Por Andrea Tornielli/Vatican Insider.-
En la Plaza San Pedro no se escuchaba ni el zumbido de una mosca cuando el Papa comenzó la homilía de la Misa del Domingo de Ramos, que marca el inicio de los ritos de la Semana Santa. Con el rostro serio, Francisco dejó a un lado el texto preparado para la ocasión que él mismo había preparado. Y comenzó a preguntarse y a cada uno de los presentes con cuál de los personajes de la narración evangélica de la Pasión nos identificamos.
Sus preguntas («¿Soy como…») conmovieron a los presentes: solo de esta manera se puede explicar el silencio que acompañó la breve pero intensa reflexión del Pontífice. Una homilía que fue definida como «la que se propone en muchas parroquias en este domingo» por quienes no pierden ocasión para restar importancia a las palabras de Francisco, probablemende debido a la incapacidad de comprender que se puede ser al mismo tiempo profundo y sencillo.
«Nos hará bien –dijo el Papa– plantearnos una sola pregunta: “¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo ante mi Señor? ¿Quién soy yo ante Jesús que entra en fiesta a Jerusalén? Soy capaz de expresar mi alegría, de alabarlo? ¿O tomo distancia? ¿Quién soy yo, ante Jesús que sufre? Hemos escuchado muchos nombres, muchos nombres. El grupo de los dirigentes, algunos sacerdotes, algunos fariseos, algunos maestros de la ley, que habían decidido matarlo. Estaban esperando la oportunidad para capturarlo.
“¿Soy como uno de ellos?”».
«“¿Soy como Pilatos? Cuando veo que la situación se pone difícil, ¿me lavo las manos o asumo mi responsabilidad y dejo condenar (o condeno yo mismo) a las personas? ¿Soy como esa multitud que no sabía muy bien si estaba en una reunión religiosa, en un juicio o en un circo, y elige a Barrabás?” Para ellos es lo mismo: era más divertido, para humillar a Jesús. “¿Soy como los soldados que golpean al Señor, le escupen, lo insultan, se divierten con la humillación del Señor?”».
«¿Soy como esos líderes que al día siguiente fueron a ver a Pilatos para decirle: “Mira que este decía que habría resucitado. ¡Que no haya otro engaño!”, y bloquean la vida, bloquean el sepulcro para defender la doctrina, para que la vida no salga?”».
Mientras pronunciaba estas palabras, Papa Bergoglio tenía el rostro muy serio. Y su seriedad fue interpretada como cansancio o mal humor por todos los que no logran comprender que volver a vivir la Pasión de Jesús, para los que tienen fe, no es un paseo, ni que la liturgia no es un espectáculo. Y tan no lo entienden que deben comerse sus palabras cuando, al final de la Misa, Francisco se entretiene por un largo rato en San Pedro, socializando con muchos jóvenes presentes y bromeando con ellos: no era ni cansancio ni mal humor esa seriedad del Papa, acostumbrado a sumergirse en el misterio que celebra. Una realidad que a veces no logran entender algunos observadores de cuestiones vaticanas, pero que los simples fieles, con su silencio y su participación, demostraron haber entendido muy bien.