienen más inflación que la Argentina, y se pueden contar con los dedos de una mano: Venezuela, Belarús, Uzbekistan y Ghana. Todas ellas tiene un factor en común: son países sumidos en la pobreza y el subdesarrollo.
En ese contexto, ante un gobierno que ha perdido desde hace tiempo la brújula en la gestión, da la sensación de que la oposición se niega a recoger el guante. No solamente carece de planes económicos alternativos, sino que también muestra una falta muy marcada de poder de convencimiento para intentar brindarle certidumbre a la ciudadanía de que otro país es posible.
Muchos políticos, que disfrutan de ser opositores, no están dispuestos a cambiar de trabajo. Se los ve demasiados cómodo haciendo críticas fáciles. Lo que no se dan cuenta es que el cambio que reclama la ciudadanía también los podría incluir. Como dijo Pérón: “El pueblo marchará con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”.