Por Ricardo Ríos.- La seguidilla de contactos reservados de las últimas semanas entre los jefes más influyentes de la CGT oficialista y la opositora, les permitió comprobar que, aun con matices, la problemática es idéntica para todas las organizaciones sindicales
Aseguran que muy pronto van a oficializar la movida: el mes que viene arriesgan. Según explican, la seguidilla de contactos reservados de las últimas semanas les permitió comprobar que, aun con matices, la problemática es idéntica para todas las organizaciones. Y que ya están casi en condiciones de presentarse en sociedad para unificar quejas y reclamos. Esto dicen entusiasmados los voceros que participan de las reuniones entre los jefes más influyentes de la CGT oficialista y los de la CGT opositora de Hugo Moyano.
De un lado y del otro dan por hecho que si el objetivo mayoritario es un 2015 que los encuentre unidos, ahora sería el tiempo de ir preparando el terreno para la siembra. La idea es eliminar malezas y fertilizar el terreno de la unidad desde un frente común que no fue concebido como plataforma de combate contra el Gobierno sino más bien como banco de pruebas de una CGT única. Este embrión sindical que todavía no tiene nombre viene a aparecer en el peor tiempo económico del kirchnerismo, caracterizado por una letal –e infrecuente- combinación de inflación con claros signos de recesión.
Está claro que el Gobierno no tiene para ofrecer un escenario de razonables expectativas económicas. Pero sigue conservando el poder político suficiente como para que Moyano haya desistido de seguir batallando contra Cristina, de quien se dice habría hecho una favorable puesta en valor del camionero después que éste se separara de Barrionuevo, postergando sin fecha cualquier medida de acción directa. ¿Reverdeció el romance o tendió un puente invisible entre ambos el Papa Francisco como sugieren algunos?
La ruta de empalme entre las dos centrales la vienen construyendo los tres principales pesos pesado del sindicalismo K: el constructor Gerardo Martínez (Uocra), el estatal Andrés Rodríguez (Upcn) y el jefe de Obras Sanitarias, José Luis Lingeri; cuyos destinos parecen inexorablemente atados. Este trío alcanzó notoriedad por primera vez a fines de los ochenta, cuando como pupilos de Saúl Ubaldini, el cervecero los caracterizara como los "jóvenes brillantes" del ubaldinismo. En los noventa, con Menem, eran los puntales del grupo sindical que se conoció como el "club de amigos" del Presidente.
A Moyano lo acompañan en este empresa el rural Momo Venegas (Uatre), el panadero Abel Frutos, el marítimo Juan Carlos Schmid y en alguna reunión también se ha sumado el petrolero Guillermo Pereyra, el dos de la nomenclatura azopardista, quien sabe pintar un cuadro desolador sobre las perspectivas energéticas del país. Barrionuevo, por ahora, no tiene cabida en este espacio. Le facturan "no haber sabido medir los tiempos" y declaraciones de guerra inapropiadas. Para más, Venegas quedó a cargo de coordinar muchas de las reuniones. Y ni se le pasó por la cabeza llamar a Barrionuevo, con quien arrastra viejas rencillas, originadas en la interna del PJ de Catamarca, donde tienen intereses cruzados.
La presencia de los ex jóvenes brillantes anticipa que la nueva criatura gremial no será enemiga del Gobierno.
Aunque seguramente éstos busquen mostrarse fuertes en la etapa final del cristinismo, como garantes de la paz social y además como posibles referentes de consulta cuando la Presidenta defina futuros candidatos y la estrategia que adoptará para volver al llano. Además querrán mostrarle quiénes mandan en el sindicalismo a cualquiera sea el sucesor de la doctora Kirchner en la Casa Rosada.
"Está claro que no vamos a salir tirando tiros a lo loco, pero sí definiremos en un documento de síntesis todos los rubros que hoy hacen a la agenda de los trabajadores", precisó a Infobae un hombre de Moyano, para quien hablar con Gerardo Martínez o con Andrés Rodríguez "es hablar con el Gobierno". "Nos dicen que nosotros fuimos novios del kirchnerismo, pero ellos se casaron", chicanean los moyanistas.
Se da por segura la aprobación a la mesa de enlace de los dos grandes gremios industriales, la UOM de Caló y el Smata de Pignanelli, que no participan de las conversaciones. Las perspectivas del sector automotriz contemplan suspensiones y despidos a gran escala. Aunque en menor medida, la actividad metalúrgica también.
Todavía no se dice una palabra de nuevos esquemas de conducción o de renuncias anticipadas de Moyano o Caló. En lo inmediato, todo tendrá el signo de la provisionalidad, de ir definiendo sobre la marcha. Lo que está claro es que la próxima formación sindical hará un intento a fondo para que el Gobierno revise alguna forma de reparar la devastación que provoca Ganancias en los sueldos, especialmente en los más bajos que son alcanzados por ese tributo.
Se verá si llegado el caso meten baza respecto de un bono de fin de año, reclamado hasta por el hiperkirchnerista Hugo Yasky, titular de la versión oficialista de la CTA. Hasta la UIA reconoció considerar esa posibilidad. Pero el Gobierno viene diciendo que no habrá plus navideño para nadie y menos que vaya a permitir que se reabran acuerdos paritarios deglutidos por la máquina inflacionaria. "Vamos a llevar ese reclamo a la calle", asegura desde la otra CTA, la combativa, el estatal Pablo Micheli.
En cualquier caso, Moyano repite ante sus íntimos que no hará nada que lo ponga en el papel de verdugo de este Gobierno. Tan comprensivo se muestra en su actual versión que ayer metió una declaración algo inquietante, cuando señaló en una entrevista radial que acompañará firmemente al próximo gobierno porque "va a tener que producir ajustes muy duros".
Aunque detestan al camionero, otros ineludibles del sindicalismo, como Carlos West Ocampo, de la Sanidad, o el mercantil Armando Cavalieri, tampoco van a poner trabas en el camino de la unidad, se supone. Cavalieri acaba se asegurarse un nuevo período de cuatro años como jefe de Comercio sin siquiera despeinarse. Armó una lista de unidad, que incluye ex rivales y hasta representantes de La Cámpora. Tampoco en Obras Sanitarias tuvo que transpirar nada Lingeri para renovar pasaporte hasta 2018.
Hablando de reelecciones, el que la tiene bien difícil es Omar Suárez, del sindicato de obreros marítimos. Después de protagonizar una lucha cuerpo a cuerpo con su secretario de relaciones laborales, Jorge Vargas, al que supuestamente hirió en las costillas con un abre sobres, la Justicia lo investiga a él y a otro miembros de su organización por bloquear el ingreso de barcos al puerto de Buenos Aires, y también por presuntas extorsiones a diferentes empresas.