Por Carlos Tórtora, El Informador Público.- CFK buscaría ganar tiempo cediéndole espacio a Scioli y simulando estar en retirada.
La conducta política de la presidente muestra en las últimas semanas un extraño itinerario. Por un lado, el gobierno avasalla a la Cámara Federal Civil y Comercial y a los consejeros que se le oponen en el Consejo de la Magistratura. Todo en aras de poder iniciar el desmantelamiento del Grupo Clarín el 7D.
Semejante despliegue bélico, que confirma la vocación del oficialismo por conseguir la suma del poder, no coincide con su tolerancia ante la aparición de claras señales de un proceso poscristinista en el seno del PJ. Daniel Scioli presidió el jueves de la semana pasada un encuentro nacional de su agrupación La Juan Domingo, se mostró claramente como el sucesor de CFK y así lo reflejó el periodismo. Del cónclave sciolista participaron delegados de casi todas las provincias. Pero, curiosamente, el evento no cosechó ninguna réplica en el oficialismo. Ni el vicegobernador Gabriel Mariotto ni la pluma mayor del cristinismo, Horacio Verbitsky, se dieron por enterados del reposicionamiento de Scioli como heredero de Cristina. De más está decir que, poco tiempo atrás, por mucho menos que esto, el gobernador hubiera sido blanco de durísimos ataques promovidos desde La Cámpora y el multimedios oficial. Todo indica, entonces, que el diálogo directo que hoy mantienen la presidente y Scioli incluye acuerdos; por ejemplo, que éste se presente como el futuro presidenciable del PJ sin sufrir castigo alguno por ello y también que la provincia, con asistencia del tesoro nacional, tenga asegurado el pago del medio aguinaldo de diciembre.
En concordancia con lo anterior, la aceptación del traspaso del subte a la Ciudad y anteriores acuerdos en la Legislatura muestran que, al menos transitoriamente, el kirchnerismo y el macrismo están sentados en la mesa de las negociaciones, lo que aleja las posibilidades de confrontación. En esta mesa también jugaría un delicado factor: el flamante juez federal Sebastián Casanello, que sustituye a Norberto Oyarbide, que subrogaba el juzgado número 7, no parecería tener apuro en firmar la elevación a juicio oral de la causa de las escuchas ilegales, en la cual está procesado Mauricio Macri, entre otros, bajo los cargos de asociación ilícita y falsedad ideológica. El 23 de agosto pasado, el fiscal Jorge Di Lello firmó el requerimiento de elevación a juicio oral. Ahora, el gobierno haría valer su influencia en el juzgado de Casanello como una carta para negociar con el jefe del PRO.
Esta nueva apariencia negociadora del gobierno incluye hasta la actual ronda de conversaciones con la cúpula de REPSOL, para buscarle una solución al conflicto que se generó con la expropiación de YPF.
Una simulación hasta la campaña
Hay distintas razones que pueden explicar el súbito -y atípico- interés presidencial por mostrarse comprensiva y negociadora con Scioli y Macri. La primera es que el gobierno se siente debilitado por los indicadores que confirman el estancamiento de la economía y por el enorme impacto político del 8N. Esta debilidad lo obliga a comprar tiempo mientras encuentra el modo de reponerse. Y la mejor manera de hacerlo es desactivar la confrontación con el principal líder opositor, Macri, y el rival interno más peligroso, Scioli. El mismo criterio terminó adoptando CFK ante el socialismo, visitando al gobernador santafesino Antonio Bonfatti para poner fin a la ofensiva cristinista que destapó los vínculos entre el socialismo, el ex jefe de la policía local Hugo Tognoli y el narcotráfico.
Coincidentemente con este clima de negociaciones, algunas usinas oficiales dejan correr que la presidente está descartando rápidamente su proyecto reeleccionista y que se prepara para abandonar el poder en el 2015.
La idea de un kirchnerismo resignado a que haya alternancia y dispuesto a administrar pacíficamente su retirada, tal vez en beneficio de Scioli, no concuerda en lo más mínimo con el dogma oficialista de búsqueda del poder absoluto. Más bien podría ser un artilugio para ganar tiempo y descomprimir a la oposición, creando expectativas que podrían ser falsas. Si la cuestión de la reelección pasa a un segundo plano, la oposición perdería su bandera más significativa y es probable que se acentúen las diferencias que hoy el riesgo de un tercer mandato de CFK mantiene disimuladas. En el mismo sentido funcionaría la instalación de Scioli como el casi seguro sucesor de CFK, que acotaría las posibilidades de que el PRO capte el apoyo de los sectores peronistas disidentes. Éstos podrían girar hacia Scioli con la esperanza de que se convierta en el candidato de la unidad peronista. Es más, un Scioli en ascenso podría tal vez obligar a la presidente a ceder una parte importante de las candidaturas para el 2013. En definitiva, que el gobernador empezaría a cogobernar con la presidente forzando que los peronistas críticos del gobierno vuelvan al partido. Estas perspectivas se ven reforzadas por el hecho de que están convocadas elecciones internas para la elección de las nuevas autoridades del PJ nacional y también del bonaerense para el 31 de marzo próximo. Una Cristina en retirada podría hasta avalar una convocatoria a la unidad del peronismo, relegando a La Cámpora y los movimientos sociales, al obligarlos a compartir el control del partido con los sectores ortodoxos.
En definitiva, un Scioli fortalecido en sus chances presidenciales debilitaría a Macri y al resto de la oposición.
Pero también cabe otra posibilidad: que las señales de retirada y el creciente espacio político que la presidente le cede a Scioli sean simplemente parte de una maniobra de simulación. La misma le serviría al gobierno para ganar tiempo a la espera de que mejoren algunos indicadores económicos y de que empiece a correr el año electoral. Para entonces, el cristinismo volvería a cerrarse, no le concedería al sciolismo ninguna participación significativa en el armado de las listas y se lanzaría a una batalla electoral decisiva para conseguir los dos tercios de ambas cámaras que hagan posible la ley de convocatoria a la reforma constitucional. Para conseguir este objetivo contaría con que la oposición se fragmente en numerosas listas de candidatos a legisladores, lo que ayudaría a paliar en la práctica la caída de votos que sufra el Frente para la Victoria. El entretenimiento de varios meses haciendo creer al peronismo que el cristinismo se repliega le sería muy útil al gobierno, al hacerle perder a la oposición un tiempo precioso para el armado político, imposible de recuperar luego.
A favor de esta alternativa está la historia, porque CFK, durante el 2010 y hasta las últimas instancias del calendario electoral del 2011, se mostró reacia a aceptar la candidatura presidencial y dejó correr aquello de que “no se hagan los rulos”, en alusión a que no pensaba en un segundo mandato. Horas después de ser reelecta el 23 de octubre, admitió que jamás había dudado, o sea, que sólo le hizo creer a la opinión pública que dudaba. Ahora, aquella clásica máxima de Lenin de dar un paso atrás para dar luego dos pasos adelante podría ser la forma de superar la etapa de mayor debilidad del gobierno, luego de 10 años de ejercer el poder. La extrema prudencia de Scioli en todos sus movimientos parece expresar el temor de que esto ocurra. Y la firme decisión oficial de controlar el mercado mediático, doblegando a Clarín, es otra clara señal de que, en realidad, en Olivos nadie piensa en la retirada.
HANNAH ARENDT
En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".
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