NO HAY JUDICIALIZACIÓN, HAY CHICANAS.
Marcelo Cavarozzi*
Para LA NACION
No debemos errar en el diagnóstico de las recientes disputas en torno a la legalidad de las medidas del Poder Ejecutivo Nacional y de las apelaciones del oficialismo y de las oposiciones a que los tribunales decidan acerca de las confrontaciones en el Congreso.
No se trata de un proceso de judicialización de la política, sino de chicaneos políticos. La judicialización de la política es un fenómeno de largo plazo como el que se produjo en Italia con el ascenso del movimiento de Manos Limpias, una de cuyas características es la producción de cambios significativos y estables de las relaciones de fuerza entre los poderes del Estado.
En cambio, lo que estamos atravesando en la Argentina es una coyuntura que, probablemente, se extienda hasta las elecciones de 2011, en la cual la Presidencia de la Nación recurre de modo permanente a iniciativas con las cuales pretende, y a menudo lo logra, cambiar los ejes de los debates políticos, o dicho de otro modo, de la agenda pública.
Esto se refleja especialmente en lo que hace a cómo los medios recogen y amplifican las peleas -es sabido que la espectacularidad y las groserías venden bien-, y de tal modo, la prensa oral y escrita contribuye a definir cuáles son aquellos ejes.
Esa estrategia es muy inteligente desde la perspectiva de una presidencia que se encuentra a la defensiva, e incluso a la deriva, en varios planos de la realidad, especialmente en el manejo de las variables económicas.
Por supuesto que, hasta ahora, ha contado para ello con la complicidad no deliberada de las oposiciones partidarias. Aun en los casos que estas oposiciones ganan algunas batallas, lo hacen en los terrenos que define el Poder Ejecutivo.
En las últimas semanas, uno de esos terrenos ha sido el de los litigios planteados en los ámbitos judiciales, un terreno de por sí cenagoso, dados los múltiples mecanismos a través de los cuales el Ejecutivo puede influir en él.
No resulta aventurado pronosticar que los terrenos de litigio, y las cuestiones que supuestamente se dirimen en ellos, irán variando en los próximos meses.
En ese sentido, la variabilidad y la fugacidad de cuestiones y terrenos se alimentan de la fragilidad de los usos y costumbres de la política argentina y, a su vez, realimentan ese fenómeno.
El desafío, por lo tanto, que se les plantea a las oposiciones partidarias es hacer exactamente lo contrario que el Poder Ejecutivo.
Si éste, como es previsible, continuara "embarrando la cancha", de lo que se trata para ganar el partido, es de esforzarse en secarla y pintar las líneas de cal, y hacerlo cuantas veces haga falta.
Y para ello la tarea es simple de enumerar, pero ciertamente difícil de llevar a cabo.
Se requiere plantear en los diferentes espacios públicos propuestas creíbles de solución a las tres grandes cuestiones que afectan a la Argentina contemporánea y que están íntimamente vinculadas entre sí: la inflación y la pobreza; la inseguridad y el orden público, y las relaciones fiscales entre Nación y provincias. Y machacar con ellas desde aquí hasta las elecciones.
El autor es decano de la Escuela de Política y Gobierno de la UNSaM.*
FUENTE: LA NACIÓN
No hay comentarios.:
Publicar un comentario