Por Maximiliano Montenegro/El Cronista.-
Atraso cambiario. Alta inflación. Déficit energético. Déficit fiscal. Desconfianza en el peso como moneda de ahorro. Subsidios económicos financiados con emisión récord del Banco Central. Zafarrancho de precios relativos: tarifas de luz y gas que apenas cubren el 10% de los costos. Reservas del Banco Central que solo cubren la base monetaria (los pesos en el bolsillos de los argentinos) a 13 pesos, muy por encima del dólar oficial. Sin acceso al mercado de crédito internacional a tasas razonables en relación a países comparables como Bolivia. Cepo al dólar, dólar paralelo y control de capitales para frenar la fuga.
Cristina todavía tiene 19 meses por delante, tiempo suficiente para modificar mucho, poquito o nada la herencia económica que recibiría hoy su sucesor. Cuánto cambiará de este inventario es lo que se discute por estos días. El grado de avance en cada área dependerá de su voluntad política en algunos casos y en otros de la magnitud de las restricciones que le imponga la política y la propia economía.
Vamos de a uno:
*Atraso cambiario: Con la devaluación de enero, el tipo de cambio real pesos/dólar (descontada la inflación) volvió a los niveles de competitividad de diciembre de 2010. Según datos de M&S Consultores, con base 1998 igual a 100, en junio de 2002 era 324, en diciembre de 2007 fue 183; en noviembre último cayó a 115 y en marzo recuperó a 132. Si el Gobierno dejara el dólar clavado en 8 pesos, antes de fin de año volvería al atraso de fines de 2013. Si devaluara a la par de la inflación, mantendría la competividad ganada en el verano. De cualquier manera estaría muy lejos del colchón cambiario con que asumió Cristina su primer mandato. El estudio Bein plantea el mismo ejercicio con el tipo de cambio multilateral (incorpora otros socios comerciales): para que no se acabe el oxígeno de enero a fin de año el dólar debería rondar $ 9,40. Si el Gobierno no reincide en utilizar el dólar como ancla podrá, entre otras cosas, achicar el rojo de la balanza turística (el año pasado alcanzó u$s 8700 millones y éste año sería inferior a la mitad) y defender mejor a las economías regionales. Pero aún así no habrá colchón para el próximo.
*Déficit energético: el déficit de la balanza comercial del sector energético perdurará, según los expertos, por la próxima década. El año pasado llegó a u$s 6300 millones y este año superaría, por mayores precios del gas importado, los u$s 7500 millones con estancamiento o recesión. Con las tarifas actuales, si Argentina volviera a crecer al 4% a partir de 2016 el déficit se dispararía arriba de los u$s 10.000 millones. Con un sendero de sinceramiento tarifario el rojo de divisas podría reducirse a menos de la mitad, tanto por un ahorro en el consumo como por mayor oferta. Quedará además para el sucesor planificar la importación de GNL (gas natural licuado) por barco para descremar los contratos de los próximos años: hoy Enarsa paga u$s 16,65 el millón de BTU por el GNL puesto en Bahía Blanca cuando Chile lo consigue a u$s 10.
*Déficit de dólares de la industria: A la escasez de dólares que ocasiona el atraso cambiario y el déficit energético hay que agregar el déficit estructural de divisas, acentuado en los últimos años, del sector automotor (-u$s 8900 millones en 2013) y las fábricas de ensamblaje de electrónica de consumo de Tierra del Fuego (- u$s 6.600 millones el año pasado). Este año el déficit conjunto ascendería a u$s 13.000 millones. Ya no queda tiempo para modificar este aspecto del modelo productivo de matriz diversificada...y dependencia importadora.
*Inflación: Para la dirección de Estadísticas de la Ciudad, en marzo la inflación fue del 3,6% y acumula 36,7% en el último año. En alimentos y bebidas el alza anual llega al 43%. Con semejante inercia, sería un objetivo ambicioso para Axel Kicillof volver a un régimen de inflación de entre 20 y 25%. Para perforar ese piso habría que romper con la inflación dependencia de las cuentas públicas: en 2013, el impuesto inflacionario medido como los pesos que transfirió el Banco Central al Tesoro fue el cuarto en importancia: sumó $ 100.000 millones, por delante de los tributos al comercio exterior y al cheque.
*Déficit fiscal y subsidios: Los tiempos en los que Kirchner hablaba del superávit fiscal como uno de los pilares del modelo hace rato que quedaron en la historia: hoy el déficit financiero después del pago de intereses de la deuda llega a 5 puntos del PBI. La totalidad del rojo se explica por el crecimiento de los subsidios que pasaron de cero en 2003 a representar 4,8% del PBI, por encima del aumento del gasto público en jubilaciones (4% del PBI), transferencias a provincias (3,2%), obra pública (1,5%) y salarios públicos (1,1%).
Cuanto más avance Cristina en el recorte de subsidios, menor será el agujero fiscal, la emisión de pesos y la inflación. También el ahorro de divisas vía sinceramiento de tarifas energéticas. Sin embargo, las expectativas son módicas. Por un lado, la distorsión es muy grande y difícil de digerir: según Daniel Montamat, la tarifa de gas domicilario debería multiplicarse por 8 para cubrir el precio promedio que se paga al productor en Argentina y casi por 20 si las familias abonaran el precio con que debería remunerarse el gas en boca de pozo en Argentina para estimular la inversión y detener la caída de reservas en el sector. Por otro lado, por ahora los números no muestran que el Gobierno vaya en el camino de achicar el déficit fiscal sino de agrandarlo: en el primer bimestre, el déficit financiero neto de la ayuda de Anses y el BCRA llegó a $ 15.000 millones, triplicándose respecto de igual período del año pasado.
Tal vez la única gran apuesta de Cristina para el resto de su gestión sea abrir una ventanilla de financiamiento en dólares en el exterior, como le prometió Kicillof. Si ingresaran dólares financieros quizás hasta podría aprovechar la certidumbre del final de ciclo para levantar el cepo, disipar la brecha con paralelo y recuperar cierto crecimiento.
No sería poco para embellecer una herencia que ella no supo, no pudo, o no quiso hasta ahora cuidar.